
Ayer preparando equipajes con Ruth y Minerva en una pequeñita sala de Misselthwaite, me encontré a mí misma envuelta en la bruma de la reminiscencia de un viejo diálogo, de cuyo estigma llevo mi primer bochazo... Cómo sucedió esto, sólo después me pude detener a pensar... Cuando se fueron ya mis amigas, cuando la habitación quedó vacía... Cuánto peso de más llevamos en el día a día... Es entonces que empecé a recordar aquel diálogo que tanto me hizo penar y que aquí se los comparto, ya que la lección que aprendí ayer a la noche allí está y a muchos no nos viene mal:
"CARONTE.- Mirad cuál es nuestra situación. Como podéis observar, nuestra barquichuela es muy pequeña, carcomida y llena de agujeros, y, sólo que se incline un poco más, volcaremos; y vosotros, habéis llegado todos a la vez, y además con mucho equipaje. Así que si embarcáis con todo, luego os podéis arrepentir, especialmente los que no saben nadar.
HERMES.- ¿Y qué podemos hacer para llegar a buen puerto?
CARONTE.- Yo os aconsejo que dejéis en la orilla toda esa carga inútil y subáis sin nada, y aún así no será fácil que la embarcación aguante. A ti, Hermes, te ordeno que no permitas la entrada a aquellos que antes no hayan dejado su equipaje en tierra. De pie junto a la escalera, pásales revista y no los aceptes si antes no se han despojado de todo el equipaje.
HERMES.- Tienes mucha razón, así que acataré tus órdenes. Vamos a ver, ¿quién es el primero?
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MENIPO.- Un filósofo, aunque de hecho, puedes llamarlo impostor o charlatán. Cuando le desnudes, descubrirás bajo su capa muchos objetos ocultos, dignos de risa.
HERMES.- Primero, quítate el vestido, y después todo lo demás. ¡Oh Zeus! ¡Cuánta vanidad traes!, ¡cuánta ignorancia, vanagloria, espíritu de contradicción y problemas inextricables, espinosos discursos y liosos pensamientos! Y, por si no bastara, muchísimo trabajo inútil, y excesiva charlatanería, frivolidad y gran cantidad de palabras sin sustancia y, ¡por Zeus! También traes montones de oro, sensualidad, desvergüenza, ira, y voluptuosidad. Aquí nada pasa inadvertido, por mucho que quieras ocultarlo. Deja también tu falsedad, después tu presunción y superioridad. Con toda esa carga, ni una nave de cincuenta remos soportaría tu peso.
FILÓSOFO.- Me desharé de todo ello, si tú me lo pides.
MENIPO.- También debería afeitarse esa barba tan pesada y espesa, Hermes, por lo menos hay cinco minas de pelos.
HERMES.- Tienes razón: ¡Quítatela también!
FILOSOFO.- ¿Y quién me afeitará?
HERMES.- Menipo lo hará con el hacha que usan los constructores de naves. Y utilizará la pasarela como tajo.
MENIPO.- No, Hermes. Será más divertido con una sierra.
HERMES.- Con el hacha será suficiente... ¡Bien! Ahora, sin esa peste a animal, pareces más humano.
MENIPO.- ¿Te parece si le retoco también las cejas?
HERMES.- Es una buena idea, pues las tiene arqueadas en lo alto de la frente, dándole un aspecto soberbio, no sé por qué. ¿Qué es eso? ¿Ahora lloras, canalla?, ¿es que te asusta la muerte? Embarca ya de una vez.
MENIPO.- Sin embargo, aún guarda lo peor debajo del brazo.
HERMES.- ¿A qué te refieres, Menipo?
MENIPO.- A la adulación, Hermes, con la que ganó todo lo que tiene.
FILÓSOFO.- Entonces tú, Menipo, debes dejar tu libertad, sinceridad y despreocupación, también tu alma noble y tu risa: pues eres el único que no para de reírse.
HERMES.- Ni hablar. Consérvalas. Pues todas ellas son ligeras, fácilmente transportables y muy útiles para el viaje."