jueves, 31 de julio de 2008

El rey de Bajotierra


Supe de un relato sobre el soberano de Bajotierra, que un día un peregrino que pasaba por Misselthwaite me vino a contar, y dado que hace unos días dicho soberano me vino a "salvar" helo aqui con mis debidos respetos hacia aquel:

"Amanecía un día en la ciudad de Könisberg y a la puerta del más eminente profesor de la ciudad tocaba un extraño hombrecito de capa roja con un León dorado en el centro de su atuendo también rojo. Luego de abrir la puerta el Profesor con cara de extraviado más que sorprendido, pues lo habían sacado de su rutina, el hombrecito dijo:

- ¿Usted acaba de escribir, cito: “(…) nos ocuparemos ahora de una tarea menos brillante, pero no carente de mérito, a saber, allanar y consolidar los cimientos de esos majestuosos edificios morales en los cuales se encuentran toda clase de pasillos subterráneos excavados por una razón que con firme confianza, aunque en vano, busca tesoros escondidos. Tales pasillos dañan la firmeza del edificio.” Refiriéndose al soberano y divino Platón y a su filosofía?”

El Profesor, ahora sí sorprendido, contesto en alto alemán:

- Sí, es correcto yo lo acabo de escribir.

- Luego reciba ésta carta de parte del rey

Ni bien el Profesor recibió la carta, el hombrecito se esfumó en el aire. Intrigado aquél ante éste fenómeno se entregó a la lectura de la carta:

Carta del Rey Platón, Soberano de Narnia y Emperador de las Islas Desiertas a Don Inmanuel Kant, soberano del país Bajotierra:

Estimado Señor, tenga usted a bien saber, que no pretendo excavar más pasillos con mi razón dentro de su caverna moral; sino que más bien hace tiempo que ya la abandoné, para venir a tomar mi respectivo lugar en mi Reino, al cual usted pretende llamar ilusorio y que sin embargo, es mucho más real que aquél que tiene hecho de sombras dentro de su caverna del cual usted está tan maravillado.

Ruego no trate de interpretar mis escritos, pues la moral no es aquello que me interesaba, sino el Bien en sí del cual ahora disfruto. Además le solicito tenga a bien no molestar más a mis súbditos y discípulos, pues ellos no son solo míos, sino que son súbditos y discípulos de Rey de Reyes, Hijo del Emperador de Masalládelosmares quien es el creador de este mundo, al cual usted insiste en llamar ilusorio, y no querrá usted lidiar con las consecuencias de su ira. No pretenda retenerlos más dentro de aquella caverna, pues por más que usted quiera limitarlos, su razón y su alma están hechas para el Sol y su voz, además, está hecha para cantar las alabanzas al Rey.

Es así, que mediante ésta carta cumplo con mi función de heraldo y mando a llamar a mis súbditos y discípulos, para que cumplan el destino para el cual fueron hechos. El cual no es quedarse en su reino de Bajotierra, sino ascender con fe y razón al mundo real de Sobretierra; en otras palabras Narnia.

Me despido, no sin antes advertirle acerca de los hijos que usted está criando tan ataditos en su caverna, tenga cuido y deténgase en su enseñanza, quíteles las ataduras antes de que se deformen completamente, pues una vez deformes pronto zafaran sus ataduras y lo devoraran.

Sin otro Particular

Platón

Rey de Narnia

Sin embargo, éste profesor metido en su casa dentro de los limites que el mismo se había trazado no entendió la carta que le hubiese salvado la vida a él y a muchos más. Es así que si uno se acerca a su tumba, en una noche de luna llena, bajo aquella plateada Luz se puede leer:


“Aquí yace Don Inmanuel Kant

rey de Bajotierra,

quien por fin ha vuelto a sus dominios a reinar”

lunes, 21 de julio de 2008

El violinista en el tejado


Hoy a la vera del camino de regreso a Misselthwaite, me salio al encuentro un muy simpatico lechero, como el camino al principio era el mismo lo acompañé un buen trecho. Su expresión era la de aquél que habia estado pensando algo por mucho tiempo, al preguntarle que era lo que pensaba me dijo:
-Un violinista en el tejado.... suena algo loco no?
-La verdad que sí le contesté- bastante sorprendida por tamaña reflexión, buscando un techo y un violin a la vista de donde pudiera salir semenjante afirmación.
-Y sin embargo, cada uno de nosotros es como un violinista en el tejado, tratando de tocar nuestra pequeña y simple melodía de vida, sin perder el equilibrio y caer- dijo pensativo
-Si es cierto...- contesté tratando de mascullar semejante analogía.
-Y sin embargo, me podrias preguntar ¿cómo es que mantenemos el equilibrio para no caer? la repuesta es simple y se resume en una sola palabra: ¡Tradición!- Me dijo con un brillo, picaro en sus negros ojos.
- ¿Tradición?- le pregunté sin todavía comprender muy bien
- Si, tradición- me respondió aquel- gracias a ella es que sabemos quienes somos y que es lo que Dios espera de nosotros. Por ejemplo, es de tradición que la mujer use pollera y hombre pantalón- miro con mirada irónica hacia mis poco tradicionales vestiduras.
-Cierto- dije-¿pero cómo empezó aquella tradición?
Se quedó pensando dos minutos y luego de otra pauasa me dijo-¡No sé!
-Ah! mi querido amigo, he aqui la cuestión-le dije con entusiasmo ante tan interesante conversación- ¡El sentido de la tradición!, ciertas son las cosas que has dicho de ella, pero no si nuestra tradición no tiene un sentido, entonces será una simple y muerta tradición, una tradicíon traducida y no transmitida.
Como se quedara perplejo ante una objeción no objetada, quice explayarme un poco más ante aquel simple lechero, que habia descubierto el secreto del equilibrio en la vida diaria.
-Cada tradición empezó algún día y empezó ciertamente, por un motivo que es importante no olvidar, el recuerdo de Dios, la adecuación en el modo de vestir etc...-dije
-O sea que la tradición no es solo hacer las cosas porque las hacemos, pues es más comodo y simple para seguir, sino que ¿hay algo detras de aquella?- Dijo maravillado
-Si ciertamente, sin eso detras de aquella, la tradición se muere, se vuelve sola repetición sin sentido, y es en verdad que sin el sentido de la tradición que nuestras vidas se convertirian en tan movedisas y resbaladizas como la de un violinista tocando siempre sobre el tejado- le respondí.
Para este punto, el dialogo estaba tarminando, puesto que es de tradición detenerse al llegar al destino y yo habia llegado a casa. El buen lechero luego de decirme su nombre, Tobias, se despidió perdiéndose en el brilante Sol de medio día. Sin embargo no es para olvidar la tamaña lección que aquel vino a regalar, las tradiciones o son por algo o no son tradiciones.Y según entendamos esto en nuetras vidas es que comprendermos o no como mantener el equilibrio de éstas.

jueves, 17 de julio de 2008

En la necesidad Para Dios todo es posible

Estimada amiga:
Desesperada me escribes desde el Jardín, ¿cómo luchar contra la necesidad?, ¿qué hacer cuando todo te dice que tiene, debe y seguirá siendo así? ¿qué hacer cuando la presión es tan grande que llegas a desvanecerte ante la incapacidad de Ser uno mismo? Mi respuesta es aguanta, resiste, confía y animate, pues para Dios todo es posible. Recuerda que "Hay, como se dice, una edad para la esperanza, o bien, asimismo, en una cierta época, en un cierto momento de la vida, se está o se estuvo, dícese, desbordante de esperanza o de posible.
Pero esto no es más que verborrea que no alcanza a lo verdadero: pues esperarlo todo y desesperar de tal cosa aún no es verdadera esperanza, ni verdadera desesperación.
El criterio es el siguiente: todo le es posible a Dios. Verdad de siempre y, por lo tanto, de cualquier instante.
Es un refrán cotidiano del cual se hace uso lodos los días sin pensar en él, pero la palabra no es decisiva más que para el hombre que se encuentra al fin de todo y cuando no subsiste ningún otro posible humano. Entonces, lo esencial para él consiste en si quiere creer que todo es posible para Dios, si tiene la voluntad de creer en ello. ¿Pero no es esta la fórmula para perder la razón? Perderla para ganar a Dios, es el acto mismo de creer. Supongamos a alguien en este caso: todas las fuerzas de una imaginación en el espanto le muestran temblando yo no sé de qué horror intolerable; ¡y es este horror el que le llega! En opinión de los hombres su pérdida es algo seguro... y, desesperadamente, la desesperación de su alma lucha por el
derecho a desesperar, por el contentamiento de todo su ser en instalarse en la desesperación;(...)
Así, pues, la salvación es el supremo imposible humano; ¡pero a Dios todo le es posible!
Este es el combate de la fe, que lucha como un demente por lo posible. Sin el combate, en efecto, no hay salvación. Ante un desmayo las gentes gritan: ¡Agua! ¡Agua de Colonia! ¡Gotas de Hoffman! Pero para alguien que desespera, se grita: ¡Lo posible! ¡Lo posible! ¡Sólo se lo salvará con lo posible! Un posible: y nuestro desesperado recobra el aliento, revive, pues sin posible, por así decirlo, no se respira. A veces el ingenio de los hombres es suficiente para encontrarlo, pero, al final, cuando -se trata de creer, sólo queda un único remedio: Todo es posible para Dios."
Esperando que mis palabras te hayan sido de ayuda se despide
Navegante

miércoles, 16 de julio de 2008

Del Temor y lo temido


Sentada en el Jardin al despuntar el alba, ante mi una visión de dos señores:
Uno alto y esbelto coronado con laureles dorados y de mirada noble y serena, como aquél que ha descubierto el secreto de la calma en las tormentas; y otro sombrio casi aterrador de ojos rojos y mirada violenta, como de aquel que conoce el secreto del temor en las tormentas.
Estos dos señores, se me ha dicho, representan uno el Temor de Dios y otro el Temor a Dios. El primero conoce el secreto de la calma en las tormentas pues al temer a Dios, conociendo su poder y omnipotencia, así como su infinita bondad, confia y sabe en quien tiene puesta su confianza.
El segundo, también conoce la omnipotencia de Dios y justamente por eso le teme, en su mirada resuenan las palabras de aquél que escondió su talento en la tierra, por temor a su Señor.
Cuando nos acompaña el primero somos capaces de confiarnos en la Providencia, capaces de usar nuestros talentos y capaces de pedir confiándonos como niños lo que necesitamos al Padre.
En cambio si somos acompañados por el segundo, que al ser su gemelo es facil confundir, tememos lo que Dios nos pueda pedir, tememos su voluntad, y no confiamos en su infinata Bondad, pues esperamos como negociantes desconfiados encontrar la trampa que se encuentra en medio de tanta gratuidad; por lo tanto en vez de esperar en Él, encontramos más seguro para nuestros planes, en nosotros simples mortales confiar.
A lo largo de la vida ambos dos nos acompañan, y ambos dos nos aconsejan, el secreto para escuchar siempre al primero hasta convertirnos alguien como él, proviene de una llave de tres piezas: Fe, Esperanza, y Caridad. Juntas las tres develan el secreto del abandono, del verdadero Temor de Dios, que engendra nobleza. Falte alguna de ellas, en especial la Caridad, y ya no tendremos Temor de Dios, sino Temor a Dios. Juntas estas tres virtudes nos llevan a decir junto con la querida Simone: "Mi trabajo es pensar en Dios, y que Dios se ocupe de pensar en mi".

lunes, 14 de julio de 2008

Those Sweet words


Volviendo al Jardin le pregunto a mi Señor:
¿Que es lo que has dicho? se que me has estado cantando pero mis oidos no han parado de sumbar confundidos en el tumulto de una tormenta temporal. Quizas despues de tanto navegar algun puerto se ha de llegar pero lo unico que yo quiero al final es aquellas dulces palabras escuchar.
En verdad me pregunto cuanta ateción nos falta prestar pues no podemos la mayoria del tiempo escuchar aquellas dulces palabras que estan reservadas en el secreto para cada uno al escuhcar. En verdad sabemos que Dios nos canta, a traves de su creación, pero ¿cuántas veces lo escuchamos en verdad?
Quizas nos tendríamos que adueñar de aquellos versos del norte y al prestar más atencion hacia Dios recitar:

"What did you say?
I know you were singing
but my ears won't stop ringing
long enough to hear Those sweet words
And your simple melody"

Segura que en paradojica acción de escuchar, aquellas dulces palabras siempre nos van a comfortar incluso dentro de la tormenta más brutal.

martes, 1 de julio de 2008

La oscuridad

Es noche cerrada en Misselthwaite. La desesperanza reina en los alrededores del jardin... y nos preguntamos como es que podemos confortarnos cuando el panorama se ve tan oscuro que es humanamente imposible salir... Es cierto y un pensamiento reconfortante el decir que la oscuridad es finita, que no puede cubrirlo todo y que al pasar las horas volverá a brillar el Sol dormido al otro lado del planeta... pero sin embargo... en el moemento... el miedo nos hela la cabeza... ¿qué podemos hacer?
Al recuerdo surge esta escena de una pequeña que ante una oscuridad mortal y un miedo atroz decidió confiar y abandonarse a la unica fuerza que cuando no podemos, está sobre nosotros sobrevolando para que nuestra barca no se hunda en la tempestad:

“A la mañana siguiente, había buen tiempo, pero una calma aplastante. La masa oscura estaba al frente, mucho más cercana y grande, pero muy borrosa todavía, de modo que algunos pensaban que aún estaba bastante lejos, y otros, que estaban entrando en una bruma.

De súbito, alrededor de las nueve de la mañana, estaban tan cerca que pudieron ver que no era tierra en absoluto, ni siquiera una bruma en un sentido correcto de la palabra. Era una Oscuridad. Es bastante difícil describir una oscuridad, pero comprenderás mejor si te imaginas que estás mirando la boca del túnel de un tren, pero un túnel tan largo, o con tantas curvas, que no puedes ver la luz al final. Y tú sabes cómo debería ser. A los pocos metros verías los rieles, los durmientes y el ripio a plena luz de día; luego vendría un sector donde se estaría en el crepúsculo; y después, muy de repente, pero por supuesto sin una línea divisoria definida, todo se desvanecería completamente en una negrura pareja y densa. Lo mismo ocurría aquí, pues a pocos metros frente a proa podían ver el oleaje del agua de brillantes tonos verde-azul. Más allá, podían advertir que el agua se veía un poco más pálida y gris, como se ve al atardecer. Pero aún más allá, una completa oscuridad, como si hubiesen llegado al límite de una noche sin luna y sin estrellas.(...) De pronto, de algún lugar (ya nadie tenía ningún sentido de orientación muy claro), provino un grito, que bien se podía tratar de una voz no humana, o bien de la voz de alguien en tal estado de pánico, que casi había perdido su condición humana. Caspian aún estaba tratando de hablar (tenía la boca muy seca), cuando se oyó la voz aguda de Rípichip, que en aquel silencio se sintió más fuerte de lo normal.

—¿Quién llama? —chilló—. Si eres un enemigo, no te tememos, y si eres un amigo, tus enemigos aprenderán a tener miedo de nosotros.

—¡Piedad! —gritó la voz—. Incluso si ustedes no son más que otro sueño, tengan piedad. Súbanme a bordo. Se lo suplico, súbanme a bordo, aunque sea para darme muerte. Pero, ¡por amor del cielo!, no se desvanezcan dejándome solo en esta horrible tierra.

—¿Dónde estás? —gritó Caspian—. Sube a bordo y seas bien venido.

Se oyó otro grito, que podía ser tanto de alegría como de terror, y supieron que alguien estaba nadando en dirección a ellos.

—Señores, prepárense para subirlo —dijo Caspian.

—A la orden, su Majestad —respondieron los marineros.

Muchos se agolparon a las amuradas a babor llevando cuerdas y uno de ellos se inclinó hacia afuera sobre uno de los costados del barco, sosteniendo una antorcha. En la oscuridad del agua apareció una cara salvaje y blanca, y luego, después de algunos forcejeos y tirones, una docena de manos amistosas subieron al desconocido a bordo.

Edmundo pensó que jamás había visto un hombre de aspecto más extraño. Aunque no parecía ser demasiado viejo, al contrario, su pelo era una desordenada mata de canas, su cara era delgada y arrugada, y por vestimenta sólo le colgaban unos andrajos empapados. Pero lo que más sorprendía eran sus ojos tan inmensamente abiertos, que parecían no tener párpados, y que miraban fijo, como en una agonía de puro miedo.

En cuanto sus pies tocaron cubierta, dijo:

—¡Huyan, huyan! Den vuelta y huyan. Remen, remen por sus vidas, fuera de esta maldita playa.

—Cálmate —dijo Rípichip— y dinos cuál es el peligro. Nosotros no estamos acostumbrados a huir.

Al oír la voz del Ratón, el desconocido se sobresaltó terriblemente, pues no lo había visto antes

—Sin embargo, saldrán huyendo de aquí —dijo jadeante—. Esta es la isla donde los sueños se hacen realidad.

—Es la isla que he buscado todo este tiempo —dijo uno de los marineros—. Imaginé que me casaría con Nancy si desembarcábamos aquí.

—Y que yo encontraría a Tomás nuevamente con vida —dijo otro.

—¡Tontos! —dijo el hombre pateando el suelo con rabia—. Este es el tipo de habladurías que me trajo hasta aquí, y la verdad es que preferiría haberme ahogado, o no haber nacido siquiera. ¿Oyeron lo que les dije? Aquí es donde los sueños, los sueños, ¿entienden?, cobran vida, se hace realidad. No los ensueños, sino los sueños.

Hubo casi medio minuto de silencio y, luego, con gran ruido de armaduras la tripulación completa se dejaba caer como podía por la escotilla principal, lo más rápido posible. Todos se precipitaron a los remos, para remar como nunca antes lo habían hecho; y Drinian hacía girar el timón, y el contramaestre fijaba el más veloz ritmo de remada que jamás se oyera en el mar. Pues había bastado sólo medio minuto para que todos recordaran ciertos sueños que habían tenido, sueños que hacían que uno tuviera miedo de volverse a dormir, y comprendieron lo que ocurriría si desembarcaban en una tierra en que los sueños se hacen realidad.

Sólo Rípichip permaneció inmóvil.

—Su Majestad, su Majestad —dijo—. ¿Va a tolerar este motín, esta cobardía? Esto es pánico, es una desbandada.

—¡Remen, remen! —vociferaba Caspian—. ¡Empujen a matarse! Drinian, ¿estamos en el rumbo? Puedes decir lo que quieras, Rípichip, pero hay ciertas cosas a las que un hombre no puede hacer frente.

—Entonces tengo suerte de no ser un hombre —respondió Rípichip con una reverencia muy ceremoniosa.

Desde las alturas, Lucía había oído todo, y en un instante se le vino a la cabeza uno de sus propios sueños que con gran esfuerzo había tratado de olvidar; volvió a su memoria en forma tan real, como si acabara de despertar de él. ¡De modo que eso era lo que estaba tras ellos en la isla, en la oscuridad! Por un segundo quiso bajar a cubierta y quedarse con Edmundo y Caspian; pero ¿de qué serviría? Si los sueños empezaban a volverse realidad, tanto Edmundo como Caspian podrían transformarse en algo horrible cuando ella se les acercara. Se sujetó a la baranda de la cofa de combate y trató de calmarse. Los hombres estaban remando hacia la luz, lo más rápido que podían; todo estaría bien en unos segundos. ¡Oh, si todo pudiese estar bien ahora mismo! A pesar de que los remos hacían mucho ruido, no lograban cubrir el silencio total que rodeaba al barco. Todos sabían que era preferible no escuchar, ni aguzar el oído a cualquier sonido que viniera de la oscuridad, pero nadie podía evitar escuchar, y pronto todos empezaron a oír cosas. Cada uno oía cosas diferentes.

—¿Oyes un ruido semejante a... un par de tijeras gigante, que se abre y cierra... allá, en esa dirección? —preguntó Eustaquio a Rins.

—¡Silencio! —repuso Rins—. Las oigo trepar por los lados del barco.

—Se va a instalar arriba del mástil —dijo Caspian.

—¡Uf! —exclamó un marinero—. Están comenzando a sonar los gongs. Sabía que sonarían.

Caspian, tratando de no mirar nada (especialmente de no seguir mirando tras de sí), fue a popa, donde estaba Drinian.

—Drinian —le dijo en voz muy baja—. ¿Cuánto tiempo nos demoramos remando hacia allá, es decir, hasta el lugar donde recogimos al desconocido?

—Cinco minutos, tal vez —susurró Drinian—. ¿Por qué?

—Porque llevamos más tiempo que ése tratando de salir de aquí.

La mano de Drinian tembló sobre el timón y por su cara rodó una gota de sudor frío. Todos pensaban lo mismo.

—¡Jamás saldremos de aquí, jamás! —se quejaban los remeros—. Lleva mal el timón. Estamos dando vueltas y vueltas en círculos. ¡Nunca saldremos de aquí!

El desconocido, que yacía en la cubierta hecho un ovillo, se sentó y lanzó una horrible y estridente carcajada.

—¡Nunca saldremos de aquí! —dijo a gritos—. Así es. Por supuesto. Nunca saldremos. ¡Qué tonto fui al pensar que me dejarían ir tan fácil! No, no. Jamás saldremos de aquí.

Lucía apoyó la cabeza en la baranda de la cofa de combate y susurró:

—Aslan, Aslan, si es cierto que nos amas, ayúdanos ahora.

La oscuridad no disminuyó, pero Lucía se empezó a sentir un poquito, un muy, muy poquito mejor. “Después de todo, todavía no nos ha pasado nada”, pensó.

—¡Miren! —se oyó la voz ronca de Rynelf, desde la proa.

Allí enfrente se veía un puntito de luz y, mientras lo miraban, de él cayó un inmenso rayo de luz sobre el barco. Esto no alteró la oscuridad reinante, pero el barco entero se iluminó, como por un reflector. Caspian pestañeó, miró a su alrededor, vio a sus compañeros, todos con cara de locos y la mirada fija. Miraban hacia el mismo punto: detrás de cada cual, sus negras y afiladas sombras.

Lucía miró a lo largo del rayo, y de pronto vio algo en él. Al principio parecía ser una cruz, luego un avión, después un volantín y, finalmente, con un batir de alas, se paró justo sobre ella, y vio que era un albatros. Dio tres vueltas alrededor del mástil y luego se posó un instante en la cabeza del dragón dorado de proa. Gritó con una voz fuerte y dulce algo que parecían ser palabras, a pesar de que nadie las comprendió. Luego extendió sus alas, se elevó y comenzó a volar lentamente hacia adelante, torciendo un poco a estribor. Drinian condujo el barco tras él, sin dudar que era un buen guía. Pero nadie, salvo Lucía, supo que mientras volaba alrededor del mástil le había susurrado “Ten valor, mi amor”, y ella estaba segura de que esa voz era la de Aslan y, con la voz, sintió un delicioso olor junto a su cara.

En pocos segundos la oscuridad de adelante se volvió agrisada y, luego, casi antes de que se atrevieran a hacerse ilusiones, ya habían salido a la luz del sol y se encontraban nuevamente en el mundo azul y templado. Y así como esos momentos en los que simplemente quedarse en la cama, viendo cómo la luz del día entra a raudales por la ventana, y oír la voz alegre de un cartero madrugador o del lechero que gritan allá abajo, y darse cuenta de que “sólo fue un sueño: no era verdad”, es tan maravilloso que casi vale la pena tener una pesadilla para experimentar la alegría de despertar; así se sintieron todos al salir de la oscuridad.

Los asombró la claridad del barco: casi esperaban que la oscuridad se hubiera pegado al blanco y al verde y al dorado, como la mugre o la nata."

Para todos aquellos que esten sumidos o cerca de la desesperanza no desesperen tengan animos pues aquel que es Señor de los Vientos y los Mares duerme en nuestra barca presto para escuchar el pedido de auxilo de quien se lo pida.