domingo, 21 de febrero de 2010

Cuando un hermano vuelve a casa


Hoy meditando en el salón de Misselthwaite tomé el Evangelio y vi la parábola del Hijo Pródigo, muchos hemos leído ésta famosa parábola prestándole únicamente atención al mensaje de misericordia que representa el padre con respecto al hijo menor, sin embargo, pocas veces hemos reconducido hacia la actitud del hermano mayor, que es tan ejemplo de la condición humana caída como lo es, su hermano que escapa de la casa del Padre.
Sabemos que el pequeño Benjamín luego de darse la "Buena vida" regresa arrepentido a la casa paterna y allí el padre lo recibe como si nunca se hubiera marchado, es más le hace una fiesta; al llegar el hermano mayor de trabajar en el campo, ofendido al contemplar la fiesta, decide no entrar en ella. ¿Cómo se podía dar semejante traición de parte de su padre a él que desde chico siempre había estado allí, poniendo el lomo? A pesar de esto , el Padre sale también al encuentro de su hijo mayor, haciéndole notar no sólo su alegría por la vuelta de su hermano, sino que rematándole a la cuestión responde al reproche de hermano mayor: "Hijo tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo" .
Estimo que el problema de la condición de hijo mayor es el de no darnos cuenta de nuestras propias bendiciones, teniendo la mirada perdida en la que creemos "Buena vida" del otro que es nuestro hermano menor. Cargándonos, por la rutina que nos acostumbra a dar por sentado la presencia del Padre y la posesión de su Bienes. De este modo, no nos damos cuenta de que, paradójicamente, al reclamar aquella posición ya nos hacemos automáticamente, no aptos para el puesto que reclamamos. Ya que si abrieramos nuestro corazón hacia el Padre para luego acoger a nuestro hermano perdido que vuelve, estaríamos haciéndonos realmente co- Señores con el Padre, participando directamente de su gozo y de sus bienes.

2 comentarios:

Teresa dijo...

Tienes razón, la escena central parece que transcurre entre el Padre y su hijo "vuelto a la vida", pero la parábola va mucho más allá. Para mí, el hijo mayor representa todos nuestros "legalismos", todos los deberes morales y normas que -creemos- hemos de cumplir para ser merecedores del Reino. Y cuando el Padre abraza a aquél que sin tantos merecimientos se entrega en sus brazos y se abre a su misericordia, entonces brota nuestro rencor, nuestra exigencia, nuestra "medida" estrecha con la que queremos que se dé a unos y se niegue a otros la salvación. Me recuerda mucho a la postura farisaica. Ojalá cada vez nos identifiquemos más con el hijo pródigo que regresa al Padre y menos con el hijo mayor. Un abrazo.

Mary Lennox dijo...

Bienvenida Teresa!!! Sí ojala más que identificarnos comprendamos el mensaje y rectifiquemos nuestra conducta de hermanos mayores, para que cuando nos vean, puedan decirnos, como a los primeros Cristianos:
"Mirad cómo se aman"
Saludos
Mary