lunes, 24 de noviembre de 2008

y mientras tanto...


Como en un rato parto hacia los jardines de la Armonía, no me quería ir y que fueran ya casi dos semanas en las que nada escribo, ya Athena, no Ruth esta vez me estuvo recordando el tiempo que hacía de que no escribía algo diciéndome "yo leía un blog...". Sin embargo sepan amigos que han sido semanas difíciles y tormentosas en el jardín, aunque la última si bien ha sido dificil, ha sido una semana como ha puesto don Natalio en sus pagos para dar gracias a Dios y cantar las alabanzas de aquel que tiene misericordia y se acuerda de sus más pequeños aún cuando ellos en su dolor y desesperación se olviden de Él... por eso siempre ante nuestro grito de desesperación dolor y ayuda Él responde "hombres de poca fe..." con una especie de sonrisa tierna pero que a la vez esconde un reproche o gruñido como lo pone Lewis en Aslan. Aparte de dar Gracias por la misericordia, debo dar gracias por haber pasado ayer domingo 7 años de mí bautismo, 7 años de que fuí sorprendida por la alegría de saberme hija de Dios y de descubrir y asombrarme con las maravillas de la creación. Sí mi camino fue el asombro y la maravilla y por ende mi camino fue la Alegría. Ella la Alegría fue la que me llevo de a poco, paso a paso al encuentro con Nuestro Señor, y desde entonces ella ha sido como dice Lewis uno de los indicadores o carteles del camino que me indican la vía hacia Casa.
Luego de esta Introducción les dejo la siguiente interesante carte que me encontre en el desban de Misselthwaite, espero que su reflexión les sea tan provechosa como en su momento para mí lo fue:
"Querido Navegante:
¿Cuál es el riesgo o el peligro de la soledad? Me preguntas, el riesgo está en cerrarse en uno mismo, en no ver más allá del propio dolor; ese no hacer nada que en realidad es una no salida a Dios o a las criaturas, en la medida en que a cada uno corresponde. Ésta es la soledad, es la pereza o la desidia que ataca el alma hasta ahogarla en si misma, cortándole cualquier vida interior o exterior, no dejando que ame a nada mas que a sí misma. De esta manera el alma se aleja de la cura de esta soledad, que es en el fondo desesperación. Y ¿sabes cuál es la cura?, querido Navegante, la cura es el Amor en comienzo a las criaturas y luego por elevación a Dios. Solo amando es como se sale de si mismo y se comienza a ser quien uno es, sólo amando la persona se completa y realiza totalmente su acto de ser, el cual le fue dado por Dios es un mismísimo acto de Amor. Sin embargo sólo cuando sale de sí hacia Dios, luego de haber pasado por las criaturas, es cuando completa la persona su propia dialéctica de Cruz volviendo a sí, afirmándose en quien es.
Espero, querido Navegante con esto haber ajustado tu compás para que pases seguro por los mares de la soledad, procura no engañar tu vista en su vastedad, mirando siempre a las estrellas, ya que ellas te habrán de guiar, hacia la verdadera Soledad, donde a Dios haz de encontrar.
Se despide afectuosamente tu hermano
Volante"

martes, 11 de noviembre de 2008

Agnus Dei I

No, esta Vez Ruth no me va a sacar las papas del fuego o debería decir los tomates (gustaría de que lo haga más seguido en verdad escribe lindo). Para quien vio la película entenderá a quien se parece mi amiga, pero yo no voy a hablar hoy de esa película tan cara a mis afectos; aunque aquella tiene muchas enseñanzas y cosas para sacar, hoy tornaré la mirada hacia otro lugar.
Hay una frase en el Evangelio que estos días ha estado sonando en mi cabeza mientras caminaba entre parciales por el Jardín:



"Venid a Mí todos los agobiados y los cargados, y Yo os haré descansar. Tomad sobre vosotros el yugo mío, y dejaos instruir por Mí, porque manso soy y humilde en el corazón; y encontrareis reposo para vuestra vidas. Porque mi yugo es excelente; y mi carga es liviana"(Mt 11 28-30)

Esta frase surgió cuando me estaba preguntando si para restablecer la justicia se necesitaría padecer la injusticia, como dicen muchas veces las tragedias griegas sobre todo la Orestíada "La sangre llama a la Sangre". Luego pensé: Él ya pagó por nostros con Sí Mismo el precio de nuestra restitución, sufrió en Él la injusticia, por su gran misericordia, y tornó la justicia, al ser el cordero que quita los pecados del mundo los llevó en sí; se los llevó. Sin embargo, veía que la culpa, el error, el pecado, persistía; entonces me pregunte ¿Por qué?, por qué sigue allí si Él lo había comprado con su sangre, por qué no se evaporaba. Y el problema es que "la magia profunda anterior al inicio de los tiempos" como la llama Lewis no funciona así, borrando todo sin más, como si fuera una especie de gran maquina borradora, sino que esa magia opera en nosotros a condición de nuestra libertad. Y fue aquí donde recordé este pasaje, este llamado a ir a Él. Él restituirá la justicia con misericordia, siempre y cuando nos confiemos en Él y le entreguemos aún nuestra misma desesperación como escribía en uno de mis primeros Post. No hay alivio no hay restitución, de la vida, no hay curación de las heridas, ni perdón de nuestros pecados, si primero no los reconocemos, si no reconocemos nuestro agobio y a Él se lo entregamos.
Sólo al responder al llamado, al ir a Él, cuando se está agobiado es que se encontrará, la paz y eventualmente la salida, sino al menos se encontrará la forma de continuar adelante, como dice la escritura, con yugo más liviano y mejor.

domingo, 2 de noviembre de 2008

El libro de Ruth

Luego de una larga ausencia Social el Jardin reabre sus puertas, pero no soy yo quien las reabre si no quien es la hostiaria de aquí Ruth.
Mis querido amigos los dejo en compañía del escrito de mi amiga:

El libro de Ruth

Así como al nacer son nuestros padres quienes eligen el nombre que llevaremos en esta tierra, así en Misselthwaite es Mary quien elige el nombre que llevaremos en el Jardín. Yo fui llamada Ruth por el personaje de una película que no vi, pero ahora quisiera hablar de otra Ruth: Ruth la moabita.

El Libro de Ruth comienza con la partida de Elimelec, Noemí y sus dos hijos, quienes abandonan Belén de Judá a causa del hambre para dirigirse a Moab. Ahí muere Elimelec y se casan los hijos, uno con Orfa y el otro con Ruth. A la muerte de éstos, habiendo escuchado que la crisis había pasado, Noemí decide regresar a su tierra y parte con sus dos nueras hacia Belén… y aquí es donde comienza nuestra historia.

Una vez emprendido el camino Noemí les insiste a sus nueras que vuelvan a su patria, que se casen nuevamente y la dejen a ella seguir sola porque Dios la ha llenado de amargura. Dos veces las nueras alzan la voz respondiéndole entre lágrimas que no la abandonarán. Pero luego Orfa la besa y se despide. Por tercera vez Noemí se dirige a Ruth diciéndole que obre como su cuñada, pero Ruth responde con firmeza: No insistas en que te deje y me vaya lejos de ti; donde vayas tú, iré yo. Detengámonos un momento en el obrar de las dos nueras. ¿Obró mal Orfa al volver a su patria? ¿Fue injusta al dejar a su suegra? No, de ninguna manera; Orfa había sido una buena esposa y una buena nuera, como reconoce Noemí al pedirle a Dios que sea tratada conforme a su bondad. Pero fue buena dentro de los límites humanos, dentro de la sola justicia. Ruth obra conforme a la plenitud de la justicia que llamamos misericordia: le pedía que la acompañara sólo una milla, e hizo dos; le pedía sólo la túnica, y le dio también el manto Hizo el bien a quien no podía recompensarla, por lo cual su recompensa será grande en los Cielos, donde la polilla no podrá carcomer su tesoro ni el ladrón podrá robarlo.

Así Ruth, habiendo renunciado a todo y acompañando a Noemí, sigue el camino hasta llegar a Belén, que significa casa de pan. Así nosotros debemos seguir el camino que nos conduce a la Casa del Pan de Vida, nuestro verdadero hogar; debemos seguir la senda angosta porque negándonos a nosotros mismos y tomando nuestra cruz llegaremos a la puerta estrecha de la Ciudad Celestial; debemos seguir el camino del buen samaritano porque siguiendo sus pasos de amor al prójimo llegaremos a Belén donde Dios nacerá en nuestros corazones, pesebres indignos de su Divinidad.

Ruth comienza a espigar detrás de los segadores en los campos de Boz, quien al conocer su historia le dice que espigue con sus criadas y que no vaya a otro campo. Ruth se postra con el rostro en tierra, y luego dice: Que halle yo gracia a tus ojos, mi señor, que me has consolado y has hablado al corazón de tu sierva, aunque no soy ni como una de tus criadas. El Señor se apiada de su sierva, sierva inútil a la que mira con ternura, conoce que obró por misericordia y le da el céntuplo de lo que dio; Ruth renunció a su padre, a su madre, a su patria, y el Señor le dará mucho más en este siglo y la Vida Eterna en el venidero. Ella cae postrada a sus pies adorándolo, se reconoce indigna, lava Sus pies con lágrimas y los enjuga con sus cabellos; le suplica que se aleje de ella, pecadora, pero al mismo tiempo, mientras está cerca de Él, exclama ¡Qué bien se está aquí!

Ruth, siguiendo el consejo de Noemí, asiste a una fiesta nocturna y cuando Boz va a dormir, ella descubre sus pies y se acuesta junto a ellos. El Señor duerme. Quizás duerme como lo hizo una vez en la barca y nosotros, en la tempestad de la noche, sentimos que la oscuridad embravecida y el silencio que ruge amenazan con hundirnos… pero Aquel que no tuvo dónde reclinar la cabeza, nos permite amorosamente reclinar la nuestra en sus Divinos pies. Cubiertos con el manto, le suplicamos que nos proteja bajo la sombra de sus alas, que nos cuide como a la pupila de sus ojos. Y mientras transcurre la temible noche, esperamos que el Esposo despierte y nos encuentre con las lámparas encendidas, no sea que no nos reconozca y nos sea prohibida la entrada al Banquete. Pero cuando la noche se vuelve más oscura tememos que el aceite de la esperanza se agote y no dure hasta la mañana, y la seguridad que hallábamos a sus pies comienza a debilitarse por el temor de verlo dormido… profundamente dormido sin posibilidad de despertarlo, porque ¿qué es una débil creatura a los pies del Creador Todopoderoso? ¿qué es el todo pecador a los pies del Solo Santo? …Y entonces, cuando la lámpara parece apagarse y Ruth cree hundirse, el Esposo despierta para reavivar la llama y calmar la tempestad. No temas, hija mía, ¿acaso no vales más que las aves del cielo? Y el Omnipotente no descuida una sola de ellas. No temas, Ruth, ¿acaso no vales más que las flores del campo? Y si los lirios están vestidos con mayor magnificencia que Salomón, recuerda que para ti el Santísimo ha reservado blancas vestiduras que han sido lavadas en la Sangre del Cordero. Él la tranquiliza y vuelve a dormirse. Esta vez Ruth cae a sus pies, se postra adorando a su Señor. La hemorroisa sólo tocó la orla de su manto, pero ella puede abrazar sus pies llagados suplicándole que la esconda dentro de sus llagas y que le impida apartarse de Él…

Y así transcurre el tiempo hasta el amanecer. Boz despide a Ruth y decide comprar el campo a Noemí y tomar por esposa a Ruth. Pero nosotros no hemos sido comprados ni con oro ni con plata, sino con la preciosísima Sangre del Cordero que murió en la cruz…

Es el día de las Bodas. El Esposo espera a la bellísima Ruth quien, vestida de perlas y brocado, no osa acercarse por sus buenas obras de las cuales carece mucho y está siempre vacía; pero el séquito de vírgenes la anima a confiar en su Infinita Misericordia y la lleva ante su Rey cantando: Escucha, hija, inclina el oído: prendado está el Rey de tu belleza; póstrate ante Él, que Él es tu Señor.