miércoles, 24 de diciembre de 2008

El primer regalo de Navidad


¿Cuànto sabemos o cuànto recordamos acerca de esta fiesta?¿Somos conscientes detras las sidras, los regalos y las alegres ceremonias de lo que en esta fecha se conmemora?

Yo tengo sinceramente mis dudas. Ayer veìa a la gente en misa y me preguntaba cuantos de ahì y si incluso yo era consciente de lo que habia pasado hace 2000 años, la verdad que me daba la sensaciòn de que ni yo era conciente de aquello, todo parecia envolverse en una atmosfera extrañamente alegre en la que el Salvador nada tenìa que ver pues Èl quedaba relegado por no ser lo suficientemente alegre, interesante, o divertido. Dice Edith Stein : "¿Por què se habrà convertido nuestra època en època àvida y, casi se podría decir, adicta a las celebraciones? ¿No es quizàs el peso opresivo de la miseria el que despierta el deseo de evadirse por un momento de la atmosfera gris y aplastante del presente, para calentarse un poco bajo el sol de dìas mejores? Una tal evasiòn representarìa sin embargo un modo esteril de celebrar nuestras fiestas y hemos de suponer que es un deseo màs profundo y sano si bien no siempre igualmente conciente, el que dirije las miradas al pasado." Sì, veia a mi alrededor gente sedienta de algo, de distintos milagros en sintesis gente sedienta de Magia, de algo que pusiera color en su vida. Pero no tornaban su mirada hacia el Señor de La Vida que en un magico milagro estaba uniendo el tiempo de su nacimiento con el nuestro, pues mientras nuestras miradas se dirijan al Instante que es la Eternidad todos los tiempos se unen en uno (recordemos que dice Simone Weil es la mirada la que salva). Ahì se suponìa que Dios se estaba haciendo hombre, pero al rededor lo que se hacia carne eran los regalos, y el banquete.

Por ello pensando en una vieja pelìcula de Hallmark, recuerdo su pregunta:

¿Cuàl fue el primer regalo de Navidad?

La respuesta: La navidad misma fue un regalo, pues "Puer natus est nobis, et filius datus est nobis, cujus imperium super humerum ejus et vocabitur nomen ejus, magni consilii Angelus.
Cantate Domino canticum novum quia mirabilia fecit. Gloria."
(Un niño nos ha nacido y un Hijo nos ha sido dado, el cual lleva sobre sus hombros el principado; y su nombre será Ángel del gran consejo). Dios mismo se ha hecho hombre para salvarnos. La historia màs grande jamàs contada empezò en un dìa como hoy, en una noche como èsta, y el Coro de los Àngeles nos invita a participar. ¿Responderemos a su llamada?

lunes, 15 de diciembre de 2008

Las Estrellas se hicieron para brillar


Mis queridos amigos:
Si bien me invitaron a hablar sobre Harry, cosa que hice en el post pasado, una de las Habitantes de Misselthwaite lo hizo y cien veces mejor, aquí les dejo el link al post de mi hermana mayor Ruth:
http://caminante-wanderer.blogspot.com/2008/12/el-problemita-de-dumbledore-by-ruth.html
Enjoy!
Cariños
Mary

martes, 9 de diciembre de 2008

No hay amor más grande...


A causa de la invitación de Jimmy, me puse a revisar algunas cosas del desván de la mansión,viejos recuerdos de viejos libros... de aquellas primeras épocas aún antes de mis tan amadas crónicas y aún después. Una de las primeras cosas de aquellos libros que había impresionado mi alma era la amistad... Allí los personajes corrían extrañas aventuras en pos de salvar su ciudad, el mundo o su propia vida, en una de estas aventuras, la pandilla termina enfrentándose a un Juicio por sus almas, en donde una de ellos por causa de sus muchos pecados termina siendo condenada. En ese instante los amigos deciden ofrecer sus vidas a cambio de la de ella y ¿qué sucede?

"-Hay una regla en nuestro libro-explicó presa de una gran agitación- si dos o más personas ofrecen sus vidas en nuestra corte para salvar la de otra, todos deben quedar en libertad. Esa regla nunca ha sido puesta en práctica antes, pero ni el juez ni el jurado tiene autoridad para derogarla.(...)"
Sin embargo, aquél demonio se equivocaba aquella regla, sí se implementó, puesto que es figura de una mucho mayor : "Nadie puede tener amor más grande que dar la vida por sus amigos"(Jn. 15, 13). Ese amor es tan grande que recubre a aquellos por los cuales se ha entregado la vida. Una imagen de este principio, es la historia narrada en los 7 libros de Harry Potter, pero que sobre todo toma su cariz más fuerte en el 7mo y último libro:

"¡Protego! - rugió Harry, el hechizo de escudo se expandió en medio del Salón, mientras Voldemort miraba a su alrededor buscando la fuente del hechizo, al mismo tiempo que Harry se quitaba la capa invisible. EL grito, las ovaciones salieron de todas partes: ¡Harry! ¡Esta vivo!, y fueron coreadas al unísono. La multitud tenía miedo y un silencio cayó abruptamente mientras Harry y Voldemort se miraban, y comenzaron al mismo tiempo a caminar en círculos alrededor del otro.
- No quiero que nadie más ayude - dijo Harry en voz alta, y en el silencio reinante su voz fue como la del llamado de una trompeta. – Así debe ser, debo ser yo – Voldemort siseo.
- Potter no quiere decir eso – dijo, con sus ojos rojos a medio abrir, - Esta no es la forma en la que trabajas, ¿verdad?, ¿A quien vas a usar de escudo hoy Potter?
- A nadie – dijo Harry simplemente- No hay mas Horcruxes, - Somos sólo tu y yo, uno no puede sobrevivir mientras el otro este, uno de nosotros esta a punto de marcharse para siempre
- ¿Uno de nosotros?- dijo Voldemort, todo su cuerpo se puso tenso y sus ojos rojos fijos, como una serpiente a punto de atacar, - Piensas que serás tu, ¿no es así? El niño que sobrevivió por accidente, y porque Dumbledor estuvo manejando los hilos.
- ¿Accidente, dices? ¿Cuándo mi madre murió salvándome? – preguntó Harry
Mientras seguían moviéndose en círculos, los dos, en un perfecto círculo, manteniendo siempre la misma distancia, y para Harry no existía ninguna otra cara que la de Voldemort, - ¿Accidente cuando decidí pelear en el cementerio?, ¿Accidente, que no me haya defendido esta noche y aun así haya sobrevivido y este de regreso para pelear?

- ¡Accidentes! - gritó Voldemort, pero aun no ataco, y la multitud estaba congelada, como si estuvieran petrificados, de miles en el salón, solo ellos dos respiraban. – Accidente , suerte y el hecho de que te hayas escondido detrás de grandes hombres y mujeres, permitiéndome matarlos antes que a ti –
- No mataras a nadie mas esta noche – dijo Harry mientras caminaban, mirándose directamente a los ojos, el verde en el rojo. – No podrás ser capaz de matar a nadie mas, ¿No lo comprendes? Yo estaba dispuesto a morir para evitar que los lastimaras.

- ¡Pero no moriste!
- Pero esa era mi intención, fue lo que hice, lo mismo que mi madre hizo, están protegido de ti, ¿no te has dado cuenta que ninguno de tus hechizos ha funcionado? No los puedes torturar, no los puedes tocar, No aprendes de tus errores ¿Verdad Riddle? –

- No te atrevas…"

No, desafortunadamente para Voldemort aquello no fue casualidad, como desafortunadamente para nuestro enemigo, la muerte de Cristo en la Cruz por nosotros tampoco lo fue; fuimos comprados y rescatados por un alto precio, se nos ha dicho, el precio de la sangre del Cordero. Y por Esa divina Sangre hemos sido marcados y protegidos contra la muerte, contra el pecado.
Sin embargo, a todo este principio del amor de entrega hay una condición que debe cumplir aquél por el cual se ha entregado, de parte de nosotros:"Vosotros sois mis amigos si hacéis esto que os mando" (Jn 15, 14) Cristo nos pide que permanezcamos en su amistad, para que así su sangre nos proteja y nos unja como a su propiedad. Es así que para participar del Sacrificio de Cristo y unirnos a su protección y Victoria, no se nos pide una renuncia a nuestra voluntad sino el uso y conformación de aquella a la Voluntad del Padre. Lo mismo sucedió allí en nuestra historia (obiviamente como figura de manera análoga y no igual), todo estubo dispuesto en la última batalla y se llamo a las 4 casas a luchar, no fueron todas sino muchas las que pelearon por el bien, y no fueron todos sino muchos los que fueron protegidas por el sacrificio de Harry, pues a nadie se lo salva ni se lo protege contra su voluntad, "Porque muchos son los llamados, más pocos escogidos"(Mt 22,14).

lunes, 1 de diciembre de 2008

El carnero en la Zarza

A menudo, me pregunto que habrá sido de aquellos personajes secundarios que nadie presta atención porque la reflexión central no está en ellos, sino como es debido y por sentido común en el personaje principal, por ejemplo, ¿qué habrá pasado con la meretriz de Santo Tomás? ¿Se habrá convertido luego de contemplar el atizador ardiente? Hoy paseando luego de la tormenta, disfrutando el fresco en el Jardín me encontré a mi misma contemplando uno de esos personajes, el carnero con los cuernos enredados en la zarza de la Historia de Abraham ¿Cómo es que llegó allí?¿cómo es que quedó enredado listo para el sacrificio?, creo tener la respuesta, o por lo menos adivinarla... me parece que la tarde del carnero habrá transcurrido algo así: El sol brillaba en el ocaso, "¡Qué brillo tan fuerte!" pensó el carnero, el viento soplaba en la montaña "¡Qué brisa más agradable!", y por último fue la altura de las cumbres lo que más su atención cautivó. Y sin pensar un minuto en su vida ,en cómo eran las cosas, hacia aquellas tres cosas se lanzó; al no poder de una alcanzarlas, todo su brío empleó y su enojo creció, creció tanto, que al ir en contra de la montaña el viento y el sol por no poder alcanzarlos, al zarzal con sus cuernos fue a parar. Como concluye la historia ya lo sabemos, pero qué es lo que a mi entender podemos sacar nosotros de esta historia Paralela es algo distinto. Nosotros somos aquel carnero cuando no comprendemos nuestra condición de ovejas, cuando maravillados por los dones divinos los queremos tomar por nuestra cuenta sin confiar en la providencia, y sin refrenar nuestras pasiones. Cada uno de nosotros sabe donde tiene su carnero escondido, cada uno sabe donde le dan sus pasiones o sentimientos, cada uno sabe en definitiva, como dice Platón, para donde nos tira nuestro caballo negro, lo importante es que ante la paradoja y la maravilla de la fe, ante los misterios de Dios, ante la vida sepamos con orden ir como Isaac confiando en su padre, pues sólo así siendo humildes como ovejas es que Dios nos podrá dar y tenernos misericordia.

lunes, 24 de noviembre de 2008

y mientras tanto...


Como en un rato parto hacia los jardines de la Armonía, no me quería ir y que fueran ya casi dos semanas en las que nada escribo, ya Athena, no Ruth esta vez me estuvo recordando el tiempo que hacía de que no escribía algo diciéndome "yo leía un blog...". Sin embargo sepan amigos que han sido semanas difíciles y tormentosas en el jardín, aunque la última si bien ha sido dificil, ha sido una semana como ha puesto don Natalio en sus pagos para dar gracias a Dios y cantar las alabanzas de aquel que tiene misericordia y se acuerda de sus más pequeños aún cuando ellos en su dolor y desesperación se olviden de Él... por eso siempre ante nuestro grito de desesperación dolor y ayuda Él responde "hombres de poca fe..." con una especie de sonrisa tierna pero que a la vez esconde un reproche o gruñido como lo pone Lewis en Aslan. Aparte de dar Gracias por la misericordia, debo dar gracias por haber pasado ayer domingo 7 años de mí bautismo, 7 años de que fuí sorprendida por la alegría de saberme hija de Dios y de descubrir y asombrarme con las maravillas de la creación. Sí mi camino fue el asombro y la maravilla y por ende mi camino fue la Alegría. Ella la Alegría fue la que me llevo de a poco, paso a paso al encuentro con Nuestro Señor, y desde entonces ella ha sido como dice Lewis uno de los indicadores o carteles del camino que me indican la vía hacia Casa.
Luego de esta Introducción les dejo la siguiente interesante carte que me encontre en el desban de Misselthwaite, espero que su reflexión les sea tan provechosa como en su momento para mí lo fue:
"Querido Navegante:
¿Cuál es el riesgo o el peligro de la soledad? Me preguntas, el riesgo está en cerrarse en uno mismo, en no ver más allá del propio dolor; ese no hacer nada que en realidad es una no salida a Dios o a las criaturas, en la medida en que a cada uno corresponde. Ésta es la soledad, es la pereza o la desidia que ataca el alma hasta ahogarla en si misma, cortándole cualquier vida interior o exterior, no dejando que ame a nada mas que a sí misma. De esta manera el alma se aleja de la cura de esta soledad, que es en el fondo desesperación. Y ¿sabes cuál es la cura?, querido Navegante, la cura es el Amor en comienzo a las criaturas y luego por elevación a Dios. Solo amando es como se sale de si mismo y se comienza a ser quien uno es, sólo amando la persona se completa y realiza totalmente su acto de ser, el cual le fue dado por Dios es un mismísimo acto de Amor. Sin embargo sólo cuando sale de sí hacia Dios, luego de haber pasado por las criaturas, es cuando completa la persona su propia dialéctica de Cruz volviendo a sí, afirmándose en quien es.
Espero, querido Navegante con esto haber ajustado tu compás para que pases seguro por los mares de la soledad, procura no engañar tu vista en su vastedad, mirando siempre a las estrellas, ya que ellas te habrán de guiar, hacia la verdadera Soledad, donde a Dios haz de encontrar.
Se despide afectuosamente tu hermano
Volante"

martes, 11 de noviembre de 2008

Agnus Dei I

No, esta Vez Ruth no me va a sacar las papas del fuego o debería decir los tomates (gustaría de que lo haga más seguido en verdad escribe lindo). Para quien vio la película entenderá a quien se parece mi amiga, pero yo no voy a hablar hoy de esa película tan cara a mis afectos; aunque aquella tiene muchas enseñanzas y cosas para sacar, hoy tornaré la mirada hacia otro lugar.
Hay una frase en el Evangelio que estos días ha estado sonando en mi cabeza mientras caminaba entre parciales por el Jardín:



"Venid a Mí todos los agobiados y los cargados, y Yo os haré descansar. Tomad sobre vosotros el yugo mío, y dejaos instruir por Mí, porque manso soy y humilde en el corazón; y encontrareis reposo para vuestra vidas. Porque mi yugo es excelente; y mi carga es liviana"(Mt 11 28-30)

Esta frase surgió cuando me estaba preguntando si para restablecer la justicia se necesitaría padecer la injusticia, como dicen muchas veces las tragedias griegas sobre todo la Orestíada "La sangre llama a la Sangre". Luego pensé: Él ya pagó por nostros con Sí Mismo el precio de nuestra restitución, sufrió en Él la injusticia, por su gran misericordia, y tornó la justicia, al ser el cordero que quita los pecados del mundo los llevó en sí; se los llevó. Sin embargo, veía que la culpa, el error, el pecado, persistía; entonces me pregunte ¿Por qué?, por qué sigue allí si Él lo había comprado con su sangre, por qué no se evaporaba. Y el problema es que "la magia profunda anterior al inicio de los tiempos" como la llama Lewis no funciona así, borrando todo sin más, como si fuera una especie de gran maquina borradora, sino que esa magia opera en nosotros a condición de nuestra libertad. Y fue aquí donde recordé este pasaje, este llamado a ir a Él. Él restituirá la justicia con misericordia, siempre y cuando nos confiemos en Él y le entreguemos aún nuestra misma desesperación como escribía en uno de mis primeros Post. No hay alivio no hay restitución, de la vida, no hay curación de las heridas, ni perdón de nuestros pecados, si primero no los reconocemos, si no reconocemos nuestro agobio y a Él se lo entregamos.
Sólo al responder al llamado, al ir a Él, cuando se está agobiado es que se encontrará, la paz y eventualmente la salida, sino al menos se encontrará la forma de continuar adelante, como dice la escritura, con yugo más liviano y mejor.

domingo, 2 de noviembre de 2008

El libro de Ruth

Luego de una larga ausencia Social el Jardin reabre sus puertas, pero no soy yo quien las reabre si no quien es la hostiaria de aquí Ruth.
Mis querido amigos los dejo en compañía del escrito de mi amiga:

El libro de Ruth

Así como al nacer son nuestros padres quienes eligen el nombre que llevaremos en esta tierra, así en Misselthwaite es Mary quien elige el nombre que llevaremos en el Jardín. Yo fui llamada Ruth por el personaje de una película que no vi, pero ahora quisiera hablar de otra Ruth: Ruth la moabita.

El Libro de Ruth comienza con la partida de Elimelec, Noemí y sus dos hijos, quienes abandonan Belén de Judá a causa del hambre para dirigirse a Moab. Ahí muere Elimelec y se casan los hijos, uno con Orfa y el otro con Ruth. A la muerte de éstos, habiendo escuchado que la crisis había pasado, Noemí decide regresar a su tierra y parte con sus dos nueras hacia Belén… y aquí es donde comienza nuestra historia.

Una vez emprendido el camino Noemí les insiste a sus nueras que vuelvan a su patria, que se casen nuevamente y la dejen a ella seguir sola porque Dios la ha llenado de amargura. Dos veces las nueras alzan la voz respondiéndole entre lágrimas que no la abandonarán. Pero luego Orfa la besa y se despide. Por tercera vez Noemí se dirige a Ruth diciéndole que obre como su cuñada, pero Ruth responde con firmeza: No insistas en que te deje y me vaya lejos de ti; donde vayas tú, iré yo. Detengámonos un momento en el obrar de las dos nueras. ¿Obró mal Orfa al volver a su patria? ¿Fue injusta al dejar a su suegra? No, de ninguna manera; Orfa había sido una buena esposa y una buena nuera, como reconoce Noemí al pedirle a Dios que sea tratada conforme a su bondad. Pero fue buena dentro de los límites humanos, dentro de la sola justicia. Ruth obra conforme a la plenitud de la justicia que llamamos misericordia: le pedía que la acompañara sólo una milla, e hizo dos; le pedía sólo la túnica, y le dio también el manto Hizo el bien a quien no podía recompensarla, por lo cual su recompensa será grande en los Cielos, donde la polilla no podrá carcomer su tesoro ni el ladrón podrá robarlo.

Así Ruth, habiendo renunciado a todo y acompañando a Noemí, sigue el camino hasta llegar a Belén, que significa casa de pan. Así nosotros debemos seguir el camino que nos conduce a la Casa del Pan de Vida, nuestro verdadero hogar; debemos seguir la senda angosta porque negándonos a nosotros mismos y tomando nuestra cruz llegaremos a la puerta estrecha de la Ciudad Celestial; debemos seguir el camino del buen samaritano porque siguiendo sus pasos de amor al prójimo llegaremos a Belén donde Dios nacerá en nuestros corazones, pesebres indignos de su Divinidad.

Ruth comienza a espigar detrás de los segadores en los campos de Boz, quien al conocer su historia le dice que espigue con sus criadas y que no vaya a otro campo. Ruth se postra con el rostro en tierra, y luego dice: Que halle yo gracia a tus ojos, mi señor, que me has consolado y has hablado al corazón de tu sierva, aunque no soy ni como una de tus criadas. El Señor se apiada de su sierva, sierva inútil a la que mira con ternura, conoce que obró por misericordia y le da el céntuplo de lo que dio; Ruth renunció a su padre, a su madre, a su patria, y el Señor le dará mucho más en este siglo y la Vida Eterna en el venidero. Ella cae postrada a sus pies adorándolo, se reconoce indigna, lava Sus pies con lágrimas y los enjuga con sus cabellos; le suplica que se aleje de ella, pecadora, pero al mismo tiempo, mientras está cerca de Él, exclama ¡Qué bien se está aquí!

Ruth, siguiendo el consejo de Noemí, asiste a una fiesta nocturna y cuando Boz va a dormir, ella descubre sus pies y se acuesta junto a ellos. El Señor duerme. Quizás duerme como lo hizo una vez en la barca y nosotros, en la tempestad de la noche, sentimos que la oscuridad embravecida y el silencio que ruge amenazan con hundirnos… pero Aquel que no tuvo dónde reclinar la cabeza, nos permite amorosamente reclinar la nuestra en sus Divinos pies. Cubiertos con el manto, le suplicamos que nos proteja bajo la sombra de sus alas, que nos cuide como a la pupila de sus ojos. Y mientras transcurre la temible noche, esperamos que el Esposo despierte y nos encuentre con las lámparas encendidas, no sea que no nos reconozca y nos sea prohibida la entrada al Banquete. Pero cuando la noche se vuelve más oscura tememos que el aceite de la esperanza se agote y no dure hasta la mañana, y la seguridad que hallábamos a sus pies comienza a debilitarse por el temor de verlo dormido… profundamente dormido sin posibilidad de despertarlo, porque ¿qué es una débil creatura a los pies del Creador Todopoderoso? ¿qué es el todo pecador a los pies del Solo Santo? …Y entonces, cuando la lámpara parece apagarse y Ruth cree hundirse, el Esposo despierta para reavivar la llama y calmar la tempestad. No temas, hija mía, ¿acaso no vales más que las aves del cielo? Y el Omnipotente no descuida una sola de ellas. No temas, Ruth, ¿acaso no vales más que las flores del campo? Y si los lirios están vestidos con mayor magnificencia que Salomón, recuerda que para ti el Santísimo ha reservado blancas vestiduras que han sido lavadas en la Sangre del Cordero. Él la tranquiliza y vuelve a dormirse. Esta vez Ruth cae a sus pies, se postra adorando a su Señor. La hemorroisa sólo tocó la orla de su manto, pero ella puede abrazar sus pies llagados suplicándole que la esconda dentro de sus llagas y que le impida apartarse de Él…

Y así transcurre el tiempo hasta el amanecer. Boz despide a Ruth y decide comprar el campo a Noemí y tomar por esposa a Ruth. Pero nosotros no hemos sido comprados ni con oro ni con plata, sino con la preciosísima Sangre del Cordero que murió en la cruz…

Es el día de las Bodas. El Esposo espera a la bellísima Ruth quien, vestida de perlas y brocado, no osa acercarse por sus buenas obras de las cuales carece mucho y está siempre vacía; pero el séquito de vírgenes la anima a confiar en su Infinita Misericordia y la lleva ante su Rey cantando: Escucha, hija, inclina el oído: prendado está el Rey de tu belleza; póstrate ante Él, que Él es tu Señor.

lunes, 20 de octubre de 2008

La sed que da la vida


Continuando aquella noche, luego del grito, me levanté caminé, vela en mano, por las habitaciones, las demás dormían tranquilamente, el silencio reinaba, un silencio mágico casi mistérico, que rondaba luego de aquel grito en la noche, de repente un aroma dulce como de Rosas me guió certeramente hasta la sala donde la chimenea se encendió de repente, y mientras la luz de la chimenea iba inundando subitamente la habitación pude contemplar esta imagen:
"Cuando Jill dejó de llorar se dio cuenta de que tenía una sed atroz. Estaba tendida boca abajo y ahora se levantó. Los pájaros habían cesado de cantar y el silencio era perfecto, quebrado sólo por un leve sonido persistente que parecía venir de muy lejos. Escuchó con más atención y le pareció que era el ruido de una corriente de agua.Jill se puso de pie y miró detenidamente a su alrededor. No se veían señales del León;.pero había tantos árboles que era muy posible que estuviera cerca sin que ella lo supiera. Además, podía haber varios leones. Pero tenía tanta sed que se armó de valor para ir hacia esa corriente. Caminó en la punta de los pies, escabulléndose de árbol en árbol, cautelosamente, deteniéndose a cada paso para mirar a su alrededor. El bosque estaba tan silencioso que no era difícil acercarse al lugar de donde provenía el ruido. Se iba despejando poco a poco y antes de lo que esperaba llegó a un amplio claro y vio el río, brillante como el cristal, que cruzaba el prado muy cerca del lugar donde ella estaba. Pero aunque al ver el agua se sintió diez veces más sedienta, no se abalanzó a beber. Se quedó muy quieta, como si fuera de piedra, y con la boca abierta. Y tenía una buena razón: justo a ese lado del arroyo se encontraba el León. Estaba echado con su cabeza levantada y sus patas delanteras estiradas al frente, como los leones de Se dio cuenta inmediatamente de que él la había visto, porque la miró directo a los ojos por un momento y después se dio vuelta, como si la conociera demasiado bien y no le gustara nada. Si escapo me alcanzará en un segundo -pensó Jill-. Y si sigo, caeré derecho en su boca”. Como fuese, no podía moverse, aunque hubiera tratado, y tampoco podía apartar sus ojos de los suyos. Cuánto duró esto, no estaba segura; pareció durar horas. Y la sed se hizo tan horrible que llegó a pensar que no le importaría que el León la comiera si antes podía beber un buen trago de agua.
-Puedes beber si tienes sed.
Eran las primeras palabras que escuchaba desde que Scrubb le habló al pie del acantilado. Miró para todos lados, preguntándose quién habría hablado. La voz repitió: “Puedes beber si tienes sed”, y entonces se acordó de lo que Scrubb le había contado sobre los animales que hablan en ese otro mundo, y comprendió que era el León el que había dicho esas palabras. De todos modos, había visto que sus labios se movían, y la, voz no era la de un hombre. Era más profunda, más salvaje y con más fuerza; una voz dorada, gruesa. No es que la hubiese tranquilizado mayormente; más bien hizo que se sintiera asustada, pero de un modo bastante distinto.

-¿No tienes sed? -preguntó el León.

-Me muero de sed -respondió Jill.

-Entonces, bebe -dijo el León.

- ¿Me dejas... podría yo... te importaría alejarte mientras bebo? -dijo Jill.

El León respondió sólo con una mirada y un gruñido apagado. Al contemplar aquella corpulenta masa inmóvil, Jill comprendió que igualmente podría pedirle a la montaña entera que se hiciera a un lado para darle el gusto a ella. El delicioso murmullo del río la estaba volviendo loca.

-¿Me prometes que no me... harás nada si me acerco? -preguntó Jill.

-Yo no hago promesas -dijo el León.

Jill tenía tanta sed que, sin darse cuenta, se había acercado un paso más.

- ¿Te comes a las niñas? -Preguntó.

-Me he tragado niñas y niños, mujeres y hombres, reyes y emperadores, ciudades y reinos -repuso el León. No lo dijo como vanagloriándose, ni como si se arrepintiera, ni como si estuviera enojado. Simplemente lo dijo.

-No me atrevo a ir a beber -murmuró Jill.

-Entonces morirás de sed -dijo el León.

-¡Dios mío! -exclamó Jill, acercándose otro paso-. Supongo que tendré que irme y buscar otro río.

-No hay otro río -dijo el León.

Jamás se le ocurrió a Jill no creerle al León -nadie que viera su cara severa podría dudar- y de súbito tomó su decisión. Era lo peor que le había tocado hacer en su vida, pero corrió hacia el río, se arrodilló y empezó a tomar agua con la mano. Era el agua más fría y refrescante que había probado. No necesitabas beber una gran cantidad, porque apagaba de inmediato tu sed. Antes de probarla tenía la intención de escapar del León en cuanto terminara de beber. Ahora se dio cuenta de que eso sería sumamente peligroso. Se puso de pie y se quedó allí, con los labios aún húmedos con el agua.

-Ven -dijo el León."

La escena terminó dejándome en suspenso de su significado...
De repente una voz amiga, con acento francés desde atrás me dijo:
-"Aquí abajo estamos en el olvido de la verdad trascendente y sobrenatural" pequeña "Luego que la sed es condición de salvación. Hay que tener sed de esa verdad olvidada hasta sentir que la sed nos mata"-dijo suspirando de alegría y con ojos llenos de ternura-"En fin, que la sed es saciedad seguramente..."Dijo como para sus adentros y agregó "Si tenemos suficiente sed de esa agua, y si sabemos que nos corresponde beberla en tanto somos hijos de Dios, ella nos será acordada"-dijo por ultimo con una alegría en extremo contagiosa.
Me dí vuelta contenta para recibirla a Simone, ella me sonrió;en seguida quise contarles a las chicas pero cuando iba a mitad de la escalera ella sonriendo desapareció...

viernes, 17 de octubre de 2008

Acerca de la Verdad Encarnada


Es noche oscura en el medio del Jardín, la luz de la luna en su azul palidez apenas alumbra las grandes habitaciones de techo gris...y de repente en medio de la noche un grito claro y fuerte, un grito de una desesperación que busca la esperanza, la esperanza de la Verdad encarnada:
"Busco una Verdad por la cual vivir y morir, en los milagros y en el silencio, en la luz y en la oscuridad, en el Tabor y en la Cruz; una Verdad por la cual darlo todo y tenerlo todo, una Verdad de vida, una Verdad vivida"
No sé quién escuchará mi grito en medio de noche tan cerrada, donde hasta la Verdad aparece desdibujada, pero una vez no hace mucho, allá a lo lejos Alguien dijo: "Pedid y se os dará, buscad y encontrareis"

¡Señor, Señor Sálvanos que nos hundimos!


domingo, 12 de octubre de 2008

Sobre el camino, la casa, y el volar


Caminando hoy perdida en el Jardin entre miles de sentimientos de angustia adversa, recordando los buenos momentos pasados con mi gente amada, me dí cuenta que nuestro camino, entre valles tortuosos y lagos profundos, está lleno de pequeñas comarcas a las que llamamos hogar, pero hete aquí la pregunta ¿es la comarca, comarca, por ser un lugar, o lo es por las personas que allí han de habitar? Siempre me inclinaré a pensar que hasta el más triste lugar, puede ser hogar si en el hay recuerdos de personas con las cuales llenar esa bendita Soledad. Pero llegado el momento, ¿qué es aquello, que en medio de la comodidad del hogar, te hace querer despegar las alas y echarte a volar? Un volar que en el fondo es un renunciar a esa comodidad, un volar que además, en sí, es abrazar la propia Soledad, de la que uno allí estaría a salvo. ¿Es acaso egoísmo, odio o dolor? No, ya lo anuncia el génesis que la casa se ha de dejar; es más bien un querer perder, para volver a encontrar, es más bien un alejarse para volver a mirar y mirar mejor, es un respirar afuera en el aire para volver con los pulmones llenos; y es además el probarse que uno puede ser persona y volar por sí y de esa manera volver con esa riqueza de ser uno al hogar. ¿Es un llamado además? Sí es un llamado, es un llamado a crecer y a ser uno mismo, para así poder volver al Verdadero Hogar. Sin embargo, cuidado se ha de tener, no sea cosa, que el llamado y el ímpetu de volar te hagan, con el impulso de saltar romper y descuidar el propio hogar; es de recordar que siempre se ha de buscar el justo medio del horizonte al volar.

lunes, 6 de octubre de 2008

Eowyn y el Nazgul


Hoy andando en el desván de la mansión, fijando mi mirada lejos de los "fenómenos circundantes a la protención", saqué este fragmentito de un gran libro viejo que dedico a todos los que se tengan que enfrentar con algo a lo que le tengan gran miedo:
"Rápida como una nube de tormenta descendió la Sombra. Y se vio entonces que era una criatura
alada: un ave quizá, pero más grande que cualquier ave conocida; y parecía desnuda, pues no tenía plumas. Las alas enormes eran como membranas coriáceas entre dedos callosos; hedían. Una criatura acaso de un mundo ya extinguido, cuya especie, escondida en montañas olvidadas y frías bajo la luna, había sobrevivido incubando en algún nido horripilante esta progenie última y maligna. Y el Señor Oscuro la había adoptado, alimentándola con carnes putrefactas, hasta que fue mucho más grande que todas las otras criaturas aladas; y como cabalgadura la había entregado a su servidor. Descendió,descendió, y luego, replegando las palmas digitadas, lanzó un graznido ronco, y se posó de pronto sobre Crinblanca, y le hincó las garras encorvando el largo cuello implume. Una figura envuelta en un manto negro, enorme y amenazante, venía montada en aquella criatura. Llevaba una corona de acero, pero nada visible había entre el aro de la corona y el manto, salvo el fulgor mortal de unos ojos: el Señor de los Nazgül. Llamando a su corcel antes que se desvaneciera otra vez la oscuridad, había retornado al aire, y ahora volvía a atacar, trayendo consigo la ruina, transformando la esperanza en desesperación, y la victoria en muerte. Blandía una gran maza negra. Pero Théoden no había quedado totalmente abandonado. Los caballeros del séquito yacían sin vida en torno o habían sido llevados lejos de allí, arrastrados por la locura de sus corceles. Uno, sin embargo, permanecía junto al rey: el joven Dernhelm, fiel más allá del miedo, y lloraba, pues había amado a su señor como a un padre.
Durante la batalla, y hasta que la Sombra bajó, Merry se había mantenido a salvo en la grupa de Hoja de Viento, pero de pronto, el corcel aterrorizado había arrojado al suelo a sus jinetes, y ahora corría desbocado a través de la llanura. Merry se arrastraba en cuatro patas como una alimaña aturdida; se sentía ciego y enfermo de terror. «¡Paje del rey! ¡Paje del rey!» le gritaba el corazón dentro del pecho. «Tu obligación es seguir junto a él. "Seréis como un padre para mí", dijiste.» Pero la voluntad no le obedecía, y el cuerpo le temblaba. No se atrevía a abrir los ojos ni a levantar la cabeza. De improviso, en medio de aquella oscuridad que le ocupaba la mente, creyó oír la voz de Dernhelm; pero le sonó extraña, como si le recordase la de alguien que conocía.
— ¡Vete de aquí, dwimmerlaik, señor de la carroña! ¡Deja en paz a los muertos!
Una voz glacial le respondió:
— ¡No te interpongas entre el Nazgül y su presa! No es tu vida lo que arriesgas perder si te
atreves a desafiarme; a ti no te mataré: te llevaré conmigo muy lejos, a las casas de los lamentos, más allá de todas las tinieblas, y te devorarán la carne, y te desnudarán la mente, expuesta a la mirada del Ojo sin Párpado.
Se oyó el ruido metálico de una espada que salía de la vaina.
—Haz lo que quieras; mas yo lo impediré, si está en mis manos.
— ¡Impedírmelo! ¿A mí? Estás loco. ¡Ningún hombre viviente puede impedirme nada!
Lo que Merry oyó entonces no podía ser más insólito para esa hora: le pareció que Dernhelm se
reía, y que la voz límpida vibraba como el acero.
—¡Es que no soy ningún hombre viviente! Lo que tus ojos ven es una mujer. Soy Eowyn hija de
Eomund. Pretendes impedir que me acerque a mi señor y pariente. ¡Vete de aquí si no eres una criatura inmortal! Porque vivo o espectro oscuro, te traspasaré con mi espada si lo tocas.
La criatura alada respondió con un alarido, pero el Espectro del Anillo quedó en silencio, como
si de pronto dudara. Estupefacto más allá del miedo, Merry se atrevió a abrir los ojos: las tinieblas que le oscurecían la vista y la mente se desvanecieron. Y allí, a pocos pasos, vio a la gran bestia, rodeada de una profunda oscuridad; y montando en ella como una sombra de desesperación, al Señor de los Nazgül. Un poco hacia la izquierda, delante de la bestia alada y su jinete, estaba ella, la mujer que hasta ese momento Merry llamara Dernhelm. Pero el yelmo que ocultaba el secreto de Eowyn había caído, y los cabellos sueltos de oro pálido le resplandecían sobre los hombros. La mirada de los ojos grises como el mar era dura y despiadada, pero había lágrimas en las mejillas. La mano esgrimía una espada, y alzando el escudo se defendía de la horrenda mirada del enemigo. Era Eowyn y también era Dernhelm. Y el recuerdo del rostro que había visto en el Sagrario a la hora de la partida reapareció una vez más en la mente del hobbit: el rostro de alguien que ha perdido toda esperanza y busca la muerte. Y sintió piedad, y asombro; y de improviso, el coraje de los de su raza, lento en encenderse, volvió a mostrarse en él. Apretó los puños. Tan hermosa, tan desesperada, Eowyn no podía morir. En todo caso no iba a morir a solas, sin ayuda. El enemigo no lo miraba, pero Merry, no se atrevía a moverse temiendo que los ojos asesinos lo descubrieran. Lenta, muy lentamente, se arrastró a un lado; pero el Capitán Negro, movido por la duda y la malicia, sólo miraba a la mujer que tenía delante, y a Merry no le prestó más atención que a un gusano en el fango. De pronto, la bestia horripilante batió las alas, levantando un viento hediondo. Subió en el aire, y luego se precipitó sobre Eowyn, atacándola con el pico y las garras abiertas. Tampoco ahora se inmutó Eowyn: doncella de Rohan, descendiente de reyes, flexible como un junco pero templada como el acero, hermosa pero terrible. Descargó un golpe rápido, hábil y mortal. Y cuando la espada cortó el cuello extendido, la cabeza cayó como una piedra, y la mole del cuerpo se desplomó con las alas abiertas. Eowyn dio un salto atrás. Pero ya la sombra se había desvanecido. Un resplandor la envolvió y los cabellos le brillaron a la luz del sol naciente. El Jinete Negro emergió de la carroña, alto y amenazante. Con un grito de odio que traspasaba los tímpanos como un veneno, descargó la maza. El escudo se quebró en muchos pedazos, y Eowyn vaciló y cayó de rodillas: tenía el brazo roto. El Nazgül se abalanzó sobre ella como una nube; los ojos le relampaguearon, y otra vez levantó la maza, dispuesto a matar.
Pero de pronto se tambaleó también él, y con un alarido de dolor cayó de bruces, y la maza, desviada del blanco, fue a morder el polvo del terreno. Merry lo había herido por la espalda. Atravesando el manto negro, subiendo por el plaquín, la espada del hobbit se había clavado en el tendón detrás de la poderosa rodilla.
— ¡Eowyn! ¡Eowyn! —gritó Merry.
Entonces Eowyn, trastabillando, había logrado ponerse de pie una vez más, y juntando fuerzas
había hundido la espada entre la corona y el manto, cuando ya los grandes hombros se encorvaban sobre ella. La espada chisporroteó y voló por los aires hecha añicos. La corona rodó a lo lejos con un ruido de metal. Eowyn cayó de bruces sobre el enemigo derribado. Mas he aquí que el manto y el plaquín estaban vacíos. Ahora yacían en el suelo, despedazados y en un montón informe; y un grito se elevó por el aire estremecido y se transformó en un lamento áspero, y pasó con el viento, una voz tenue e incorpórea que se extinguió, y fue engullida, y nunca más volvió a oírse en aquella era del mundo."
No es mucho lo que nosotros podemos hacer ante nuestros miedos o ante las tinieblas, a lo sumo podemos pararnos de frente y enfrentarlos, recordando que la valentía no es la ausencia de miedo sino la conciencia de que hay algo más importante que el miedo. Tanto Eowyn como Merry tuvieron de frente a la poderosa sombra, y tuvieron aquel conocimiento; y Aquél que crea las cosas de la nada y saca santos de pecadores, trocó su miedo en valentia, su desesperación en hazaña, y les concedio la victoria.
Pues nada es imposible para aquél que hizo el cielo y la tierra que puede hacer a una simple mujer aplastar la cabeza del enemigo y al más pequeño de sus hijos llegar a las cumbres altas que traspasan su altura.
Hay que recordar, el Señor obra milagros, y siempre, siempre esta a nuestro lado para que podamos cumplir las hazañas para las que fuimos hechos, aún cuando aquellas nos parezcan a nosotros y a nuestros miedos y vergüenzas, imposibles.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Luz y Sombra

Cansada ya de tanto caminar y de tan poco contemplar me senté a un costado en el Jardín, propiamente desde aquel sitio podía vislumbrar dos paisajes diferentes pero que eran parte exacta del mismo paisaje, me daba cuenta que no podía apreciar el uno sin el otro y que si tornaba la vista para mirar sólo uno, enseguida ese paisaje perdía todo el aspecto maravilloso que tenía cuando se lo contemplaba con el otro, y viceversa. En eso me pegó en la cabeza que esa es la esencia de nuestra realidad paradojal, un conjunto de luces y sombras de días de sol y de tormentas, que no se pueden tomar solos y en si mismos sin olvidar su otro aspecto o contracara, en eso recordé lo que el buen Chesterton decía:
"La verdadera dificultad con este mundo nuestro, no es que sea un mundo irrazonable ni que sea un mundo razonable. La dificultad más común, es que es aproximadamente razonable; pero no del todo. La vida no es ilógica; pero es una trampa para los lógicos. Parece un poco más matemática y regular de lo que es; su exactitud está evidente, pero su inexactitud escondida; su salvajismo, yace en acecho."
Este es el porque justamente, del "Justo medio" del querido Aristoteles porque la realidad misma, no se puede ver de perfil, hay que verla de frente y de lleno, pues en cuanto nos quedamos con un sólo lado, empezamos a errar y confundimos, en nuestro afan de entender, de abarcar, de atrapar, la parte por el todo. Es así, que lo que hay que hacer, con la Realidad, es contemplarla, no quedarse con ella. Por eso, es que la Filosofía, no puede hacer un sistema. No cabe la paradoja en uno, porque en el momento que la dejas de contemplar de frente y la querés aprisionar, torpemente caes de bruces en ella y en uno de sus lados; perdiendo así todo el resto.
El secreto,pues al fin y al cabo, está en contemplar, sin querer aprisionar cada uno de sus lados, por eso "el ser y la esencia", por eso "el acto y la potencia", por eso "la sustancia y los accidentes" por eso "la realidad sensible y la inteligible", por eso "cuerpo y alma", y por eso "gracia y naturaleza" . Todas paradojas que no podemos atrapar de perfil si no que debemos contemplar de frente. Y en ese contemplar de frente a las luces y a las sombras esta nuestra madurez y nuestro crecimiento, en saber que así como hay días de Tormenta hay días de Sol y así como hay grandeza en el hombre también hay miseria. El alma pasa a desposarse con la realidad perdiendo, como decía Simone su virginidad, cuando puede asumir esta realidad, cuando es tocada por la desgracia, pero puede comprender que hay Cruz y que hay Tabor.

domingo, 21 de septiembre de 2008

In Dubio


Luego de arribadas a Misselthwaite el otro día, fui a mi habitación a descansar, había tenido un día lleno de dudas, y oscuridad producto de la caída de un héroe que yo solía admirar. Afortunadamente, los consejos sabios y a tiempo de Ruth me pudieron ayudar, sin embargo, mientras meditaba en mi habitación y las dudas amenazaban a querer entrar en la puerta que yo quería mantener cerrada, recordé por misericordia divina, un pasaje de la infancia el cual yo se lo había atribuido a Kant, pero que sin embargo en los momentos de duda siempre puede ayudar y este es:

"Entraron dos, terrígeros a la habitación, pero en lugar de avanzar se colocaron a ambos lados de la puerta e hicieron una profunda reverencia. Los siguió de inmediato la última persona que hubieran esperado o deseado ver: la Dama de la Túnica Verde, la Reina de Bajotierra. Se quedó inmóvil a la entrada de la puerta, y 'todos pudieron ver que sus ojos se movían abarcando toda la escena: los tres extranjeros, la silla de plata destruida y el Príncipe en libertad, con su espada en la mano.

Se puso muy pálida; a Jill le pareció esa suerte de palidez que cubre el rostro de algunas personas no por miedo sino por rabia. Por un momento la Bruja fijó su mirada en el Príncipe, una mirada asesina. Pero pareció cambiar de idea.

-Váyanse -dijo a los dos terrígeros-. Y no permitan que nadie nos moleste hasta que yo llame, bajo pena de muerte.

Los gnomos salieron obedientes con su paso silencioso, y la Bruja Reina cerró la puerta con llave.

-¿Cómo estás, mi señor Príncipe? -dijo-. ¿Aún no tienes tu ataque nocturno o se te ha pasado tan pronto? ¿Por qué estás aquí parado y sin ataduras? ¿Quiénes son estos extraños? ¿Son ellos los que han destruido la silla que era tu única salvación?

El Príncipe Rilian tiritaba mientras ella hablaba. Y no es de extrañar: no es nada fácil quitarse de encima un hechizo del que se ha sido un esclavo por diez años. Luego habló con gran esfuerzo.

-Señora, ya no habrá necesidad de esa silla. Y tú, que me has dicho cientos de veces la profunda compasión que te inspiraba yo por las brujerías que me tenían prisionero, sin duda escucharás con alegría que se han acabado para siempre. Parece que había un pequeño error en el modo en que tu Señoría las trataba. Estos, mis verdaderos amigos me han, liberado. He recuperado mi sano juicio, y hay dos cosas que quiero decirte. Primero, respecto al propósito de su Señoría de ponerme a la cabeza de un ejército de terrígeros con el objeto de irrumpir en Sobretierra y allí, por la fuerza, hacerme rey de una nación que jamás me hizo ningún daño, asesinando a sus legítimos señores y ocupando su trono como un tirano sanguinario y extranjero, ahora, que sé quién soy, aborrezco con todas mis fuerzas tamaña villanía y renuncio a ella. Y segundo, soy el hijo del Rey de Narnia, soy Rilian, el único hijo de Caspian, Décimo de ese nombre, que algunos llaman Caspian el Navegante. Por lo tanto, señora, es mi propósito, y también mi deber, partir de inmediato de la corte de su Alteza rumbo a mi propia patria. Por favor, danos a mí y a mis amigos un salvoconducto y un guía que nos lleve a través de tu oscuro reino.

La Bruja no dijo absolutamente nada, sino que caminó muy despacio por la habitación, siempre mirando de fijo al Príncipe. Al llegar a una pequeña caja pegada en la pared cerca de la chimenea, la abrió y sacó primero un puñado de polvo verde y lo arrojó al fuego. No ardió mucho, pero exhaló un aroma dulce que producía sueño. Y durante toda la conversación que siguió, el olor- se hizo más fuerte y fue llenando el cuarto, embotando el pensamiento. En seguida, sacó un instrumento musical muy semejante a una mandolina. Empezó a tocar con sus dedos, rasgueando una melodía tan repetida y monótona, que a los pocos minutos casi no la notabas. Pero mientras menos la notabas, más se te metía en el cerebro y en la sangre. Esto también dificultada el poder pensar. Después de rasguear un rato (y el aroma dulce se hacía cada vez más intenso), comenzó a hablar con una voz melodioso y tranquila.

-¿Narnia? -dijo-. ¿Narnia? A menudo escuché a su Señoría pronunciar ese nombre en sus delirios.

Querido Príncipe, estás muy enfermo. No hay ninguna tierra que se llame Narnia.

-Pero claro que la hay, Señora -dijo Barroquejón-. Sucede que yo he vivido allí toda mi vida.

- ¿De veras? -dijo la Bruja-. Dime, te lo ruego, dónde está ese país.

-Allá arriba -repuso Barroquejón con firmeza, señalando hacia lo alto-. No... no sé exactamente dónde.

- ¿Cómo? -exclamó la Reina, con una risa bondadosa, suave, musical-. ¿Existe un país arriba entre las piedras y el cemento del techo?

-No -replicó Barroquejón, batallando un poco por recuperar el aliento-. Está en el Mundo de Encima.

- ¿Y qué es o dónde está, hazme el favor, este, cómo lo llamas, Mundo de Encima?

- ¡No te hagas la tonta! -exclamó Scrubb, que luchaba duro contra el encantamiento del aroma dulzón y del rasgueo-. ¡Como si no lo supieras! Está encima, encima, donde puedes ver el cielo y el sol y las estrellas. Pero, si tú has estado allá. Allí nos conocimos.

-Te pido perdón, amiguito -se rió la Bruja (nunca has oído una risa más adorable)-. No recuerdo haberte conocido. Pero muy a menudo encontramos. a nuestros amigos en los sueños. Y a menos que todos sueñen lo mismo, no puedes pedirles que lo recuerden.

-Señora -dijo el Príncipe con dureza-. Ya he dicho a su Gracia que soy el hijo del Rey de Narnia.

-Y vas a ser, amigo querido -dijo la Bruja con voz tranquilizadora, como si le siguiera el juego a un niño-, vas a ser rey de muchas tierras inventadas por tus fantasías.

-Nosotros estuvimos ahí también -dijo bruscamente Jill.

Estaba sumamente enojada, porque sentía que el hechizo la estaba envolviendo por momentos. Pero, en realidad, el hecho de que pudiera todavía sentirlo, probaba que la magia aún no funcionaba totalmente.

-Y tú eres Reina de Narnia también, no lo dudo, preciosa -dijo la Bruja en el mismo tono zalamero y medio burlón.

-No soy nada de eso -contestó Jill, dando una patada en el suelo-. Nosotros venimos de otro mundo.

- ¡Pero este juego es mucho más bonito que el otro! -exclamó la Bruja-. Cuéntanos, damisela, dónde está ese otro mundo. ¿Qué barcos y carros viajan entre ese mundo y el nuestro?

Por, supuesto que a Jill se le vinieron montones de cosas a la cabeza inmediatamente: el Colegio Experimental, Adela Pennyfather, su hogar, equipos de radio, cines, automóviles, aviones, cupones de racionamiento, colas, Pero parecían borrosas y muy lejanas. (Tran... tran.. tran... sonaban las cuerdas del instrumento de la Bruja). Jill no podía acordarse de los nombres de las cosas de nuestro mundo. Y ahora no se le vino a la mente la idea de que la estaban hechizando, puesto que ya la magia había tomado toda su fuerza; y, claro, mientras más hechizada estás, más segura te sientes de que no estás en absoluto embrujada.

Se encontró diciendo (y fue un alivio decirlo):

-No. Supongo que ese otro mundo debe ser sólo un sueño.

-Sí. Es sólo un sueño -afirmó la Bruja, rasgueando siempre.

-Sí, sólo un sueño -repitió Jill.

-Ese mundo no ha existido jamás -dijo la Bruja.

-No -dijeron Jill y Scrubb-, jamás existió ese mundo. -Nunca hubo otro mundo fuera del mío -dijo la Bruja.

-Nunca hubo otro mundo fuera del tuyo -repitieron los demás.

Barroquejón todavía batallaba fuerte.

-No entiendo muy bien lo que ustedes quieren decir por un mundo -dijo resollando como un hombre al que falta el aire-. Puedes tocar ese violín hasta que se te duerman los dedos, pero no me harás olvidar a Narnia; y a todo el resto del Mundo de Encima. No lo volveremos a ver, no me extrañaría nada. Debes haberío ocultado y oscurecido como éste, qué sé yo. Es muy posible. Pero yo sé que estuve allí alguna vez.

He visto el cielo lleno de estrellas. He visto el sol saliendo- del mar en las mañanas y escondiéndose detrás de las montañas en las noches. Y lo he visto en el cielo, a mediodía, cuando no podía mirarlo por su luminosidad.

Las palabras de Barroquejón tuvieron un efecto extraordinario. Los otros tres volvieron a respirar y se miraron como si acabaran de despertar.

- ¡Claro, esto es! -gritó el Príncipe-. ¡Por supuesto! Aslan bendiga a este honrado renacuajo del pantano. En estos últimos minutos todos estábamos soñando. ¿Cómo pudimos olvidarlo? Claro que hemos visto el sol.

- ¡Claro que sí, por Dios santo! -exclamó Scrubb-. ¡Estupendo, Barroquejón! Eres el único inteligente de todos nosotros, no lo dudo.

Entonces se escuchó la voz de la Bruja, suavemente arrulladora como la de una paloma en lo alto de un olmo en un viejo jardín a eso de las tres, en la mitad de una tarde soñolienta de verano; y dijo:

-¿Qué es ese sol de que hablan ustedes? ¿Quieren significar algo con esa palabra? , -sí, sabemos requetebién lo que significa -respondió Scrubb.

- ¿Puedes decirme cómo es? -preguntó la Bruja (tran, tran, tran, sonaban las cuerdas).

-Permíteme, Señoría -dijo el Príncipe, muy fría y cortésmente-. ¿Ves esa lámpara? Es redonda y amarilla y da su luz a toda la habitación; y además cuelga del techo. Bueno, lo que llamamos sol es como esa lámpara, sólo que muchísimo más grande y más brillante. Ilumina con su luz todo el Mundo de Encima y cuelga del cielo.

-¿Cuelga de, dónde, mi señor? -preguntó la Bruja; luego, mientras todavía pensaban cómo responderle, ella agregó con otra de sus suaves risas de plata--. ¿Ven'? Cuando tratan de pensar claramente cómo será este sol, no pueden decírmelo. Lo único que me pueden decir es que se parece a la lámpara. Vuestro sol es un sueño; y no hay nada en ese sueño que no haya sido copiado de la lámpara. La lámpara es real; el sol es nada más que un cuento, un cuento de niños.

-sí, ahora lo comprendo -dijo Jill, con tono pesado y desesperado-. Debe ser así. -Y al decirlo le pareció muy sensato.

Lenta y gravemente la Bruja repitió: "No hay sol". Y ellos no dijeron nada. Repitió con una voz más blanda y profunda: "No hay sol". Después de una pausa, y luego de un gran esfuerzo mental, los cuatro dijeron al mismo tiempo- "Tienes razón. No hay sol". Fue un alivio tan grande darse por vencidos y decirlo...

-Nunca existió el sol -dijo la Bruja.

-No. Nunca existió el sol -repitieron el Príncipe, y el. Renacuajo del Pantano, y los niños.

En esos últimos minutos, Jill tuvo la sensación de que había algo que debía recordar a toda costa. Y lo había logrado, pero era tremendamente difícil decirlo. Sentía un peso inmenso sobre sus labios. Por último, con un esfuerzo pareció sacar todo lo bueno que tenía adentro.

-¡Existe Aslan! -dijo.

- ¿Aslan? -dijo la Bruja, acelerando muy ligeramente el ritmo de su rasgueo-. ¡Qué lindo nombre!

¿Qué significa?

-Él es el gran León que nos trajo desde nuestro mundo -repuso Scrubb-, y nos envió a buscar al Príncipe Rilian.

-¿Qué es un león? -preguntó la Bruja.

- ¡Córtala ya! -exclamó Scrubb-. ¿No lo sabes? ¿Cómo podemos describírtelo? ¿Has visto alguna vez un -Por supuesto -contestó la Reina-. Me encantan los gatos.

-Bueno, un león se parece un poco, un poquito no más, en verdad, a un inmenso gato, con melena.

Pero no como la melena de un caballo, te fijas, sino más bien como la peluca de un juez, Y amarillo. Y terroríficamente fuerte.

La bruja movió su cabeza.

-Ya veo -dijo- que no nos irá mejor con vuestro león, como lo llaman ustedes, que con vuestro sol.

Han visto lámparas y se han imaginado una lámpara más grande y mejor y la han llamado sol. Han visto gatos, y ahora quieren un gato más grande y mejor, y lo han llamado león. Bien, es una bonita invención, pero, para ser sincera, les sentaría mejor si fueran más jóvenes. Y vean que no pueden inventar nada en sus fantasías sin copiarlo del mundo real, este mundo mío, que es el único. Pero hasta ustedes, niños, ya están grandes para tales juegos. Y en lo que toca a vos, mi señor Príncipe, que sois un hombre adulto ya, ¡qué vergüenza! ¿No te ruborizas con estos jugueteas? Vengan todos. Dejen esas triquiñuelas infantiles. Tengo trabajo para ustedes en el mundo real. No hay Narnia, ni Mundo de Encima, ni cielo, ni sol, ni Aslan. Y ahora, todos a la cama. Y empecemos mañana una vida más sensata. Pero primero, a la cama; a dormir; un sueño profundo, con blandas almohadas, a dormir sin sueños tontos.

El Príncipe y los dos niños estaban de pie con las cabezas colgando, las mejillas sonrojadas, los ojos entrecerrados; no les quedaba una gota de fuerza; el hechizo estaba casi cumplido. Pero Barroquejón, reuniendo con desesperación todas sus energías, caminó hasta el fuego. Entonces realizó un acto de gran valentía. Sabía que no le haría tanto daño como a un humano, pues sus pies (que estaban descalzos) eran palmeados y duros y de sangre fría como los de un pato. Pero sabía que le dolería muchísimo; y así fue.

Con sus pies desnudos pisoteó el fuego, convirtiendo gran parte de éste en cenizas sobre el hogar de la chimenea. Y en ese instante sucedieron tres cosas.

La primera, el pesado aroma dulzón se hizo menos intenso. Porque, aunque no se apagó totalmente, el fuego, se consumió una buena parte, y lo que quedaba olía fuertemente a renacuajo del pantano quemado, el cual no es un olor de brujería. Esto permitió que instantáneamente se aclararan las mentes de todos. El Príncipe y los niños levantaron la cabeza de nuevo y abrieron los ojos.

La segunda fue que la Bruja, con una voz fuerte y terrible, totalmente diferente de los dulces tonos utilizados hasta ahora, gritó:

-¿Qué estás haciendo? ¡Atrévete a tocar una vez más mi fuego, porquería de barro, y haré arder como fuego la sangre en tus venas!

La tercera fue que el mismo dolor hizo que en un segundo se despejara la mente de Barroquejón y supiera exactamente lo que estaba pensando. No hay como un buen sacudón de dolor para disolver algunos tipos de magia.

-Una palabra, Señora -dijo, alejándose de la chimenea, cojeando por el dolor-. Una palabra. Todo lo que has dicho es muy cierto, no me extrañaría nada. Soy un tipo al que siempre le ha gustado conocer lo peor para luego enfrentarlo lo mejor posible. Así que no negaré nada de lo que has dicho. Pero aun así queda algo más que decir. Supongamos que sólo hayamos soñado o inventado todas esas cosas, árboles y pasto y sol y luna y estrellas y el propio Aslan. Supongamos que así fuera. Entonces todo lo que puedo decir es que, en ese caso, las cosas inventadas parecen ser mucho más importantes que las verdaderas.

Supongamos que este foso negro que es tu reino sea el único mundo. Bueno, a mí se me ocurre que es harto pobre. Y eso es lo divertido, si te pones a pensar. Nosotros somos sólo niñitos imaginando un juego, si es que tú tienes la razón. Pero cuatro niñitos jugando un juego pueden hacer un mundo de juguete que le gana muy lejos a tu tan verdadero mundo hundido. Por eso me voy a quedar con el mundo de los juegos.

Estoy del lado de Aslan en ese mundo, aunque no exista un Aslan que lo gobierne. Voy a vivir lo más como narniano que pueda aunque no haya ninguna Narnia. Por lo tanto, agradecemos mucho tu cena y, si estos dos caballeros y esta dama están dispuestos, abandonaremos tu corte de inmediato y partiremos en la oscuridad a pasar nuestras vidas en la búsqueda de Sobretierra. No creo que nuestras vidas vayan a ser muy largas; pero sería una pérdida mínima si el mundo es un lugar tan aburrido como tú dices.

- ¡Bravo! ¡Viva el buen Barroquejón! -gritaron Scrubb y Jill."

jueves, 18 de septiembre de 2008

miércoles, 17 de septiembre de 2008

La porteña ciudad


Queridos amigos:
Charlando con Jack acerca de mi ético trabajo, encontré este ejemplo acerca de la razón a la cual me refiero que hay que abandonar.
Espero además que disfruten este trocito del Gran Divorcio
cariños
Mary
"Muy cerca vi que estaba otro de los personajes brillantes en plena conversación con un fantasma. Era el gordo de voz culta que me había hablado en el autobús; parecía llevar polainas. —Hijo querido, qué gusto de verte —le estaba diciendo al espíritu, que iba desnudo y era cegadoramente blanco—. El otro día estuve hablando con tu pobre padre y nos preguntábamos dónde estarías. —¿No lo trajo? —dijo el otro. —Bueno, no. Vive muy lejos del autobús y, para serte franco, se ha puesto un tanto excéntrico últimamente. Un poco difícil. Perdiendo el control. Nunca estuvo preparado para hacer grandes esfuerzos, sabes. Si recuerdas bien, solía irse a dormir cada vez que nos poníamos a conversar en serio. Ah, Dick, nunca olvidaré esas conversaciones. Espero que hayas cambiado un poco tus puntos de vista. Te habías cerrado bastante hacia el final de tu vida. Pero sin duda que otra vez debes haber ampliado tus ideas. —¿Qué me quiere decir? —Bueno, ahora es obvio, verdad, que no tenías toda la razón. ¡Pero, querido muchacho, si habías llegado a creer en la existencialiteral de un cielo y un infierno!
—¿Pero no es así? —Oh, en sentido espiritual, sin duda. Todavía creo, así, en eso. Sigo buscando el reino, mi querido niño. Pero nada supersticioso ni mitológico... —Perdón. ¿Dónde cree que ha estado? —Ah, ya veo. Me estás diciendo que la ciudad gris con esa constante esperanza de la mañana (debemos vivir según la esperanza, ¿verdad?), con su campo para el progreso indefinido, es, en cierto sentido, el cielo, si sólo tuviéramos ojos para verlo. Es una hermosa idea. —No quise decir eso; de ningún modo. ¿Es posible que no sepa dónde ha estado? —Ahora que lo dices, creo que nunca le dimos un nombre. ¿Cómo la llamas? —La llamamos infierno. —No hace falta ser agresivo, muchacho. Puede que no sea muy ortodoxo, en el sentido que das a la palabra, pero me parece que, verdaderamente, estos asuntos se deben exponer con sencillez, seriedad y reverencia. —¿Hablar reverentemente del infierno? Dije exactamente lo que dije. Usted ha estado en el infierno. Aunque, si no desea regresar, lo puede llamar purgatorio. —Continúa, querido muchacho, continúa. Esto parece tan de ti. Sin duda me podrás decir por qué, según tú, me enviaron allí. No estoy molesto. —¿Pero acaso no lo sabe? Lo enviaron allí porque es usted un apóstata. —¿Hablas en serio, Dick? —Completamente.
—Esto es peor de lo que creía. ¿Crees, de verdad, que se castiga a la gente por sus opiniones más honestas? Suponiendo, claro, para seguir la conversación, que esas opiniones fueran erróneas. —¿Acaso no cree usted que hay pecados de la inteligencia? —Por cierto que sí, Dick. Hay los prejuicios más cerrados, la deshonestidad intelectual, la pusilanimidad, el inmovilismo. Pero las opiniones honestas, que se siguen sin miedo... no son pecado.
—Ya sé que solíamos conversar así. Lo hice hasta el final, cuando me convertí en caso ejemplar de lo que usted llamaría estrechez mental. Y todo depende de lo que llamemos opiniones honestas. —Las mías lo eran, evidentemente. No sólo eran honestas, sino heroicas. Las afirmé sin miedo. Cuando la doctrina de la Resurrección dejó de satisfacer las facultades críticas con que Dios me dotó, la rechacé abiertamente. Prediqué mi famoso sermón. Desafié a toda la facultad. Corrí todos los riesgos.
—¿Qué riesgos? ¿Qué otra cosa podía resultar de todo ello aparte de lo que efectivamente resultó..., popularidad, ventas para sus libros, invitaciones, un obispado finalmente? —Dick, esto no es digno de ti. ¿Qué estás insinuando? —Amigo mío, no estoy insinuando nada. Vea usted, ahora sé. Seamos francos. Nuestras opiniones no fueron tan honestas. Nos encontramos, sencillamente, en contacto con una determinada corriente de ideas y nos sumergimos en ella porque nos pareció moderna y exitosa. En la universidad empezamos a escribir automáticamente el tipo de ensayos que servían para obtener buenas calificaciones, diciendo el tipo de cosas que merecerían aplausos. Me parece que nunca, en toda la vida, enfrentamos honestamente, en soledad, la única pregunta en torno a la cual gira todo: ¿ocurre, al cabo, lo sobrenatural? ¿Resistimos alguna vez, realmente, la pérdida de nuestra fe? —Si pretendes hacer un esquema de la génesis de la teología liberal, en general, te respondo que eso es pan-fletario. ¿Me vas a decir que hombres como...? —No pretendo generalizar nada. Sólo me refiero a usted y a mí. Oh, y como ama su propia alma, recuerde. Sabía que los dos estábamos jugando con dados cargados. No queríamos que el otro tuviera razón. Temíamos un salvacionismo burdo, el quiebre con el espíritu del tiempo, el ridículo; temíamos especialmente los verdaderos temores y esperanzas. —No voy a negar que los jóvenes pueden cometer errores. Pueden estar influidos por las modas de pensamiento. Pero no se trata de cómo se forman las opiniones. El punto es que aquéllas eran mis honestas opiniones, expresadas con sinceridad. —Por supuesto. Si uno se deja a la deriva, si no resiste, si no reza, si acepta cualquier demanda semicons-ciente de sus deseos, se llega a un punto en que ya no se cree en la Fe. Del mismo modo, un hombre celoso, a la deriva y sin fuerzas para resistir, puede llegar a un punto en que cree cualquier mentira sobre su mejor amigo; también el ebrio llega a un punto en el cual cree (de momento) que otro vaso no le hará daño. Esas creencias son sinceras en el sentido que efectivamente ocurren como sucesos psicológicos en la mente. Si eso me quiere usted significar con sinceridad, son sinceras, y lo eran las nuestras. Pero los errores, sinceros en ese sentido, no son inocentes. —¡Estás a punto de justificar la Inquisición! —¿Por qué? El que la Edad Media haya errado en una dirección, ¿acaso significa que no hay error posible en la dirección opuesta? —Bueno, esto es extremadamente interesante —dijo el fantasma episcopal—. Es un punto de vista. Por cierto que es un punto de vista. Mientras... —No hay mientras —respondió el otro—. Todo eso terminó. No estamos jugando. Le he estado hablando del pasado (del suyo y del mío) sólo para que lo deje usted para siempre. Basta un tirón y saldrá el diente. Puede empezar como si nada hubiera ido mal. Blanco como la nieve. Todo es verdad, verdadero, verá usted. El está en mí, para usted, con ese poder. Y... he caminado mucho para reunirme con usted. Ha visto el infierno. Está viendo, mejor, tiene a la vista el cielo. ¿Se va a arrepentir, va a creer, ahora? —No estoy seguro de estar entendiendo exactamente lo que me quieres decir —dijo el fantasma. —No estoy tratando de demostrar nada —respondió el espíritu—. Le estoy diciendo que se arrepienta y que crea. —Pero hijo querido, si ya creo. Es posible que no estemos completamente de acuerdo, pero me estás juzgando muy mal si no adviertes que mi religión es muy concreta y real y que la estimo mucho.
—Muy bien —dijo el otro, como si cambiara de plan—. ¿Va usted a creer en mí? —¿En qué sentido? —¿Vendrá conmigo a las montañas? Al principio le dolerá un poco, hasta que se le endurezcan los pies. La realidad resulta dura para los pies de sombra. ¿Pero vendrá usted? —Bueno, sí que es un buen programa. Estoy dispuesto a considerarlo. Por cierto, necesito de algunas garantías... Me gustaría tener la seguridad de que me estás llevando a un lugar donde se me ampliará la esfera de utilidad, donde tendrán mayor alcance los talentos que Dios me ha concedido, donde el ambiente será propicio para la libertad de pensamiento, en una palabra, donde habrá lo que uno entiende por civilización y... uh... por vida espiritual. —No —dijo el otro—. No le puedo prometer nada de eso. Ninguna esfera de utilidad; allí no le necesitan para nada. Ni el menor alcance para sus talentos; sólo el perdón por haberlos pervertido. Ningún ambiente propicio para la crítica: le llevo a la tierra de las respuestas, no de las preguntas. Y verá el rostro de Dios. —¡Ah, pero debemos interpretar esas bellas palabras a nuestro modo! No creo que exista nada semejante a una respuesta definitiva. El viento libre de la crítica debe seguir soplando siempre en la mente, ¿o no? "Demuestra todo"... Viajar con esperanza es mejor que llegar. —Si eso fuera cierto, y se supiera que es cierto, ¿cómo podría nadie viajar esperanzadamente? No habría nada que esperar.
—¿Pero verdad que sientes que hay algo de estrecho y rígido en la idea de finalidad? El inmovilismo, querido muchacho... ¿Hay algo más destructor del alma que el inmovilismo? —Así lo cree, porque hasta ahora solamente ha experimentado la verdad con la inteligencia abstracta. Le llevaré donde la podrá saborear como si fuera miel, donde le abrazará como una novia. Y le saciará la sed. —Bueno, en verdad, verás, no creo que tenga una sed de alguna verdad ya dispuesta y capaz de acabar con la actividad intelectual del modo que pareces estar describiendo. ¿Me dejará libertad mental, Dick? Tengo que insistir en ello. —Quedará libre como es libre de beber el hombre mientras está bebiendo. Sin embargo, no es libre entonces para estar seco. El fantasma pareció pensar un instante. —Esa idea no me conduce a ninguna parte —dijo al fin.
—¡Escuche! —expresó el espíritu blanco—. Alguna vez fue
niño. Alguna vez supo del objetivo de las preguntas. Hubo un tiempo en que preguntaba porque quería respuestas y se alegraba cuando las hallaba. Vuelva a ser ese niño. Incluso ahora. —Ah, pero cuando me hice hombre, dejé de lado las cosas de niño. —Se ha equivocado mucho. La sed se hizo para el agua; la pregunta para la verdad. Lo que hoy llama juego libre de la crítica tiene tanto que ver con los fines para los cuales se le concedió inteligencia como la masturbación con el matrimonio. —Si no podemos ser respetuosos, por lo menos tampoco es necesario ser obscenos. La insinuación de que debo regresar a la infancia para recuperar la capacidad de preguntar por los hechos me parece impertinente. En cualquier caso, este asunto de la concepción del pensamiento como ejercicio de preguntas y respuestas sólo atañe a materias de facto. Las preguntas religiosas y especulativas pertenecen, sin duda, a otro nivel. —Aquí no sabemos nada de religión; sólo pensamos en Cristo. Nada sabemos de especulaciones. Venga y verá. Le llevaré al Hecho Eterno, al Padre de todo lo factible. —Debo objetar vigorosamente esa descripción de Dios como "hecho". Valor Supremo sería, seguramente, una descripción menos inadecuada. Resulta difícil... —¿Ni siquiera cree que existe? —¿Existe? ¿Qué significa existencia? Siempre estás suponiendo una suerte de realidad' estática, ya dispuesta, que está, digamos, "allí", y a la cual nuestra mente tiene, sencillamente, que adaptarse. Estos grandes misterios no se pueden enfocar así. Si hubiera tal cosa (y no hace falta que me interrumpas, querido muchacho), francamente, no me debería interesar. No tendría significación religiosa alguna. Dios, para mí, es algo puramente espiritual. El espíritu de la dulzura, de la luz, de la tolerancia y... uh... del servicio, Dick, servicio. No debemos olvidar eso, verás.
—Si la sed de la razón verdaderamente ha muerto... —dijo el espíritu, y se interrumpió, ponderando lo que pensaba—. ¿Pero puede, por lo menos —agregó de súbito—, desear todavía la felicidad? —La felicidad, mi querido Dick —dijo el fantasma, con placidez—, la felicidad, como advertirás cuando seas mayor, yace en el sendero del deber. Lo cual me recuerda... Bendita sea mi alma, casi me olvido. Por supuesto que no puedo ir contigo. Tengo que regresar el viernes a leer una comunicación. Allá abajo tenemos una pequeña sociedad teológica. ¡Oh, sí! Y hay gran actividad intelectual. Quizás de no muy alta calidad. Se advierte cierta incapacidad de precisión... , cierta confusión mental. En eso les puedo ser de alguna utilidad. Incluso hay celos lamentables... No sé por qué, pero el temperamento general parece menos controlado que antes. No obstante, uno no debe esperar demasiado de la naturaleza humana. Creo que puedo realizar una gran obra entre ellos. ¡Pero ni siquiera me has preguntado de qué trata mi comunicación! Me estoy apoyando en el texto sobre crecer a la medida de la estatura de Cristo, y trabajando una idea que estoy seguro te va a interesar. Voy a destacar que la gente siempre olvida que Jesús —en este momento el fantasma se inclinó— era un hombre relativamente joven cuando murió. Habría superado alguno de sus iniciales puntos de vista, sabrás, si hubiera vivido más. Y lo mismo habría hecho con un poco más de tacto y paciencia. Le voy a preguntar a mi público cuáles habrían sido sus ideas maduras. Una pregunta del más profundo interés. ¡Qué cristianismo diferente habríamos tenido si sólo su fundador hubiera alcanzado toda su estatura! Voy a finalizar señalando cómo esto ahonda la significación de la cruz. Por primera vez uno siente el desastre que fue: qué desperdicio más trágico... Tanta promesa interrumpida. Oh, ¿te tienes que marchar? Bueno, yo también. Adiós, querido muchacho. Ha sido un placer. Muy estimulante y provocativo. Adiós, adiós, adiós. El fantasma saludó con la cabeza y sonrió al espíritu con su sonrisa clerical más brillante —o con la mejor aproximación que sus insustanciales labios podían controlar— y se volvió, entonando para sí mismo "Ciudad de Dios, qué grande y distante". "