jueves, 24 de diciembre de 2009

En el Portal de Belen...


Era una noche preciosa, el cielo azul del desierto iluminado por la luna y las estrellas, Raquel había estado soñando despierta en aquella parte del Jardín de Dios que está muy cercana a Belén. Desde hacia años que su familia vivía allí, casi dos generaciones de escribas y maestros de la ley que se sentaban cada día a contemplar las escrituras en la puerta de la sinagoga mirando al este hacia arriba donde estaba la bella Jerusalén.

Raquel sabía que este era un tiempo especial; su abuelo Efraín le había hablado desde que era niña de la venida del Mesías, de la venida del Salvador, de la venida de Dios a habitar entre los suyos. A pesar de ser una niña su abuelo la sentaba en su falda y le relataba las escrituras, comentándole las profecías. Ya hacían 8 meses que el abuelo Efraín se había ido al seno de Abraham, pero sus últimas palabras a la niña fueron de alegría y felicidad:

-Ya está cerca, el Emmanuel está cerca, estate atenta mi pequeña ya está cerca.

Raquel había quedado con esa promesa de las últimas palabras del abuelo guardada en el corazón y esa noche mientras los mayores discutían una y otra vez sobre la corrección de los manuscritos y de si era moral o no cumplir tal o cual cantidad de preceptos, los oídos de Raquel resonaban una y otra vez con las palabras del Abuelo Efraín…

En ese instante en la noche brilló una gran Luz

"No teman, les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; pues os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías el Señor, en la ciudad de David. Esto tendrán por señal: Encontrarán un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre."

Al instante Raquel saltó de su cama e intentó comunicar la buena noticia a la casa, el Abuelo Efraín ya no estaba, pero Papá Moisés tenía que ir…

-Papá la Luz, el Ángel, en el establo, arriba en la gruta, Papá el Mesías- articuló Raquel en medio de la excitación, pero papá no la escuchó… qué iba a saber una pequeña niña de la Escrituras, y menos que menos, ¿qué podría ella que era mujer entender, si era un ángel que se le aparecía o no un sueño? Así que le respondió:

- Después bonita, ahora papi esta hablando con los grandes cosas importantes de la ley. Ve a dormir y mañana hablamos- así dejo a su pequeña para que se fuera a dormir o al menos eso era lo que él creía…

Pero Raquel simplemente no podía irse a dormir no después de la noticia, tenía que ir a ver…

Escabulléndose suavemente hasta la puerta emprendió paso firme hacia la dirección que apuntaba la estrella en la cual se había convertido la Luz del Ángel.

Al llegar al portal del establo encontró al Niño frente al cual ella se arrodilló al verle la carita y los ojos llenos de eterna Ternura, su corazón se conmovió hasta el extremo… su vida invadida por la Alegría de aquella buena noticia ya no volvería a ser la misma… había descubierto en aquél pesebre el Emmanuel...

Treinta años después Aquél niño convertido en Hombre dirá:

"Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños"

Esa noche la más pequeña y simple de la casa había visto al anhelo del corazón de Israel... mientras los grandes discutían juntos entorno a formas escritas en un pedazo de papel sin ver que el verdadero Milagro que les daba sentido a aquella formas era aquél Niño que acababa de Nacer. Que esta Navidad podamos hacer un pequeño pesebre en nuestro corazón dejándonos iluminar por el Misterio maravilloso de la Encarnación de Dios.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Amistad


Luego de la propuesta que hiciera Ruth intenté escribir algo acerca de la amistad, no sé si lo he conseguido, hay temas que son una especie de marca en nuestro corazón, algo así como la cojera de House y por eso uno duda si podrá escribir bien sobre ellos. La marca yace ahí al lado de la pregunta: ¿Cuánto de soledad y cuánto de amistad son la medida justa? o ¿ hay una amistad que ayuda a la soledad y como la canción de Arjona reza "Acompáñame a estar solo"? Creo que una posible respuesta se encuentra en esto que se escriviera Simone Weil a sí misma a la edad de 25 años:
"No te olvides nunca que tenés el mundo entero, la vida entera también delante tuyo... Que la vida para vos puede y debe ser más real, más llena y gozosa de cuanto quizás no lo ha sido para ningún ser humano... No la mutiles por anticipado, con una renuncia cualquiera. No te dejes impresionar por ningún afecto. Preserva tu soledad. El día vendrá, si es que llega, que una verdadera amistad te será concedida, y en ella no existirá la oposición entre la soledad interior y la amistad; es más es de esté signo infalible que la reconocerás"
Y sí la respuesta es que la amistad como vivencia y visión de la Verdad y del Bien en sus distintos aspectos, lleva a la persona a dar y a replegarse en un mutuo crecimiento. Son los reales amigos los que con cariño y afecto nos plantean las grandes cuestiones, y no me refiero sólo a lo moral (porque concuerdo con Jack eso es una interrupción en la amistad) sino a las grandes cuestiones contemplativas de a vida; "¿El mundo es creado o ha estado ahí desde siempre?" Recuerdo que charlábamos una vuelta con Athena y en nuestra charla el alma de cada una se conectaba con la otra y a su vez crecía más en sí misma, compartiendo interrogantes que luego cada una se plantearía en la soledad de su morada.
La verdadera amistad conlleva en sí la marca de la difusividad del Bien realizando un movimiento análogo al del acenso y descenso del alma por la belleza. Las almas hermanadas por la amistad comparten entre ellas y luego se elevan en la soledad a la Comunión del máximo Banquete a la amistad con Él. Todas las amistades realizan este movimiento ya que participan de aquél camino de la belleza que hace crecer las alas del alma; camino que sólo personalmente se ha de realizar pero que solo no se puede comenzar y avanzar.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Surprise By Joy


En una imagen se puede resumir lo que es ser sorprendido por la alegría de encontrar al Rey de Reyes, de encontrar el anhelo del corazón, donde empiezan y terminan todas las preguntas y todos los ¿Por qué? . Beato el que se encuentra en la Búsqueda pero más Beato el que lo ha llegado a conocer y su corazón desea volverlo a ver.
"Los demás siguieron hasta donde los condujeron los Perros y encontraron a un joven calormene sentado bajo un castaño junto a un arroyo de agua clara. Era Emeth.
Se levantó de inmediato e hizo una reverencia con gran seriedad.
-Señor -dijo, dirigiéndose a Pedro-. No sé si eres mi amigo o mi enemigo, pero tendré a honor tomaros por ambos. ¿No ha dicho uno de los poetas que un amigo noble es el mejor regalo y que un enemigo noble es el segundo mejor regalo?-Señor -dijo Pedro-, no sabía que hubiera una guerra entre tú y yo.
-Dinos quién eres y lo que te ha acontecido -le pidió
Jill.
-Si va a relatar una historia, tomemos un trago y sentémonos -ladraron los Perros-. Estamos sin aliento.
-Claro que ustedes lo están y lo seguirán estando si continúan corriendo como locos de esa manera -dijo Eustaquio.
Entonces los humanos se sentaron en el pasto. Y cuando todos los Perros hubieron bebido con ruidosa algazara en el arroyo, también se sentaron, muy callados, resollando, con las lenguas colgando un poco a un lado, para escuchar la historia. Pero Alhaja se quedó de pie, puliendo su cuerno contra su hombro derecho.
-Han de saber, oh belicosos Reyes -dijo Emeth-, y ustedes, oh Damas, cuya belleza ilumina el universo, que yo soy Emeth, el séptimo hijo de Harpa Tarkaan de la ciudad de Tehishbaan, hacia el oeste atravesando el desierto. Vine recientemente a Narnia con nueve y veinte otros más bajo las órdenes de Rishda Tarkaan. Bueno, cuando oí por primera vez que marcharíamos sobre Narnia, me regocijé: porque había oído muchas cosas de tu país y deseaba anhelosamente enfrentarme con ustedes en la batalla. Pero cuando descubrí que iríamos disfrazados de mercaderes (que es un atuendo vergonzoso para un guerrero y para el hijo de un Tarkaan) y a actuar por medio de mentiras y engaños, entonces mi alegría me abandonó. Y más que nada cuando supe que deberíamos servir a un Monicaco; y cuando comenzó a decirse que Tash y Aslan eran uno, entonces el mundo se oscureció ante mis ojos. Porque desde que era niño siempre serví a Tash y mi gran deseo era saber más de él y, si fuera posible, mirar su rostro. Pero el nombre de Aslan era odioso para mí.
”Y, como han visto, nos convocaban afuera del cobertizo del techo de paja, noche tras noche, y encendían la fogata, y el Mono sacaba del cobertizo algo de cuatro patas que yo no podía ver bien. Y la gente y las Bestias hacían profundas reverencias y le rendían homenaje. Pero yo pensaba: el Tarkaan está siendo engañado por el Mono; porque esa cosa que sale del Establo no es ni Tash ni ningún otro dios. Pero cuando observé la cara del Tarkaan y me fijé en las palabras que le decía al Monicaco, entonces cambié de opinión. Porque vi que el Tarkaan no creía en eso. Y después comprendí que no creía tampoco en Tash. Pues si hubiese creído ¿cómo iba a osar burlarse de él?
”Cuando entendí esto, una gran ira se apoderó de mí y me asombré de que el verdadero Tash no derribara de un golpe tanto al Mono como al Tarkaan con fuego del cielo. No obstante, oculté mi ira y contuve mi lengua y esperé a ver como terminaba. Pero anoche, como saben algunos de ustedes, el Monicaco no sacó a la cosa amarilla, sino que dijo que los que quisieran mirar a Tashlan -pues mezclaron las dos palabras para fingir que eran uno- debían pasar uno por uno dentro del cobertizo. Y yo me dije: sin duda esta es otra decepción. Pero cuando el Gato entró y salió loco de terror, entonces me dije: seguramente el verdadero Tash, a quien invocaron sin saber ni creer en él, ha venido entre nosotros y se tomará su propia venganza. Y aunque mi corazón se había vuelto agua dentro de mí debido a la grandeza y al terror de Tash, aun así mi deseo fue más fuerte que mi miedo, y * Tal cual en el texto. Nota del digitalizador forcé a mis rodillas para obligarlas a no temblar, y a mis dientes para que no castañetearan, y resolví mirar la cara de Tash, aunque él pudiera matarme. De modo que me ofrecí para entrar en el cobertizo; y el Tarkaan, aunque contra su voluntad, me lo permitió.
”En cuanto crucé la puerta, la primera sorpresa fue que me encontré a mí mismo ante la radiante luz del sol (como estamos ahora) a pesar de que el interior del cobertizo parecía oscuro desde afuera. Pero no tuve tiempo para maravillarme por eso, pues inmediatamente fui obligado a batirme a muerte con uno de nuestros propios hombres. Apenas lo vi, comprendí que el Monicaco y el Tarkaan lo habían colocado allí para que matara a quien entrase si no era alguien que estuviera en el secreto; de modo que ese hombre también era un mentiroso y no un verdadero servidor de Tash. Luché con él con mi mejor voluntad; y habiendo dado muerte al villano, lo arrojé detrás de mí por la puerta.
”Después miré a mi alrededor y vi el cielo y la extensa campiña y olí la dulzura. Y me dije: por los dioses, este es un lugar agradable: debe ser que he llegado al país de Tash. Y comencé a recorrer este extraño país buscándolo.
”De manera que continué caminando sobre mucho pasto y muchas flores y entre toda clase de bellos y deliciosos árboles hasta que he aquí que en un sitio estrecho, en medio de dos rocas, me salió al encuentro un enorme León. Tenía la rapidez del avestruz y el tamaño de un elefante; su pelo era como el oro puro y el brillo de sus ojos como oro líquido calentado al horno. Era más terrible que la Montaña Llameante de Lagour, y su hermosura aventajaba todo lo que hay de hermoso en este mundo, más aún de lo que la rosa en floración aventaja al polvo del desierto. Entonces caí a sus pies y pensé: seguramente ésta es la hora de la muerte, pues el León (que merece todo honor) sabrá que he servido a Tash todos mis días y no a él. No obstante, es mejor ver al León y morir que ser el Tisroc del mundo y vivir y no haberlo visto a él. Mas el Glorioso Ser inclinó su cabeza dorada y tocó mi frente con su lengua y dijo: ‘Hijo, eres bienvenido’. Y yo dije: ‘Ay de mí, Señor, yo no soy hijo Tuyo, sino servidor de Tash’. El respondió: ‘Hijo, el servicio que has prestado a Tash lo cuento como servicio prestado a mí’. Entonces debido a mi gran anhelo de sabiduría y entendimiento, superé mi miedo e interrogué al Glorioso Ser y dije: ‘Señor, ¿es verdad entonces, como dice el Mono, que tú y Tash sois uno?’ El León gruñó haciendo temblar la tierra (pero su ira no era contra mí) y dijo: ‘Es falso. No es porque él y yo seamos uno, sino porque somos lo opuesto, que tomo como mío el servicio que has dado a él, porque él y yo somos de tan diferente especie que ningún servicio vil puede prestárseme a mí, y nada que no sea vil puede ser hecho por él. Por lo tanto, si algún hombre jura por Tash y cumple su juramento por respeto al juramento, es por mí que ha jurado en realidad, aunque no lo sepa, y soy yo quien lo recompensa. Y si un hombre comete un acto de crueldad en mi nombre, entonces aunque pronuncie el nombre de Aslan es a Tash a quien está sirviendo y es Tash quien acepta su acción.
¿Comprendéis, Hijo?’ Yo dije: ‘Señor, tú sabes cuánto entiendo’. Pero también dije (porque la sinceridad me lo imponía): ‘Si, he buscado a Tash todos mis días’.
"Amado", dijo el Glorioso Ser, ‘si tu anhelo no hubiera sido por mí no habrías buscado tanto tiempo ni con tanta fidelidad. Pues todos encuentran lo que buscan de verdad’
”Luego sopló sobre mí y me quitó el temblor de mis piernas y brazos e hizo que pudiera ponerme de pie. Y después de eso no dijo más, sólo que nos volveríamos a encontrar y que yo debo seguir más hacia arriba y más hacia adentro. En seguida se convirtió en una tormenta y en una ráfaga de oro y desapareció repentinamente.
”Y desde entonces, ¡oh, Reyes y Damas!, he vagado para encontrarlo y mi felicidad es tan grande que hasta me duele como una herida. Y esta es la maravilla de las maravillas, que él me haya dicho Amado, a mí que no soy más que un perro..."

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Katarsis

Hace dos semanas que no escribo saben ¿por qué? Soy rehen de la pedagogía pero ya se termina y como no puedo hacer katarsis en clase porque la letra con sangre no entra la hago en el Jardín.
Estimados disfruten de una buena risa sobre algo que sucede y que la docencia cada día se queda más con las manos atadas.


martes, 3 de noviembre de 2009

Voz del que clama en el desierto!


Caminando por el Jardín, llegando a los páramos de una Cátedra olvidada me encontré con un maestro que a un auditorio invisible predicaba. Enseguida, atrapada por gestos y ademanes me senté a la puerta sin atreverme a pasar.
-Anda entra pequeña es importante que escuches esto por la tarea que vas a comenzar.
- Yo, señor no voy a más que enseñar, no es ninguna tarea muy noble, sino que te dicen que hoy día es para volverse loca de atar; y ahora mismo estoy probando el polvo del piso por mucho que me esfuerce.
-Lo tuyo pequeña no es más que un querer aprobar que nada ha que ver con lo que ahora te voy a enseñar. Esto es para que sepas y estés preparada, escucha bien mis palabras : PROFESORA NO ESTÁ EN TÍ COSECHAR. tu misión está en sembrar, en hablar hacia el desierto sin tener jamás la certeza de que vas a tener éxito. De vez en cuando el Maestro para quien trabajas te dejará saber qué semilla dió fruto, pero no pienses que ésta merced es dada a todos siempre. Si esperas siempre poder contemplar ésta merced, tu existencia será desdichada, ya que no siempre se ven los frutos y no siempre se sabe dónde cae la semilla. Por ello hoy en día la vocación de Profesor es la vocación de Bautista está llamado a ser la voz que clama en el desierto, preparando los caminos del Señor, más no recorriéndolos por el ni cosechando lo que es de Él cosechar...

miércoles, 14 de octubre de 2009

La vuelta de los duendes


Hete aquí que volviendo a caminar por el Jardín me encontré que los duendes siguen estando dispersos por el páramo y siguen haciendo sus preguntas a las personas que pasean por allí e intentan cazarlos.
El primero, con acento frances de existencialista Ateo me preguntó:
-Mademoiselle digame ¿para qué estamos en esta vida?, si hete aquí que no somos nada, sino hacemos algo, pues somos nosotros los que nos hacemos. Usted cree que del otro lado del bosque de la vida algo nos espera, y que ese algo llega cuando se termina su tiempo en el bosque, pero yo le digo que lo único que existe es el bosque, es el aquí y ahora y que es su responsabilidad el poder vivir en el bosque de la mejor manera posible. Y que de no hacerlo usted se somete a la angustia de la nausea.

-Estimado Duende, me tratará de engañar diciendo que sólo existe el bosque y que si creo en algo más allá del bosque me impedirá disfrutarlo y pasear por él, pero no se da cuenta de que esto es un páramo y no un bosque, que si no camino con un sentido y una dirección en la vida más fácil es que me quede varada en el medio del camino, que que siga caminando. La vista del más allá no me impide seguir, sino que al contrario me anima a seguir caminando y a no temer a lo que venga después, sino a actuar en consecuencia para ganarlo...

Al decir esto el duende desapareció y proseguí mi camino, ahora con sentido dirigiéndome hacia la parte del Jardín que linda con el bosque, lo que había dicho el duende me llevaba a querer ver el final, algo se escondía allí. Sin embargo antes de entrar en el bosque otro duende se me apareció, con pinta de dandy y seductor me dijo:
-El que tiene el poder en una relación es el que menos depende de ella, al que menos le importa. La vida es una lucha de a uno, no dejes que nadie se acerque demasiado cerca de tu corazón. recuerda, vive la vida de hoy, pero el camino es un camino solitario porque si quieres a alguien a el te atas y no puedes volar. Recuerda que si quieres ver el final del bosque tienes que volar, lo mismo si quieres llegar al cielo, si te atas no puedes volar.
Miré al duende que con tanta seguridad decía esto, sus ojos denotaban una cierta chispa de diversión, que con una sonrisa en la cara de barba puntiaguda parecía un personaje maligno sacado de un comic de Batman.
De nuevo, intentando no demostrarle que sus palabras quizas me habían herido, mirando al cielo y no a sus danzantes ojos, respondí:

-Te equivocas, los afectos no nos atan, sino que son como escaleras, cada persona que entra en nuestra vida, cada amistad (algunas mas especialmente que otras) nos elevan un poco más, ayudan a que, como decía Platón, nos crezcan las alas. Porque cada persona nos revela un poco más de la realidad, porque cada persona es un destello de algunas de las perfecciones de Dios. Cada ser querido que comparte con nosotros el camino nos acerca un poco más al final del bosque.

Seguí y adentrándome en el bosque me rodeo la oscuridad y una voz como la de Gollum decía:
-Sí...precioso sí... apoderemos de las personas absorbamos su maravilloso nectar, cuanto más comamos menos solos estaremos, sí tesoro... comamos hasta el fin de los tiempos, quizas de esa manera podamos tener ojos y logremos salir de esta oscuridad que nos mantiene solos...

Un poco asustada por la voz tan tétrica, respondí:

-Te equivocas, nunca llegaras a tener ojos, ni a tener rostro, si te alimentas de otros, es por tí que tienes que encontrar la salida, pues la única fuente que sacia está al final de la vida. Busca el agua imperecedera, y no aquella que te deja con sed. Busca las perfecciones pero por sobre todo busca la Perfección amorosa que sólo a tí te ha llamado desde el principio de los tiempos.

Al terminar esta frase la imagen del bosque se rompió transformandose en una fuente con agua donde bebían dos ciervas...

miércoles, 7 de octubre de 2009

Let it be

Y sí los melenudos siguen viniendo al Jardin:
Gente querida los dejo para que mediten la mejor canción de estos 4 peligrosos muchachos de la Isla:



Saludos

Mary

lunes, 28 de septiembre de 2009

El testamento de la Omma

No ha pasado mucho tiempo mi querida abuela desde tu partida al seno de nuestro Padre Abraham, con quién estarás compartiendo la alegría sin fin de haber encontrado al Mesias, de haber encontrado cara cara al Guardián de Israel. Sin embargo, tu sabiduria no me ha abandonado, aunque hubiera querido leer lo que escribiste en aquel año nuevo un poco antes... (me hubiera evitado algunas amarguras) pero eso no evita que ahora que lo he leído comparta tu testamento con los que me rodedean intentando reparar de alguna manera lo que hice amargamente al no conocer lo que habías escrito...
"(...) Al amigo no lo quieras perfecto quierelo amigo"
con ello termina tu raconto del año 2004. Supongo que aprender ésta maxima te habrá costado, pero sé que la supiste implemantar pues a tu puerta mi querida Omma no paraban de golpear manos amigas.
Hoy tu nieta mira atras y te agradece esperando poder en su vida implementarla, no buscando al amigo perfecto, sino queriendo como son a los amigos que junto con ella caminan el camino hacia la Eterna Verdad.

lunes, 21 de septiembre de 2009

De Adventu Veris

¡Es primavera! y como no podía ser el jardín festeja la resurrección de la cración expectante de la Resurrección. Para eso preparamos una serie de espectaculos para cada uno de los gustos de la gente que habita o visita el Jardín.
Empecemos por lo clásico que nos va a cantar el Bardo:

Sentio, fugit hiemps; Zephyrisque animintibus orbem
Siento huir el invierno, y animando los Céfiros el orbe
iam tepet Eurus aquis: sentio, fugit hiemps.
Ya se entibia el Euro en la aguas; Siento huir el invierno
parturit omnis ager, persentit terra calores,
Todo el campo ya produce, la tierra presinte los calores
germinibusque novis parturit omnis ager.
Y con semilla nueva todo el campo ya produce
Laeta virecta tument, folio sese induit arbor
Los verdes arbusto ya se hinchan, los árboles se visten con hojas
vallibus apricis laeta virecta tument.
En los soleados valles ya se hinchan los verdes arbustos
Iam Philomela gemit modulis, Ityn impia mater
Ya Filomela, impia madre, gime con sus canturreos a Itys
oblatum mensis iam Philomela gemit.
Llevada a las mesas ya Filomela se lamenta
monte tumultus aquae properat per levia saxa
Desde la montaña se apresura un tumulto de agua a traves de las brillantes piedras
et late resonat monte tumultus aquae.
Y a lo ancho ya resuena desde la montaña el tumulto del agua
floribus innumeris pingit sola flatus Eoi,
el soplo del viento oriental ya pinta los suelos con innumerables flores
Tempeaque exhalant floribus innumeris.
Y así los valles se perfuman con innumerables flores
Per cava saxa sonat pecudum mugitibus Echo,
Por las concavas rocas resuena Eco con mugidos de Rebaños
voxque repulsa iugis per cava saxa sonat.
Y la voz repelida por los montes ya resuena atravez de las concavas rocas
Vitea musta tument vicinas iuncta per ulmos;
Los racimos de la vid ya están hinchados por los vecinos olmos
fronde maritata vitea musta tument.
Con foyaje unido ya estan hincahdos los racimos de la vid
Nota tigilla linit iam garrula luce chelidon;
La golondrina cantarina con la luz ya unta las conocidas vigas
dum recolit nidos, nota tigilla linit.
mientras repara sus nidos unta las conocidas vigas.
Sub platano viridi iucundat sommis in umbra,
Agrada el sueño a la sombra de bajo un verde platano
sertaque texuntur sub platano viridi.
Son tejidas guirnaldas a la sombra de un platano
Tunc quoque dulce mori, tunc fila recurrite fusis
Entonces ya es dulce morir, hilos volved a recorerr los huesos
inter et amplexus tunc quoque dulce mori.
y entre abrazos , tambien es dulce morir.

Y Ahora en vivo desde el lejano sur de la Isla:




Here comes the sun, here comes the sun,
and I say it's all right

Little darling, it's been a long cold lonely winter
Little darling, it feels like years since it's been here
Here comes the sun, here comes the sun
and I say it's all right

Little darling, the smiles returning to the faces
Little darling, it seems like years since it's been here
Here comes the sun, here comes the sun
and I say it's all right

Sun, sun, sun, here it comes...

Little darling, I feel that ice is slowly melting
Little darling, it seems like years since it's been clear
Here comes the sun, here comes the sun,
and I say it's all right
It's all right

domingo, 13 de septiembre de 2009

No te sientes en el primer banco no sea cosa que...

Atravesando el Jardín atribulada queriendo reclamar reinos que no pertenecen a mi confín, me encontré en el medio del páramo con ésta escena:
"-No, no sos especial- clama el espíritu absoluto que reina en las profundidades a la pobre que está en pena
-No, no vales la pena- dice rugiente ante el llanto del alma atormentada de dolores.
-¿Quién vendrá aqui por tí, para verte especialmente a tí? nadie... No eres especial, ríndete y reclama el poder de tu nada, ríndete, sucumbe, si no vales nada.
-Haste valer por tí mismo es la única respuesta, reclama el territorio de tu nada.
En eso la Luz entra en el fondo del alma...
El Maestro sentado al lado del pozo, mirando a lo lejos a la higuera, escribe palabras en la arena.
-Tu sí vales tanto para mí como cualquiera, pero más aún que cualquiera porque yo te llamé y te dí tu nombre... levantate mi creatura tu Pastor ha venido a buscarte, ya no valen las penas pues yo las he cargado por tí, levantate mi alma buena, pues Yo he venido atravezando la muerte de la Cruz por tí."

martes, 1 de septiembre de 2009

El cruce del Jordan...

Día de Lluvia en Misselthwaite, y a la puerta aparece un viejo profesor, de pelo blanco anteojos grandes de montura metálica y una cara que hace honrra a su apellido, "Cuadrado".
Sorprendida abrí la puerta, no podía ser que aquel profesor estuviera allí en la puerta de mi Jardín, profesor de un pasado remoto ya casí olvidado del mundo muggle, lejano a todo el mundo mágico de Verdares Eternas y luchas internas que ahora habito.
Paso como si nada directo a la sala, pero despues de todo, ¿Por qué me sorprendía? él fue el primero que sembro una semilla en el Jardín, por ello de algún modo le pertenecía , aunque sea una hoja de aquel arbol de frutos perfumados que está en el centro que lleva por nombre "Veritas". En eso mientras observaba la figura sentarse el recuerdo de aquella niña en su primer día de clases en la secundaria aparecio en mi memoria:

""Pobre de aquel que no supere a su maestro" Leonardo Da Vinci, ¿qué les parece?- dijo el profesor habiendo terminado de escribir la frase en el pizarron.
Una mano rapidamente se levantó en el aire...
- ¿sí...?
- Lennox; pero profesor como uno puede superarlo sabe mucho...
- Bueno, no, no sé todo..., pero lo harán o almenos ese es mi obejtivo, y a partir de ahora el de ustedes, porque si no lo hacen llegaran a ser pobre discipulos, como dice aquí Leonardo..."
El recuerdo se evaporó así como la figura sentada en la silla de la sala al lado del fogón... tomé la silla y me senté a contemplar el fuego que antes habia encendido Minerva. ¿Qué fue esa visión de tiempos remotos? empecé a cavilar recordando aquellos tiempos y parte de esa reveldía inicial, volvía nacer en mí, entonces recordé lo que habia dicho Minerva mientras encendía el fuego...
"Hoy, ha vuelto la primera Evangelización, a mis chicos les tengo que enseñar lo más básico, pues ya ni noción de que es la misa tienen... ¡el génesis me lo relacionan con los Simpson!, es todo un desafío"
¡Cuánta verdad había allí!, entonces recordé que mi profesor, no pertenecía al mundo mágico, que lo buscaba sin cesar una y otra vez, compartiendo las pistas que encontraba con nosotros pero sin nunca jamas entrar en él, como Moises, era detenido allí a las puertas del Jordan.

Pensé, hoy ha vuelto el paganismo, la reveldía ya no es mala, porque ya no impera más la cristiandad, los primeros reveldes han logrado su cometido y han tornado el bosque en pantanal, ahora los herederos del espiritu revelde, tienen la misión de saber encontrar las pistas escondidas en los alrededores de este pantano, las pistas escondidas que guían al bosque del mundo mágico. Pistas escondidas, que hasta se pueden hallar en gente que aún no puede cruzar o no ha cruzado el Jordan...

viernes, 21 de agosto de 2009

La paciencia todo lo alcanza...



Y sí Droopy esperó paciente y él y los zorros se comieron todo!!
Sigo diciendo dibujitos eran los de antes!!
Buen finde
Mary

domingo, 9 de agosto de 2009

El actor


Hoy perdida en medio de Misselthwaite choque con la puerta de la habitación de mi abuela, ya vacia de todos modos entré y en ella contemplé la siguiente imagen:

“Una especie de procesión se nos aproximaba. La luz provenía de las personas de ese cortejo. En primer lugar venían espíritus brillantes, no los espíritus de hombres, que bailaban y esparcían flores que caían sin sonido, flores ligeras, aunque según los estándares del mundo fantasmal cada pétalo debía pesar una tonelada y su caída sería semejante al precipitarse violento de las rocas. Entonces, a izquierda y derecha de la avenida de la selva, aparecieron formas juveniles, niños a un lado y niñas al otro. Si pudiera recordar su canto y anotar la música, nadie

que escuchara esa partitura volvería a enfermarse ni envejecería. Entre ellos iban músicos, y detrás una señora en honor de la cual todo esto se realizaba.

Ahora no consigo recordar si iba desnuda o vestida. Si iba desnuda, entonces debió ser la casi visible penumbra de su amabilidad y alegría lo que en la memoria me produce la ilusión de un grande y feliz séquito que la acompañaba por el gozoso césped. Si iba vestida, entonces la ilusión de desnudez se debe sin duda a la claridad con que su espíritu interior resplandecía a través de las vestiduras. Porque la ropa no es un disfraz en estas regiones: el cuerpo espiritual vive en cada hilo y lo torna órgano viviente. El

atuendo o la corona son allí sólo un rasgo más, como los labios o los ojos.

Pero he olvidado. Y sólo en parte recuerdo la insoportable belleza de su rostro.

—¿Acaso es?... ¿Es?... —le susurré a mi guía.

—De ningún modo —dijo—. Es alguien de quien nunca habías oído nada. Su nombre en la tierra era Sara Smith y vivía en Golden Green.

—Parece ser... bueno, una persona de gran importancia.

—Sí. Es una de las grandes. Ya ha oído que la fama en este país y la fama de la tierra son dos cosas completamente distintas.

—¿Y quiénes son esas personas gigantescas? ¡Mire! Parecen esmeraldas... ¿Las que danzan y arrojan flores a su paso?

—¿No ha leído a Milton? Mil ángeles de verde la servían.

¿Y esos jóvenes y esas jóvenes a cada lado?

—Son sus hijos y sus hijas.

—Debió tener una familia muy numerosa, señor.

—Cada joven o niño que la conocía se transformaba en hijo suyo... aunque sólo fuera el niño que le traía la carne por la puerta de servicio. Cada niña que la encontraba era su hija.

—¿Y esto no era un tanto duro para los padres?

—No. Existen los que roban los hijos de otros. Pero su maternidad era de otra especie. Aquellos sobre los que recaía regresaban a sus padres naturales y los amaban más. Muy pocos hombres la miraron sin convertirse, en cierto sentido, en sus amantes. Pero era la clase de amor que los volvía no menos leales, si no más, a sus esposas.

—¿Y cómo?... ¡pero, caramba! ¿Qué son esos animales? Un gato... dos gatos... docenas de gatos. Y todos esos perros... no alcanzo a contarlos. Y los pájaros. Y los caballos.

—Son sus bestias.

—¿Tenía un zoológico? Esto me parece mucho.

—Cada bestia y pájaro que se le acercaba tenía sitio en su amor. En ella se hacían ellos mismos. Y ahora la abundancia de vida que tiene en Cristo desde el Padre fluye hacia ellos.

Miré, asombrado, a mi maestro.

—Sí —me dijo—, es como cuando lanzas una piedra al agua y las ondas concéntricas se van expandiendo más y más. ¿Quién sabe dónde terminarán? La humanidad redimida aún es joven, apenas se acerca a su plena fortaleza. Pero ya hay alegría bastante en el dedo meñique de un gran santo, como en aquella señora, para despertar todas las cosas muertas del universo hacia la vida.

Mientras hablaba, la señora continuaba avanzando sin pausa hacia nosotros; pero no nos miraba. Seguí la dirección de su mirada y vi un fantasma de curiosa forma, que se acercaba. O más bien dos fantasmas: un gran fantasma alto, horriblemente flaco y tembloroso, que parecía arrastrar encadenado a otro no mayor que un mono.

El fantasma alto llevaba un sombrero negro, suave, y algo en él me recordaba alguna cosa que la memoria no conseguía precisar.

Entonces llegó a pocos metros de la señora y extendió una mano abierta, flaca y vacilante, se la llevó al pecho con los dedos muy abiertos y exclamó con voz de huecas resonancias: "¡Por fin!" De inmediato caí en la cuenta de lo que estaba recordando. Era como un andrajoso actor de la vieja escuela.

—¡Querido! ¡Por fin! —dijo la señora.

"Cielos", pensé yo, "seguro que no puede..." Y entonces advertí dos cosas.- En primer lugar, noté que el fantasma pequeño no era arrastrado por el grande. Era esa figura enana la que sostenía la cadena en la mano y la figura teatral la que llevaba el collar al cuello. En segundo lugar, advertí que la señora miraba al enano fantasma. Parecía creer que era el enano quien se había dirigido a ella, o bien deliberadamente fingía ignorar al otro. Volvía los ojos hacia el pobre enano. El amor no sólo fluía de sus ojos sino de todos sus miembros como si fuera un líquido en que acabara de bañarse. Entonces, para

desconcierto mío, se acercó aún más. Se inclinó y besó al enano. Me hizo estremecer verla en contacto tan próximo a esa cosa fría, húmeda, encogida. Pero ella no temblaba.

—Frank —dijo—, antes que nada, perdóname. Por todo lo malo que hice, y por todo lo bueno que no hice desde la primera vez que nos conocimos. Te pido perdón.

Miré entonces por primera vez al enano. O quizás fue más visible después de ese beso. Apenas se podía vislumbrar el rostro que debió tener cuando fue humano: una cara pequeña, oval, pecosa, de barbilla débil con el tenue rastro de un fracasado bigote. La miró como de paso, no directamente. Estaba observando al trágico, de soslayo. Entonces tiró de la cadena, y fue el trágico, no él, quien respondió a la señora.

—Estamos, estamos —dijo el trágico—. No diremos más. Todos cometemos errores.

Con esas palabras, los rasgos se le distorsionaron de manera lúgubre con lo que quiso ser, me parece, una sonrisa.

—No diremos más —continuó—. No estoy pensando en mí. Pienso en ti. No los he podido apartar de mi mente estos años. Tu recuerdo... tú sola aquí, sufriendo por mí.

—Pero ahora —le dijo la señora al enano— puedes dejar a un lado todo eso. No vuelvas a pensar así. Todo ha terminado.

Su belleza resplandecía tanto que casi no podía ver nada más. Bajo la suave compulsión, el enano la miró verdaderamente por primera vez. Por un segundo me pareció que cobraba aspecto más humano. Abrió la boca. Iba a hablar él mismo esta vez. ¡Pero qué

desilusión con sus palabras!

—¿Me has echado de menos? —croaba esa voz pequeña, arrastrada.

Pero ni siquiera entonces se sorprendió ella. El amor y la cortesía continuaban fluyendo.

—Querido, eso lo entenderás muy pronto —dijo—, pero ahora...

Lo que sucedió en seguida me dejó atónito. El enano y el trágico hablaron al unísono; pero no a ella, sino uno al otro.

—Habrás notado —se advirtieron— que no ha contestado nuestra pregunta.

Me di cuenta entonces de que ambos eran una misma persona, o más bien de que eran los restos de lo que alguna vez fue una sola persona. El enano volvió a agitar la cadena.

—¿Me echaste de menos? —le dijo el trágico a la señora, con un horrible temblor teatral en la voz.

—Querido amigo —respondió la señora, siempre atenta exclusivamente al enano—, puedes estar feliz con eso y con todo lo demás. Olvídalo todo para siempre.

Y de verdad, por un instante, creí que el enano la iba a obedecer; en parte porque los rasgos de su rostro se aclararon un tanto y en parte porque esa invitación a la plena alegría, que cantaba en todo el ser de la mujer como el canto de los pájaros en una tarde de abril, me parecía de tal envergadura que ninguna creatura podría resistirla.

Entonces el enano vaciló. Y una vez más habló al unísono con su cómplice.

—Por cierto que sería muy discreto y magnánimo no tocar más el punto —se dijeron el uno al otro—. ¿Pero podremos tener la seguridad de que se dará cuenta? Lo hemos hecho en otras ocasiones. Hubo un tiempo en que la dejamos utilizar la última estampilla que quedaba en casa para que le escribiera a su madre y ella no dijo nada aunque sabía muy bien que nosotros queríamos escribir esa carta. Creímos que lo recordaría y que recordaría lo desprendidos que habíamos sido. Pero nunca lo hizo. Y hubo un tiempo... ¡oh, pero si fueron tantas veces!

Así que el enano sacudió la cadena y...

—No lo puedo perdonar —gritó el trágico—. Y no lo voy a perdonar. Podría perdonarlos a todos por lo que me han hecho. Si no fuera por tus sufrimientos...

—¿Pero no comprendes? —dijo la señora—. Aquí no hay sufrimientos.

—¿Me estás diciendo —respondió el enano como si la nueva idea le hiciera olvidar por un instante al trágico—, me estás diciendo que aquí has sido feliz?

—¿No querían que lo fuera? Pero no importa. Quiéranlo ahora. O no piensen más en eso.

El enano parpadeó. Se podía notar que una idea silenciosa estaba tratando de penetrar en esa pequeña cabeza. Se podía notar, incluso, que sentía cierta dulzura en ello. Por un instante pareció soltar la cadena; pero, como si se tratara de su tabla de salvación, volvió a aferrarse a ella.

—Mira —dijo el trágico—. Tenemos que encarar esto. Utilizaba entonces el tono masculino del convencimiento; el que se utiliza para que las mujeres recuperen la sensatez.

—Querido —le replicó la señora al enano—, no hay nada que encarar. Tú no quieres que yo haya sufrido por el gusto de sufrir. Sólo crees que debería haberlo hecho por amor a ti. Pero si sólo esperas un poco verás que eso no es así.

—¡Amor! —exclamó el trágico, golpeándose la frente con la palma; y continuó en tono más grave—: ¿Pero conoces el significado de esa palabra?

—¿Cómo podría no conocerlo? Estoy enamorada. Enamorada, ¿comprendes? Sí, ahora amo de verdad.

—Es decir —dijo el trágico—, es decir que no me amabas verdaderamente en los viejos tiempos.

—Sólo de una manera muy pobre —contestó ella—. Te he pedido que me perdones. Había algo de amor verdadero en todo eso. Pero lo que allá abajo llamábamos amor era sobre todo el deseo afanoso de ser amados. Te amaba entonces especialmente por el amor mismo; porque te necesitaba.

—¡Y ahora ya no me necesitas! —dijo el trágico con un gesto aprendido de desesperación.

—¡Pero por supuesto que no! —exclamó la señora. Su sonrisa me hizo preguntarme cómo era posible que los dos fantasmas se las arreglaran para no llorar de alegría.

—¿Qué necesidades podría tener, ahora que lo tengo todo? — dijo ella—. Estoy llena ahora, no vacía. Estoy enamorada de El, no estoy sola. Soy fuerte, no débil. Tú puedes estar igual. Ven y verás. No nos necesitaremos mutuamente ahora, podemos empezar a amar de verdad.

Pero el trágico seguía representando.

—Ya no me necesita más, nunca más —decía en tono entrecortado, sin dirigirse a nadie en particular—. Ojalá Dios hubiera permitido que muriera a mis pies y no tuviera que escuchar estas palabras. Muerta a mis pies. Muerta a mis pies. No sé cuánto tiempo pretendía esa creatura continuar repitiendo esa frase. La señora interrumpió la letanía.

—¡Frank! ¡Frank! —gritó con una voz que hizo girar a todo el bosque—. Mírame. Mírame bien. ¿Qué estás haciendo con ese enorme muñeco feo? Suelta esa cadena. Déjala. Es a ti a quien quiero. ¿No te das cuenta de lo tonto que es seguir hablando? El contento le bailaba en los ojos. Compartía una broma con el enano, por sobre la cabeza del trágico. Algo no muy distinto de una sonrisa se manifestó en el rostro del enano. Porque la estaba mirando ahora. La mirada de ella le estaba atravesando las defensas.

Luchaba por alejarse, pero ya con poco éxito. Estaba creciendo incluso, un poco, contra su voluntad.

—Oh, tremendo ganso —le dijo ella—. ¿Qué puede haber de bueno con seguir hablando así en este lugar? Sabes tan bien como yo que me viste muerta hace años. No a tus pies, por cierto, sino en la cama de una clínica. Una muy buena clínica, por lo demás. ¡La matrona no habría soñado con dejar cuerpos tirados en el suelo! Es ridículo que ese muñeco trate de impresionar aquí a alguien con la muerte. No puede resultar.

No sé si alguna vez vi algo más terrible que la lucha de ese enano fantasma contra la alegría. Porque casi estaba superado. En algún lugar, hace años incalculables, debió haber en él algún rasgo de humor y de razón. Por un momento, mientras ella lo miraba con tanto amor y tanta gracia, percibió lo absurdo del trágico. Por un momento comprendió muy bien su risa: también debió saber alguna vez que no hay gente más absurda que los amantes. Pero la luz que le llegaba lo alcanzaba contra su voluntad. No era el encuentro que había previsto. No lo iba a aceptar. Una vez más se aferró a su tabla

de salvación. Y habló el trágico.

—¡Te atreves a burlarte! —rugió—. ¿Y en mi cara? Esta es mi recompensa. Muy bien. Es una suerte que no te importe mi destino. De otro modo sentirías mucho estar enviándome otra vez de vuelta al infierno. ¿Qué? ¿Crees que estoy allí ahora? Gracias. Creo que siempre he sido rápido para darme cuenta de dónde no me quieren. De dónde "no me necesitan" es la expresión correcta, si no recuerdo mal.

Desde ese instante el enano no volvió a hablar. Pero la señora siguió hablándole.

—Querido, nadie te está enviando de regreso. Aquí está toda la alegría. Todo te pide que te quedes.

Pero el enano se encogía con cada palabra suya.

—Sí —dijo el trágico—. Lo mismo le ofrecerías a un perro. Sucede que aún me queda algo de autoestima y me doy cuenta de que el hecho de que me vaya no te afectará en lo más mínimo. No te importa nada que vuelva al frío y a esas calles tristes, solitarias, solitarias...

—No, no, Frank —dijo la señora—. No lo dejes hablar así. Pero el enano estaba ahora tan pequeño que ella debió arrodillarse para hablarle. El trágico cogió esas palabras con la misma codicia que un perro coge un hueso.

—¡Ah, no puedes soportar oír eso! —gritó, en tono de triunfo, miserable—. Ese fue siempre el modo. Tenías que ser acogida. Las cosas tristes había que mantenerlas lejos de ti. ¡Y crees que vas a ser feliz sin mí, olvidándome! Ni siquiera deseas escuchar algo de mis sufrimientos. Dijiste que no. Que no te lo dijeran. Que no te hicieran sufrir. Que no interrumpan tu acolchado cielo. Y ésta es la recompensa...

Se inclinó aún más para hablarle al enano, que ya no era más alto que un gatito y se mantenía aferrado a la cadena con las manos en el aire.

—Eso no es lo que dije, no —respondió—. Quería decir que dejaras de actuar. No sirve de nada. Eso te está matando. Deja esa cadena. Incluso ahora.

—Actuar —aulló el trágico—. ¿Qué quieres decir?

El enano era ahora tan pequeño que no lo alcanzaba a distinguir de los eslabones de los cuales colgaba. Y por primera vez no estoy seguro de si la señora se dirigía ahora al enano o al trágico.

—Rápido —decía—, todavía hay tiempo. Deja eso. Déjalo de inmediato.

—¿Dejar qué?

—Deja de usar la piedad, la piedad de los demás, equivocadamente. Todos lo hemos hecho alguna vez en la tierra, lo sabes. La piedad es para estimular la alegría para que ayude, consuele, al dolor. Pero se la puede utilizar en sentido contrario. Se la puede utilizar para una especie de chantaje. Los que optan por el dolor pueden retener de rehén a la alegría, a cambio de piedad. Ya ves que sé lo que digo. Lo hacías hasta cuando niño. En lugar de pedir disculpas, te ibas a la azotea y te escondías a sufrir solo...

porque sabías que tarde o temprano alguna de tus hermanas iría allí a decirte "no soporto que estés aquí solo, llorando". Usabas la piedad para chantajearlas, y ellas, al fin, se rendían. Y más adelante, cuando nos casamos... oh, pero no importa, si sólo pudieras dejar de...

—Y eso —dijo el trágico—, eso es todo lo que has logrado aprender de mí en todos esos años.

No sé qué había sido del enano. Quizás se había subido a la cadena como un insecto, quizás la cadena lo había absorbido.

—No, Frank, aquí no —dijo la señora—. Escucha a la razón. ¿Crees que la alegría fue creada para vivir siempre bajo esa amenaza? ¿Siempre indefensa contra los que prefieren sufrir antes que ver contrariada su voluntad? Porque fue un verdadero dolor.

Ahora lo sé. Verdaderamente te destrozaste. Y todavía lo puedes hacer. Pero ya no puedes comunicar tus propios destrozos interiores. Todo empieza a ser cada vez más lo que es y nada más que lo que es. Aquí hay alegría que no puede ser quebrantada. Nuestra luz se puede tragar tu oscuridad; pero tu oscuridad no puede afectar nuestra luz.

No, no, no. Ven con nosotros. No iremos a ti. ¿De verdad has creído que el amor y la alegría podrían estar siempre a la merced del mal talante y de los suspiros? ¿No sabes que son más poderosos que sus contrarios?

—¿El amor? ¿Cómo te atreves a usar esa palabra sagrada? —dijo el trágico.

En ese momento recogió la cadena, que por unos instantes colgaba inútil a su lado, y de algún modo se las arregló con ella. No estoy muy seguro, pero me parece que se la tragó. Entonces, por primera vez, fue claro que la señora lo vio y se dirigió exclusivamente a él.

—¿Dónde está Frank? —dijo—. ¿Y quién es usted, señor? Nunca lo conocí. Quizás sea mejor que se marche. O que se quede, si así lo prefiere. Si le sirviera de ayuda y si fuera posible bajaría con usted al infierno; pero usted no puede traerme el infierno a mí.

—Tú no me amas —agregó el trágico, con una voz de murciélago.

Ahora era muy difícil verlo.

—No puedo amar una mentira —dijo la señora—. No puedo amar a la cosa que no es. Estoy en el amor y no saldré de él. No hubo respuesta. El trágico se había desvanecido en el aire. La señora estaba sola en ese lugar boscoso y un pájaro marrón pasó caminando a su lado, doblando con sus pies ligeros las hierbas que yo no podía doblar.

La señora se irguió y empezó a retirarse. Los otros espíritus brillantes se adelantaron a recibirla, cantando mientras avanzaban:

La Feliz Trinidad es su hogar; nada puede turbar su alegría.

Es el pájaro que elude toda trampa, el ciervo salvaje que salta

toda grieta. Como la gallina que cuida sus polluelos o como el

escudo al brazo del caballero: así es el Señor para su mente, en Su

inalterable lucidez.

No hay fantasmas que la atemoricen en la oscuridad; las balas

no la asustan durante el día.

Las falsedades disfrazadas de verdad la asaltan en vano: ve a

través de la mentira como si ésta fuera de vidrio.

El germen invisible no podrá dañarla: ni tampoco la violencia

radiante del sol. Mil no bastan para resolver el problema, diez mil

escogen el camino equivocado: pero ella lo supera fácilmente.

Destaca dioses inmortales para que la atiendan: en cada ruta

que deba recorrer.

Le llevan puentes a los lugares difíciles: no se dañará los pies

en la oscuridad.

Puede que camine entre leones y serpientes; entre dinosaurios y

crías de leonas.

El la llena con la inmensidad de la vida: él la guía a ver el

deseo del mundo.”Cuando paso la visión mi abuela me miró y me preguntó: -¿Haz comprendido la lección?
-Sí Omma- respondí
El que tenga ojos para ver que vea la lección de amor que hay aquí.

martes, 4 de agosto de 2009

En honor a un Juan por otro Juan

Era de tarde allá a lo lejos en la rivera del Paraná, donde Juan el carnicero se habia sentado al rio a contemplar, era su cumpleaños 4 de agosto y a meditar ese día se puso no más. Al tiempo que meditación tenía mate en mano, otro hombre se le vino a sentar y en honor al Santo Cura de Ars estas cosas al buen Juan le vino a contar:
[La partida de los apóstoles de Charles Gleyre]

Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.

Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.

Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.

Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino.

Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos.

Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.

Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.

Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.

Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.

Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se refleja en las leyes.

Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.

Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo.

Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.

Uno comprende que más que una Iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado.

Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor.

Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de un novicio, es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra y que todos los santos del cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo."

Cuando el otro hombro terminó, Juan en su asombro contesto: Pucha Tomá Mate vos.

sábado, 25 de julio de 2009

Y Kant tenía Razón



"Y sí, Kant tenía razón...- dijo concluyendo la profesora en medio de la clase bulliciosa. En seguida, los desprolijos alumnos como tocados en una parte de su corazón tradicional, que sólo recordaban cuando algo se salía de lugar, se callaron. Algo debían haber oído mal. En seguida el amigo de todos a la hora de los apuntes, Juan De Dos Apellidos (sí error de inmigraciones), dijo:
-Disculpe profesora, creo que anoté "Y sí, Kant tenía razón..." creo que escuche mal... ¿puede usted repetir?- dijo muy educadamente nuestro aplicado Juan De Dos Apellidos.
-Sí ciertamente, estaba diciendo que después de todo Kant tenía razón...- no terminó esta frase cuando el querido líder sindical del grupo, Santiago Hablador (no se quejen con la cronista los apellidos son puro producto de la oficina de Inmigraciones) dijo:
-No, no, no, Kant no puede tener razón justamente porque es Kant, su nombre incluye el concepto mismo del no poder, "Kant" en lengua sajona es la negación del verbo "Kann" poder...-Antes de que don Hablador terminara la profesora soltó una gran carcajada desde el corazón:
-Usted, señor Hablador, habla mucho y piensa poco, haga el favor de sentarse y escuchar que para eso viene a clase, que no se nace sabiendo- dijo con ojos serios que ocultaban un poco de risa e ironía.
Así Santiago con el orgullo herido se sentó y dispuso sus oídos aunque no su corazón a escuchar.
De este modo la profesora continuó:
- Kant después de todo, sí descubrió algo, y esto es el poder del desenfoque, las cosas no deben hacerse por un interés personal, la peor forma de ser humilde, es ser humilde porque así Dios lo exaltará a uno; ven, aquí tenemos un problema de enfoque, no es uno mismo por el cual se desarrolla una virtud.
Sí, a mi no me vengan con esas ñoñadas de los valores porque la humildad es una virtud y no un valor, ¡caramba!- dijo la profesora con su inconfundible acento porteño viejo que hacia recordar a sus cultos alumnos a la Flor del Abasto.
-Ay no entiendo nada pero Kant está genial-dijo Lucrecia saltando desde atrás con su típica colgadura.
-Se equivoca señorita Despiste- Estos de inmigraciones ni un corno de húngaro sabían-, por más que usted no lo entienda Kant no está genial-dijo la profesora Diana Luna entrando desde atrás, a la clase de su vieja amiga- Me parece querida profesora, que usted me esta confundiendo los tantos así como confundía la “v” con la “b” cuando le enseñaba italiano.
-Explíquese colega- dijo la profesora con una sonrisa, y procedió a dejarle a su amiga la cátedra.
-Verá, usted habla del desenfoque que es una muy buena idea, pero ésta no se le ocurrió a Kant, su amigo, o como usted solía llamarlo "Rey de Bajotierra" sino es algo que se sabe y a la vez no se sabe desde hace mucho, es algo que a usted le gustaba mucho, es una paradoja. Kant llego a la parte de no centrar la virtud en un interés egoísta, el problema es que el buen hombre, si señor Hablador, buen hombre, le erró al pensar que todo interés, que toda intención que toda moción de la voluntad era egoísta, Quiso encerrar la paradoja y se le escapó. En verdad uno es humilde no porque así Dios lo va a exaltar sino que se es humilde porque se conoce la condición de uno como creatura frente al Creador- dijo la profesora Luna mientras se sentaba prolijamente y acomodaba su larga pollera marrón.
-Bueno ese es el punto al que quería llegar mi querida Luna. No podemos llegar a la virtud si no desenfocamos la mirada de nuestro propio ser. La Virtud es el medio pero se logra cuando no se la está buscando por ella misma, sino como medio para alcanzar el fin que a ella le corresponde. Y sí en esto me opongo a Kant, y sí Kant se equivoca, esta vez hoyo correctamente señor De Dos Apellidos, al pensar que toda virtud se hace por fines egoístas o egocéntricos. Por ejemplo la Caridad o amor de Dios, Al cual se debe amar, por sí mismo, pero no para. Pues gran chasco se llevará quien intente amar a Dios para llegar al Paraíso, porque Dios es el Paraíso, y no el medio para llegar allí. Gran chasco se llevará quien intente ser humilde porque Dios ha exaltado a los humildes, porque al esperar la exaltación ya perdió la humildad. Y gran chasco se llevará la novia que sólo se guardó para poderse casar y después gozar porque ya perdió su virginidad aún antes de empezar a noviar. Verán, las cosas importantes se pierden cuando las perseguimos locamente por nosotros mismos y vuelven a aparecer cuando las dejamos de perseguir y desenfocamos la mirada de nuestra necesidad- dijo la Profesora.
-Es cierto Doña Maria, y como Doña Minerva una vez dijo citando las leyes de Murphy las cosas que buscabas aparecen cuando estas buscando otras que no aparecen."
Aquí se corta el resto de la hoja que encontré en el cuaderno de la Omma en su vieja habitación vacía frente al lago en Misselthwaite.

martes, 21 de julio de 2009

sábado, 4 de julio de 2009

Noche de Ronda


Era una noche sin luna, dónde estaba... tantas veces la había buscado y encontrado, en vano la buscaba ahora, se había ofendido, se había escondido, no quería salir... y yo que la necesitaba... no la luna me dejaba, se iba, me tenía que arreglar sola, debía aprender... pero sí tan solo me saliera sonreír... no, no había caso, en vano levantaba mi vista ciega al cielo sin estrellas, la luna había visto dentro de mi corazón y horrorizada se había ido... ¿qué fue lo que vió? nada, no sé, no me responde... cansada seguí caminando en medio de la noche tanteando los objetos, que sin luz ahora chocaba en mi paso... ¿dónde podría, ahora en este desierto de oscuridad, encontrar una luz? Seguí adelante, el miedo era demasiado para quedarme parada, aunque también, era demasiado para caminar... ¿dónde ir?... respuestas a mi alrededor buscaba y sólo podía tantear no se me autorizaba a ver, tenía que crecer....

-¿A dónde caminas en la oscuridad triste y sola?- surgió de la profundidad una voz

-No lo sé, antes la luna me guiaba, ahora se ha escondido.

-Y antes ¿a dónde ibas?

-A donde la luna fuera

-Y ¿Por qué la seguías?

-Por que apareció cuando deseaba una amiga que viera dentro de mi corazón, y en este tiempo ha visto...-dije con lágrimas en los ojos.

- ¿Qué paso?

- Se horrorizó

-Es que no sabes que en el tesoro del corazón del hombre se esconde el velo del santuario que guarda la propia enfermedad mortal... lo que ha visto la luna en ti desde arriba ha sido nada.

- Y si es nada ¿por qué se horrorizó?

-Por que vio nada...

-No entiendo sin luz no veo...

-Lo que te tengo que decir no se dice en palabras tienes que pensar. Recuerda a Midas pidió que el deseo de su corazón saliera fuera..."Porque de la abundancia del corazón habla la boca." y el habló… y como nada tenía en su corazón... la nada lo consumió.

- Sigo sin entender...

-"Todos los movimientos naturales del alma se rigen por leyes análogas a las de la gravedad física. La única excepción la constituye la gracia" y él no buscó la excepción, no buscó la Gracia... lo mismo que tú.

-Sí la busqué, busqué encontrarla..."¿Por qué en cuanto un ser humano da muestras de tener alguna o mucha necesidad de otro, éste se aleja?"

-Recuerda, hablas de la luna, lo que pasó esta noche es "Gravedad".

-¿Gravedad?

-"Gravedad.- De un modo general, lo que esperamos de los demás viene determinado por los efectos de la gravedad en nosotros mismos; lo que recibimos de ellos viene determinado por los efectos de la gravedad en ellos.(...)" A ti te ha afectado tanto cómo a la luna por ello deben rezar una por la otra, ya que "Siempre hay que esperar que las cosas sucedan conforme a la gravedad, salvo que intervenga lo sobrenatural." Ya pronto veraz que el ciclo terminará, que volverá a sonreír desde su bello lugar, que de nuevo esta amiga en la noche te volverá a encontrar. De paso un poco de necesidad un poco de oscuridad no te vienen mal, hay muchas cosas que debes profundizar.

No respondí en mi noche sin luna tenía mucho que pensar. La voz comprendió y a su lugar volvió a descansar.


martes, 16 de junio de 2009

Corpus Domini en el Jardin


En vistas a los comentarios en el blog del amigo Natalio, en el Jardín hacemos una procesión que desciende desde las 7 colinas antiguas que rodean el este de la mansión pasando por la casa de la gentil Reina del Plata hasta, tornar a las alturas en las sierras que bordean el oeste de la casa. ¿Cómo haremos este cometido los lectores y las habitantes? Caminando por las letras de las palabras del Mago Blanco de Occidente; y rezando en el interior a la gracia, que nos hizo merecer tan Augusto Presente:

"Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre".

"Queridos hermanos y hermanas:

Estas palabras, que pronunció Jesús en la Última Cena, se repiten cada vez que se renueva el sacrificio eucarístico. Las acabamos de escuchar, en el Evangelio de Marcos, y resuenan con una singular potencia evocadora hoy, solemnidad del Corpus Christi. Nos llevan espiritualmente al Cenáculo, nos hacen revivir el clima espiritual de aquella noche cuando, al celebrar la Pascua con los suyos, el Señor, en el misterio, anticipó el sacrificio que se consumaría el día después sobre la cruz. La institución de la Eucaristía se nos presenta de este modo como anticipación y aceptación por parte de Jesús de su muerte. Escribe san Efrén de Siria: "Durante la cena, Jesús se inmoló así mismo; en la cruz Él fue inmolado por los otros" (Cf. Himno sobre la crucifixión 3,1).

"Esta es mi sangre". Es clara aquí la referencia al lenguaje empleado para los sacrificios de Israel. Jesús se presenta a sí mismo como verdadero y definitivo sacrificio, en el cual se realiza la expiación de los pecados que, en los ritos del Antiguo Testamento, no se habían cumplido nunca totalmente. A esta expresión le siguen otras dos muy significativas. Ante todo, Jesucristo dice que su sangre "es derramada por muchos" con una comprensible referencia a los cantos del Siervo, que se encuentran en el libro de Isaías (Cf. capítulo 53). Al añadir "sangre de la alianza", Jesús manifiesta además que, gracias a su muerte, se realiza la profecía de la nueva alianza fundada en la fidelidad y el amor infinito del Hijo hecho hombre, una alianza, por tanto, más fuerte que todos los pecados de la humanidad. La antigua alianza había sido sancionada en el Sinaí con un rito de sacrificio de animales, como hemos escuchado en la primera lectura y el pueblo elegido, liberado de la esclavitud de Egipto, había prometido seguir todos los mandamientos dados por el Señor (Cf. Éxodo 24, 3).

En verdad, Israel desde el comienzo, con la construcción del becerro de oro, se mostró incapaz de mantenerse fiel al pacto divino, que de hecho, transgredió muy a menudo, adaptando a su corazón de piedra la Ley que debería haberle enseñado el camino de la vida. Sin embargo, el Señor no faltó a su promesa y, por medio de los profetas, se preocupó en recordar la dimensión interior de la alianza y anunció que iba a escribir una nueva en los corazones de sus fieles (Cf. Jeremías 31,33), transformándolos con el don del Espíritu (Cf. Ezequiel 36, 25-27). Y fue durante la Última Cena cuando estableció con los discípulos esta nueva alianza, confirmándola no con sacrificios de animales, como ocurría en el pasado, sino con su sangre, que se convirtió "sangre de la nueva alianza".

Ello se evidencia en la segunda lectura, tomada de la Carta a los Hebreos, donde el autor sagrado declara que Jesús es "mediador de una Nueva Alianza" (9,15). Lo es gracias a su sangre o, con mayor exactitud, gracias a su inmolación, que da pleno valor al derramamiento de su sangre. En la cruz, Jesús es al mismo tiempo víctima y sacerdote: víctima digna de Dios, porque está sin mancha, y sumo sacerdote que se ofrece a sí mismo, bajo el impulso del Espíritu Santo, e intercede por toda la humanidad. La Cruz es, por lo tanto, misterio de amor y de salvación, que nos purifica la conciencia de las "obras muertas", es decir de los pecados, y nos santifica esculpiendo la alianza nueva en nuestro corazón; la Eucaristía, renovando el sacrificio de la Cruz, nos hace capaces de vivir fielmente la comunión con Dios.

Queridos hermanos y hermanas. Os saludo a todos con afecto, empezando por el cardenal vicario y los demás cardenales y obispos presentes, como el pueblo elegido reunido en la asamblea del Sinaí, también nosotros esta tarde queremos reiterar nuestra fidelidad al Señor. Hace algunos días, abriendo el encuentro diocesano anual, he recordado la importancia de permanecer, como Iglesia, a la escucha de la Palabra de Dios en la oración y escrutando las Escrituras, especialmente con la práctica de la lectio divina, es decir, de la lectura meditada y adorante de la Biblia. Sé que se han promovido tantas iniciativas al respecto en las parroquias, en los seminarios, en las comunidades religiosas, en las cofradías, asociaciones y movimientos apostólicos, que enriquecen a nuestra comunidad diocesana. A los miembros de estos múltiples organismos eclesiales les dirijo mi saludo fraterno. Vuestra presencia tan numerosa en esta celebración, queridos amigos, muestra que nuestra comunidad, caracterizada por una pluralidad de culturas y de experiencias diversas, Dios la plasma como a "su" Pueblo, como el único Cuerpo de Cristo, gracias a nuestra sincera participación en la doble mesa de la Palabra y de la Eucaristía. Alimentados con Cristo, nosotros, sus discípulos, recibimos la misión de ser "el alma" de esta, nuestra ciudad (Cf. Carta a Diogneto, 6: ed. Funk, I, p. 400; ver también Lumen Gentium, 38), fermento de renovación, pan "partido" para todos, sobre todo para quienes viven situaciones de malestar, de pobreza, de sufrimiento físico y espiritual. Nos volvemos testigos de su amor.

Me dirijo particularmente a vosotros, queridos sacerdotes, que Cristo ha elegido para que junto con Él podías vivir vuestra vida como sacrificio de alabanza por la salvación del mundo. Sólo de la unión con Jesús podéis obtener esa fecundidad espiritual que es generadora de esperanza en vuestro ministerio pastoral. Recuerda san León Magno que "nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Cristo sólo tiende a volvernos en aquello que recibimos" (Sermón 12, De Passione 3, 7, PL 54). Si ello es verdad para cada cristiano, lo es con mayor razón para nosotros los sacerdotes. ¡Ser Eucaristía! Que éste sea, precisamente, nuestro constante anhelo y compromiso, para que al ofrecimiento del cuerpo y de la sangre del Señor que hacemos en el altar, se acompañe el sacrificio de nuestra existencia. Cada día, tomamos del Cuerpo y de Sangre del Señor aquel amor libre y puro que nos hace dignos ministros de Cristo y testigos de su alegría. Es lo que los fieles esperan del sacerdote: el ejemplo, es decir, de una auténtica devoción a la Eucaristía; aman verlo transcurrir largas pausas de silencio y de adoración ante Jesús, como hacía el santo cura de Ars, que vamos a recordar, de forma particular, durante el ya inminente Año Sacerdotal.

San Juan María Vianney amaba decir a sus parroquianos: "Venid a la comunión... Es verdad que no sois dignos de ella, pero la necesitáis" (Bernad Nodet, Le curé d'Ars. Sa pensée - Son coeur, editorial Xavier Mappus, París 1995, p. 119). Con la conciencia de ser indignos por causa de los pecados, pero necesitados de alimentarnos con el amor que el Señor nos ofrece en el sacramento eucarístico, renovemos esta tarde nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía ¡No hay que dar por descontada nuestra fe! Hoy se da el riesgo de una secularización que penetra también dentro de la Iglesia, que puede traducirse en un culto eucarístico formal y vacío, en celebraciones a las que les falta esa participación del corazón que se expresa en la veneración y respeto de la liturgia. Siempre es fuerte la tentación de reducir la oración a momentos superficiales y apresurados, dejándose dominar por las actividades y por las preocupaciones terrenales. Cuando, dentro de poco, recitemos el Padrenuestro, la oración por excelencia, diremos: "Danos hoy nuestro pan de cada día", pensando naturalmente en el pan de cada día para nosotros y para todos los hombres. Sin embargo, este ruego contiene algo más profundo. El término griego epioúsios, que traducimos como "diario", podría aludir también al pan "supra-sustancial", al pan "del mundo que vendrá". Algunos Padres de la Iglesia han visto en esto una referencia a la Eucaristía, el pan de la vida eterna que se nos da en la santa misa, para que desde ahora el mundo futuro comience en nosotros. Con la Eucaristía el cielo viene a la tierra, el mañana de Dios desciende al presente y el tiempo es como abrazado por la eternidad divina.

Queridos hermanos y hermanas: como cada año, al final de la santa misa, se desarrollará la tradicional procesión eucarística y elevaremos, con las oraciones y los cantos, una imploración conjunta al Señor presente en la Hostia consagrada. Le diremos en nombre de toda la ciudad: ¡Quédate con nosotros Jesús, entrégate a nosotros y danos el pan que nos alimenta para la vida eterna! Libera a este mundo del veneno del mal, de la violencia y del odio que contamina las conciencias, purifícalo con la potencia de tu amor misericordioso. Y tú, María, que has sido mujer "eucarística" durante toda tu vida, ayúdanos a caminar unidos hacia la meta celestial, alimentados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo, pan de vida eterna y remedio de la inmortalidad divina ¡Amén!"