lunes, 27 de abril de 2009

Hojas caídas...

Caen las ojas al viento
de los Sarmientos que han olvidado su vid
y ¿Por qué caen al viento?
porque ¿qué es un sarmiento cuando no tiene vid?

martes, 21 de abril de 2009

Caminante no hay caminos


Caminando por esta zona lejana del Jardin a menudo escucho la canción que suena:
"Todo pasa y todo queda
pero lo nuestro es pasar
pasar haciendo caminos
caminos sobre la mar"
Todos andamos en busca de ese camino, de ese momento del destino que junto al instante nos ha de llevar. En cada lugar, en cada momento pasajero siempre recibimos un golpe de eternidad, un golpe... mejor dicho un destello que nos recuerda al hogar, que nos recuerda quienes somos, pero no siempre estamos atentos, a veces el destello pasa y miramos hacia otro lado, a veces el destello es golpe y nos da fuerte y duro en la cara, a veces es brisa gentil que nos alegra una mañana de primavera, o un sol cálido que nos conforta una tarde fría de invierno, otras es la sonrisa de un amigo, o el amor que brinda la persona amada. Ese momento de destello, ese pedazo de eternidad que hace que el tiempo se detenga, es lo que nos hace por un momento ser, nos hace salir de la tierra de sombras en la que vivimos y llegar a ser. Pero ¿cómo llegamos a ser? llegamos a ser en esos momentos no por nosotros mismos, sino porque en ese pequeño instante en Cruz tocamos al Rey de la Realidad y resucitamos con su Palabra. En ese momento somos como Lázaro, saliendo del sepulcro, o como el habitante de la caverna de Platón emergiendo a la Realidad. Cada instante que sabemos apreciar nos acerca a la eternidad un paso mas, nos acercan, aunque duelan, a nuestra felicidad. Sin embargo estos instantes no los atesoramos solos, sino que en ellos, además, se encuentra escondida la llave del amor. Amor que nos da y nos brinda al otro haciéndonos capaces en nuestro corazón de más eternidad y de más Dios. Por ello la escritura habla de Buscar el Reino primero, puesto que al buscarlo primero, al llegar a ese instante en nuestro camino, llegamos a la llave de eternidad, y ya no vagamos perdidos, ya no hacemos caminos en la mar sino que marcamos caminos en tierra firme y sólida, porque tocamos en el amor de Dios y en el amor de los demás el centro mismo de la realidad haciendo que lo que antes era mar incierto se transforme al tocar la eternidad en tierra firme.

domingo, 12 de abril de 2009

¡¡Regalo de Pascua!!

Miren quien pasó por Misselthwaite:

Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero

A todos vosotros dirijo de corazón la felicitación pascual con las palabras de san Agustín: "Resurrectio Domini, spes nostra", "la resurrección del Señor es nuestra esperanza" (Sermón 261,1). Con esta afirmación, el gran Obispo explicaba a sus fieles que Jesús resucitó para que nosotros, aunque destinados a la muerte, no desesperáramos, pensando que con la muerte se acaba totalmente la vida; Cristo ha resucitado para darnos la esperanza (cf. ibíd.).

En efecto, una de las preguntas que más angustian la existencia del hombre es precisamente ésta: ¿qué hay después de la muerte? Esta solemnidad nos permite responder a este enigma afirmando que la muerte no tiene la última palabra, porque al final es la Vida la que triunfa. Nuestra certeza no se basa en simples razonamientos humanos, sino en un dato histórico de fe: Jesucristo, crucificado y sepultado, ha resucitado con su cuerpo glorioso. Jesús ha resucitado para que también nosotros, creyendo en Él, podamos tener la vida eterna. Este anuncio está en el corazón del mensaje evangélico. San Pablo lo afirma con fuerza: "Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo". Y añade: "Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados" (1 Co 15,14.19). Desde la aurora de Pascua una nueva primavera de esperanza llena el mundo; desde aquel día nuestra resurrección ya ha comenzado, porque la Pascua no marca simplemente un momento de la historia, sino el inicio de una condición nueva: Jesús ha resucitado no porque su recuerdo permanezca vivo en el corazón de sus discípulos, sino porque Él mismo vive en nosotros y en Él ya podemos gustar la alegría de la vida eterna.

Por tanto, la resurrección no es una teoría, sino una realidad histórica revelada por el Hombre Jesucristo mediante su "pascua", su "paso", que ha abierto una "nueva vía" entre la tierra y el Cielo (cf. Hb 10,20). No es un mito ni un sueño, no es una visión ni una utopía, no es una fábula, sino un acontecimiento único e irrepetible: Jesús de Nazaret, hijo de María, que en el crepúsculo del Viernes fue bajado de la cruz y sepultado, ha salido vencedor de la tumba. En efecto, al amanecer del primer día después del sábado, Pedro y Juan hallaron la tumba vacía. Magdalena y las otras mujeres encontraron a Jesús resucitado; lo reconocieron también los dos discípulos de Emaús en la fracción del pan; el Resucitado se apareció a los Apóstoles aquella tarde en el Cenáculo y luego a otros muchos discípulos en Galilea.

El anuncio de la resurrección del Señor ilumina las zonas oscuras del mundo en que vivimos. Me refiero particularmente al materialismo y al nihilismo, a esa visión del mundo que no logra transcender lo que es constatable experimentalmente, y se abate desconsolada en un sentimiento de la nada, que sería la meta definitiva de la existencia humana. En efecto, si Cristo no hubiera resucitado, el "vacío" acabaría ganando. Si quitamos a Cristo y su resurrección, no hay salida para el hombre, y toda su esperanza sería ilusoria. Pero, precisamente hoy, irrumpe con fuerza el anuncio de la resurrección del Señor, que responde a la pregunta recurrente de los escépticos, referida también por el libro del Eclesiastés: "¿Acaso hay algo de lo que se pueda decir: "Mira, esto es nuevo?"" (Qo 1,10). Sí, contestamos: todo se ha renovado en la mañana de Pascua. "Mors et vita / duello conflixere mirando: dux vitae mortuus / regnat vivus" - Lucharon vida y muerte / en singular batalla / y, muerto el que es Vida, / triunfante se levanta. Ésta es la novedad. Una novedad que cambia la existencia de quien la acoge, como sucedió a lo santos. Así, por ejemplo, le ocurrió a san Pablo.

En el contexto del Año Paulino, hemos tenido ocasión muchas veces de meditar sobre la experiencia del gran Apóstol. Saulo de Tarso, el perseguidor encarnizado de los cristianos, encontró a Cristo resucitado en el camino de Damasco y fue "conquistado" por Él. El resto lo sabemos. A Pablo le sucedió lo que más tarde él escribirá a los cristianos de Corinto: "El que vive con Cristo, es una criatura nueva; lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo" (2 Co 5,17). Fijémonos en este gran evangelizador, que con el entusiasmo audaz de su acción apostólica, llevó el Evangelio a muchos pueblos del mundo de entonces. Que su enseñanza y ejemplo nos impulsen a buscar al Señor Jesús. Nos animen a confiar en Él, porque ahora el sentido de la nada, que tiende a intoxicar la humanidad, ha sido vencido por la luz y la esperanza que surgen de la resurrección. Ahora son verdaderas y reales las palabras del Salmo: "Ni la tiniebla es oscura para ti / la noche es clara como el día" (139[138],12). Ya no es la nada la que envuelve todo, sino la presencia amorosa de Dios. Más aún, hasta el reino mismo de la muerte ha sido liberado, porque también al "abismo" ha llegado el Verbo de la vida, aventado por el soplo del Espíritu (v. 8).

Si es verdad que la muerte ya no tiene poder sobre el hombre y el mundo, sin embargo quedan todavía muchos, demasiados signos de su antiguo dominio. Si, por la Pascua, Cristo ha extirpado la raíz del mal, necesita no obstante hombres y mujeres que lo ayuden siempre y en todo lugar a afianzar su victoria con sus mismas armas: las armas de la justicia y de la verdad, de la misericordia, del perdón y del amor. Éste es el mensaje que, con ocasión del reciente viaje apostólico a Camerún y Angola, he querido llevar a todo el Continente africano, que me ha recibido con gran entusiasmo y dispuesto a escuchar. En efecto, África sufre enormemente por conflictos crueles e interminables, a menudo olvidados, que laceran y ensangrientan varias de sus Naciones, y por el número cada vez mayor de sus hijos e hijas que acaban siendo víctimas del hambre, la pobreza y la enfermedad. El mismo mensaje repetiré con fuerza en Tierra Santa, donde tendré la alegría de ir dentro de algunas semanas. La difícil, pero indispensable reconciliación, que es premisa para un futuro de seguridad común y de pacífica convivencia, no se hará realidad sino por los esfuerzos renovados, perseverantes y sinceros para la solución del conflicto israelí-palestino. Luego, desde Tierra Santa, la mirada se ampliará a los Países limítrofes, al Medio Oriente, al mundo entero. En un tiempo de carestía global de alimentos, de desbarajuste financiero, de pobrezas antiguas y nuevas, de cambios climáticos preocupantes, de violencias y miserias que obligan a muchos a abandonar su tierra buscando una supervivencia menos incierta, de terrorismo siempre amenazante, de miedos crecientes ante un porvenir problemático, es urgente descubrir nuevamente perspectivas capaces de devolver la esperanza. Que nadie se arredre en esta batalla pacífica comenzada con la Pascua de Cristo, el cual, lo repito, busca hombres y mujeres que lo ayuden a afianzar su victoria con sus mismas armas, las de la justicia y la verdad, la misericordia, el perdón y el amor.

"Resurrectio Domini, spes nostra". La resurrección de Cristo es nuestra esperanza. La Iglesia proclama hoy esto con alegría: anuncia la esperanza, que Dios ha hecho firme e invencible resucitando a Jesucristo de entre los muertos; comunica la esperanza, que lleva en el corazón y quiere compartir con todos, en cualquier lugar, especialmente allí donde los cristianos sufren persecución a causa de su fe y su compromiso por la justicia y la paz; invoca la esperanza capaz de avivar el deseo del bien, también y sobre todo cuando cuesta. Hoy la Iglesia canta "el día en que actuó el Señor" e invita al gozo. Hoy la Iglesia ora, invoca a María, Estrella de la Esperanza, para que conduzca a la humanidad hacia el puerto seguro de la salvación, que es el corazón de Cristo, la Víctima pascual, el Cordero que "ha redimido al mundo", el Inocente que nos "ha reconciliado a nosotros, pecadores, con el Padre". A Él, Rey victorioso, a Él, crucificado y resucitado, gritamos con alegría nuestro Alleluia.

Mensaje de Benedicto XVI para Pascua 2009

viernes, 10 de abril de 2009

Viernes Santo



Caminando hoy en el Jardín, llegue a espiar de lejos esta pequeña escena, un hombre y una niña hablaban de cosas que la niña parecía entender más que el hombre:
"Bridey y el Obispo han cerrado la capilla de Brideshead. El réquiem por mamá fue la última misa que se celebró allí. Después de enterrarla entró el cura - yo estaba sola, no creo que me viera-, retiró la piedra del altar y la guardó en su bolsa. Luego quemó las hebras de lana con el santo óleo y aventó las cenizas. Vació la pila de agua vendita y apagó la lamparilla del Santísimo. Abirió y vació el sagrario, como si a partir de aquél momento siempre fuera Viernes Santo. Supongo que todo esto no significa nada para tí, Charles, pobre agnóstico.Me quedé allí hasta que se hubo marchado, y entonces, de repente, ya no hubo capilla; sólo una estáncia con una decoración extraña. No puedo describirte lo que sentí. Nunca has asistido al oficio de tinieblas supongo.
-Nunca
-Pues si hubieras presenciado esa ceremonia, sabrías cómo se sentían los judíos con respecto a su templo. Quomodo sedet sola civitas... Es un cántico precioso. Deberías ir una vez sólo por oirlo."

Allí la conversación se esfumó en la niebla del Jardín... Quomodo sedet sola Civitas...