Sentada en el Jardin al despuntar el alba, ante mi una visión de dos señores:
Uno alto y esbelto coronado con laureles dorados y de mirada noble y serena, como aquél que ha descubierto el secreto de la calma en las tormentas; y otro sombrio casi aterrador de ojos rojos y mirada violenta, como de aquel que conoce el secreto del temor en las tormentas.
Estos dos señores, se me ha dicho, representan uno el Temor de Dios y otro el Temor a Dios. El primero conoce el secreto de la calma en las tormentas pues al temer a Dios, conociendo su poder y omnipotencia, así como su infinita bondad, confia y sabe en quien tiene puesta su confianza.
El segundo, también conoce la omnipotencia de Dios y justamente por eso le teme, en su mirada resuenan las palabras de aquél que escondió su talento en la tierra, por temor a su Señor.
Cuando nos acompaña el primero somos capaces de confiarnos en la Providencia, capaces de usar nuestros talentos y capaces de pedir confiándonos como niños lo que necesitamos al Padre.
En cambio si somos acompañados por el segundo, que al ser su gemelo es facil confundir, tememos lo que Dios nos pueda pedir, tememos su voluntad, y no confiamos en su infinata Bondad, pues esperamos como negociantes desconfiados encontrar la trampa que se encuentra en medio de tanta gratuidad; por lo tanto en vez de esperar en Él, encontramos más seguro para nuestros planes, en nosotros simples mortales confiar.
A lo largo de la vida ambos dos nos acompañan, y ambos dos nos aconsejan, el secreto para escuchar siempre al primero hasta convertirnos alguien como él, proviene de una llave de tres piezas: Fe, Esperanza, y Caridad. Juntas las tres develan el secreto del abandono, del verdadero Temor de Dios, que engendra nobleza. Falte alguna de ellas, en especial la Caridad, y ya no tendremos Temor de Dios, sino Temor a Dios. Juntas estas tres virtudes nos llevan a decir junto con la querida Simone: "Mi trabajo es pensar en Dios, y que Dios se ocupe de pensar en mi".
Uno alto y esbelto coronado con laureles dorados y de mirada noble y serena, como aquél que ha descubierto el secreto de la calma en las tormentas; y otro sombrio casi aterrador de ojos rojos y mirada violenta, como de aquel que conoce el secreto del temor en las tormentas.
Estos dos señores, se me ha dicho, representan uno el Temor de Dios y otro el Temor a Dios. El primero conoce el secreto de la calma en las tormentas pues al temer a Dios, conociendo su poder y omnipotencia, así como su infinita bondad, confia y sabe en quien tiene puesta su confianza.
El segundo, también conoce la omnipotencia de Dios y justamente por eso le teme, en su mirada resuenan las palabras de aquél que escondió su talento en la tierra, por temor a su Señor.
Cuando nos acompaña el primero somos capaces de confiarnos en la Providencia, capaces de usar nuestros talentos y capaces de pedir confiándonos como niños lo que necesitamos al Padre.
En cambio si somos acompañados por el segundo, que al ser su gemelo es facil confundir, tememos lo que Dios nos pueda pedir, tememos su voluntad, y no confiamos en su infinata Bondad, pues esperamos como negociantes desconfiados encontrar la trampa que se encuentra en medio de tanta gratuidad; por lo tanto en vez de esperar en Él, encontramos más seguro para nuestros planes, en nosotros simples mortales confiar.
A lo largo de la vida ambos dos nos acompañan, y ambos dos nos aconsejan, el secreto para escuchar siempre al primero hasta convertirnos alguien como él, proviene de una llave de tres piezas: Fe, Esperanza, y Caridad. Juntas las tres develan el secreto del abandono, del verdadero Temor de Dios, que engendra nobleza. Falte alguna de ellas, en especial la Caridad, y ya no tendremos Temor de Dios, sino Temor a Dios. Juntas estas tres virtudes nos llevan a decir junto con la querida Simone: "Mi trabajo es pensar en Dios, y que Dios se ocupe de pensar en mi".
1 comentario:
Muy lindo post. Lo recomendaré a Gregorio Santopoco que es un verdadero especialista en el tema del miedo y el temor.
Levantando el sombrero la saludo.
Natalio
Publicar un comentario