lunes, 19 de enero de 2009

Homero y homero


Resulta que andando aburrida me paseaba por la estancia de Misselthwaite, en realidad paseaba la vista desde el sillón al techo, sin querer hacer nada, el día florecía afuera pero yo no lo miraba estaba demasiado embotada. Pasó así la tarde y se hizo la noche, el día se fue sin ton ni son y mi estado no era mayor que el de una larva, la pereza me había vencido. Al llegar a la cama luego de un día de no hacer nada, la sensación era propiamente gelatinosa y el cansancio agobiante. Allí mirando nuevamente el techo me puse a pensar... ¡Qué diferente era una tarde de nada a una tarde de ocio! Tan Diferente como Homero lo es de homero Simpson. Y me dí cuenta del error y es que hoy en día solemos confundir la pereza de no hacer nada con el Ocio contemplativo, queremos descansar no haciendo nada, y allí nos equivocamos pues no es haciendo nada que descansamos, sino que descansamos cuando comtemplamos, ya que son tan distintos la pereza y el Ocio, que de uno crece la panza y de otro surge una Ilíada. Uno nos derrite lentamente hasta llevarnos a la apatía del infierno, y el otro nos solidifica hasta llevarnos a la alergría del Cielo. ¿Cómo sucede todo? Eso dejemos que Orugario nos lo comente:
"Al irse estableciendo más completamente esta situación, te irás librando, paulatinamente, del fatigoso trabajo de ofrecer placeres como tentaciones. Al irle separando cada vez más de toda auténtica felicidad esa incomodidad, y su resistencia a enfrentarse con ella, y como la costumbre va haciendo al mismo tiempo menos agradables y menos fácilmente renunciables (pues eso es lo que el hábito hace; por suerte, con los placeres) los placeres de la vanidad, de la excitación y de la ligereza, descubrirás que cualquier cosa, o incluso ninguna, es suficiente para atraer su atención errante. Ya no necesitas un buen libro, libro que le guste de verdad, para mantenerle alejado de sus oraciones, de su trabajo o de su reposo; te bastará con una columna de anuncios por palabras en el periódico de ayer. Le puedes hacer perder el tiempo no ya en una conversación amena, con gente de su agrado, sino incluso hablando con personas que no le interesan lo más mínimo de cuestiones que le aburren. Puedes lograr que no haga absolutamente nada durante períodos prolongados. Puedes hacerle trasnochar, no yéndose de juerga, sino contemplando un fuego apagado en un cuarto frío. Todas esas actividades sanas y extravertidas que queremos evitarle pueden impedírsele sin darle nada a cambio, de tal forma que pueda acabar diciendo, como dijo al llegar aquí abajo uno de mis pacientes: "Ahora veo que he dejado pasar la mayor parte de mi vida sin hacer ni lo que debía ni lo que me apetecía". Los cristianos describen al Enemigo como aquél "sin quien nada es fuerte". Y la Nada es muy fuerte: lo suficiente como para privar a un hombre de sus mejores años, y no cometiendo dulces pecados, sino en una mortecina vacilación de la mente sobre no sabe qué ni por qué, en la satisfacción de curiosidades tan débiles que el hombre es sólo medio-consciente de ellas, en tamborilear con los dedos y pegar taconazos, en silbar melodías que no le gustan, o en el largo y oscuro laberinto de unos ensueños que ni siquiera tienen lujuria o ambición para darles sabor, pero que, una vez iniciados por una asociación de ideas puramente casual, no pueden evitarse, pues la criatura está demasiado débil y aturdida como para librarse de ellos."
Más adelante reta a su sobrino sobre el Error que es darle un tiempo de Ocio, de sana diversión:
"Y ahora veamos tus errores. En primer lugar según tú mismo dices, permitiste que tu paciente leyera un libro del que realmente disfrutaba, no para que hiciese comentarios ingeniosos a costa de él ante sus nuevos amigos, sino meramente porque disfrutaba de ese libro. En segundo lugar, le permitiste andar hasta el viejo molino y tomar allí el té: un paseo por un campo que realmente le gusta, y encima a solas. En otras palabras: le permitiste dos auténticos placeres positivos. ¿Fuiste tan ignorante que no viste el peligro que entrañaba esto? Lo característico de las penas y de los placeres es que son inequívocamente reales y, en consecuencia, mientras duran, le proporcionan al hombre un patrón de la realidad. Así, si tratases de condenar a tu hombre por el método romántico —haciendo de él una especie de Childe Harold o Werther, autocompadeciéndose de penas imaginarias—, tratarías de protegerle, a cualquier precio, de cualquier dolor real; porque, naturalmente, cinco minutos de auténtico dolor de muelas revelarían la tontería que eran sus sufrimientos románticos, y desenmascararían toda tu estratagema. Pero estabas intentando hacer que tu paciente se condenase por el Mundo, esto es, haciéndole aceptar como placeres la vanidad, el ajetreo, la ironía y el tedio costoso. ¿Cómo puedes no haberte dado cuenta de que un placer real era lo último que debías permitirle? ¿No previste que, por contraste, acabaría con todos los oropeles que tan trabajosamente le has estado enseñando a apreciar? ¿Y que el tipo de placer que le dieron el libro y el paseo es el más peligroso de todos? ¿Que le arrancaría la especie de costra que has ido formando sobre su sensibilidad, y le haría sentir que está regresando a su hogar, recobrándose a sí mismo? Como un paso previo para separarle del Enemigo, querías apartarle de sí mismo, y habías hecho algunos progresos en esa dirección. Ahora, todo eso está perdido. Sé, naturalmente, que el Enemigo también quiere apartar de sí mismos a los hombres, pero en otro sentido. Recuerda siempre que a Él le gustan realmente esos gusanillos, y que da un absurdo valor a la individualidad de cada uno de ellos. Cuando Él habla de que pierdan su "yo". Se refiere tan sólo a que abandonen el clamor de su propia voluntad. Una vez hecho esto, Él les devuelve realmente toda su personalidad, y pretende (me temo que sinceramente) que, cuando sean completamente Suyos, serán más "ellos mismos" que nunca. Por tanto, mientras que Le encanta ver que sacrifican a su voluntad hasta sus deseos más inocentes, detesta ver que se alejen de su propio carácter por cualquier otra razón. Y nosotros debemos inducirles siempre a que hagan eso. Los gustos y las inclinaciones más profundas de un hombre constituyen la materia prima, el punto de partida que el Enemigo le ha proporcionado. Alejar al hombre de ese punto de partida es siempre, pues, un tanto a nuestro favor; incluso en cuestiones indiferentes, siempre es conveniente sustituir los gustos y las aversiones auténticas de un humano por los patrones mundanos, o la convención, o la moda. Yo llevaría esto muy lejos: haría una norma erradicar de mi paciente cualquier gusto personal intenso que no constituya realmente un pecado, incluso si es algo tan completamente trivial como la afición al cricket, o a coleccionar sellos, o a beber batidos de cacao. Estas cosas, te lo aseguro, de virtudes no tienen nada; pero hay en ellas una especie de inocencia, de humildad, de olvido de uno mismo, que me hacen desconfiar de ellas; el hombre que verdadera y desinteresadamente disfruta de algo, por ello mismo, y sin importarle un comino lo que digan los demás, está protegido, por eso mismo, contra algunos de nuestros métodos de ataque más sutiles. Debes tratar de hacer siempre que el paciente abandone la gente, la comida o los libros que le gustan de verdad, y que los sustituya por la "mejor" gente, la comida "adecuada" o los libros "importantes". Conocí a un humano que se vio defendido de fuertes tentaciones de ambición social por una afición, más fuerte todavía, a los guisados con cebolla."
En otras palabras para estas vacaciones en vez de no hacer nada busquemos sanas diversiones, vivamos la vida comteplando y degustando todolo que ella tiene para dar para decir con Inocent Smith "Hombre sobre dos patas descubierto vivo".

4 comentarios:

Natalio Ruiz dijo...

Todo muy cierto, salvo eso de que "de uno crece la panza y del otro....".

De los dos crece la panza, en especial si se escribe con cerveza.

Respetos estimada amiga.

Natalio

Ruth dijo...

Querida Mary,

me gustó mucho el post, pero disiento en una cosa. Proponés buscar sanas diversiones, pero -siguiendo la idea de Lewis- me parece que habría que poner la atención en buscar auténticas diversiones. Se me ocurren cien actividades sanas que podría hacer sólo por complacer amistades, quedar bien o seguir la mayoría, pero que para mí no constituyen un "gusto personal intenso". Podría pasarme las vacaciones así, con diversiones sanas, pero sin haber buscado algo que realmente signifique para mí una verdadera alegría. El mismo libro que "el paciente" realmente disfruta, puede leerlo un amigo para simpatizar con él sin que disfrute verdaderamente de esa lectura.

Por esto mismo creo que, en realidad, no es un peligro de las vacaciones no hacer nada, porque el "no hacer nada" no existe. Tu tarde en el Salón de Misselthwaite hacías algo: mirabas las paredes. Pero no tenías nada que mirar. Mi habitación en Misselthwaite -es octogonal- tiene seis paredes cubiertas con los tapices de La Dame à la licorne: para mí, mirar las paredes constituye un auténtico e intenso gozo...

Gracias por no tomarte vacaciones en el Jardín, querida Mary!

Mary Lennox dijo...

Estimado Natalio:
Sí, ya sé que no son los fideos los que engordan, sino uno.
¡Saludos a usted y al venteveo!
Querida Ruth:
De nada, del Jardín no hay vacaciones ahora, aunque las hubo.
Creo que tu dicenso es un problema con el como usé la palabra sana... otra vez lo que tenía en la cabeza es lo que vos decís. Puse sanas por analogía a la salud, por ser las diversiones autenticas las que contribuyen al bienestar de nuestra alma.
Cuando hablé de hacer nada estaba intentando pobremente hacer un juego de palabras...mi idea era señalar la consecuencia de no hacer nada, pues la vista se orienta a nada, nada en particular. Las paredes de la sala con sus ricos tapices y cuadros yo no las miraba, no las miraba en serio cambiaba de uno a otro sin contemplarlos. Y en ese caso eso es hacer nada, con eso me refiero a ir paulatinamente agotando la fuerza, pues en vez de tornar al Ser se torna la mirada hacia la nada, en vez de enfocar, la mirada se distorsiona causando la distorsión del que mira, causando la nada en él.
Pero lo solucionaré, la próxima vez que ande aburrida iré a tu pieza y me quedaré mirando a la Dama junto a su Unicornio.
¡¡¡Cariños!!!!!
Mary

Ruth dijo...

Te espero! ...Aunque... tendré que abrir la ventanita de mi monádica habitación... :)