lunes, 6 de octubre de 2008

Eowyn y el Nazgul


Hoy andando en el desván de la mansión, fijando mi mirada lejos de los "fenómenos circundantes a la protención", saqué este fragmentito de un gran libro viejo que dedico a todos los que se tengan que enfrentar con algo a lo que le tengan gran miedo:
"Rápida como una nube de tormenta descendió la Sombra. Y se vio entonces que era una criatura
alada: un ave quizá, pero más grande que cualquier ave conocida; y parecía desnuda, pues no tenía plumas. Las alas enormes eran como membranas coriáceas entre dedos callosos; hedían. Una criatura acaso de un mundo ya extinguido, cuya especie, escondida en montañas olvidadas y frías bajo la luna, había sobrevivido incubando en algún nido horripilante esta progenie última y maligna. Y el Señor Oscuro la había adoptado, alimentándola con carnes putrefactas, hasta que fue mucho más grande que todas las otras criaturas aladas; y como cabalgadura la había entregado a su servidor. Descendió,descendió, y luego, replegando las palmas digitadas, lanzó un graznido ronco, y se posó de pronto sobre Crinblanca, y le hincó las garras encorvando el largo cuello implume. Una figura envuelta en un manto negro, enorme y amenazante, venía montada en aquella criatura. Llevaba una corona de acero, pero nada visible había entre el aro de la corona y el manto, salvo el fulgor mortal de unos ojos: el Señor de los Nazgül. Llamando a su corcel antes que se desvaneciera otra vez la oscuridad, había retornado al aire, y ahora volvía a atacar, trayendo consigo la ruina, transformando la esperanza en desesperación, y la victoria en muerte. Blandía una gran maza negra. Pero Théoden no había quedado totalmente abandonado. Los caballeros del séquito yacían sin vida en torno o habían sido llevados lejos de allí, arrastrados por la locura de sus corceles. Uno, sin embargo, permanecía junto al rey: el joven Dernhelm, fiel más allá del miedo, y lloraba, pues había amado a su señor como a un padre.
Durante la batalla, y hasta que la Sombra bajó, Merry se había mantenido a salvo en la grupa de Hoja de Viento, pero de pronto, el corcel aterrorizado había arrojado al suelo a sus jinetes, y ahora corría desbocado a través de la llanura. Merry se arrastraba en cuatro patas como una alimaña aturdida; se sentía ciego y enfermo de terror. «¡Paje del rey! ¡Paje del rey!» le gritaba el corazón dentro del pecho. «Tu obligación es seguir junto a él. "Seréis como un padre para mí", dijiste.» Pero la voluntad no le obedecía, y el cuerpo le temblaba. No se atrevía a abrir los ojos ni a levantar la cabeza. De improviso, en medio de aquella oscuridad que le ocupaba la mente, creyó oír la voz de Dernhelm; pero le sonó extraña, como si le recordase la de alguien que conocía.
— ¡Vete de aquí, dwimmerlaik, señor de la carroña! ¡Deja en paz a los muertos!
Una voz glacial le respondió:
— ¡No te interpongas entre el Nazgül y su presa! No es tu vida lo que arriesgas perder si te
atreves a desafiarme; a ti no te mataré: te llevaré conmigo muy lejos, a las casas de los lamentos, más allá de todas las tinieblas, y te devorarán la carne, y te desnudarán la mente, expuesta a la mirada del Ojo sin Párpado.
Se oyó el ruido metálico de una espada que salía de la vaina.
—Haz lo que quieras; mas yo lo impediré, si está en mis manos.
— ¡Impedírmelo! ¿A mí? Estás loco. ¡Ningún hombre viviente puede impedirme nada!
Lo que Merry oyó entonces no podía ser más insólito para esa hora: le pareció que Dernhelm se
reía, y que la voz límpida vibraba como el acero.
—¡Es que no soy ningún hombre viviente! Lo que tus ojos ven es una mujer. Soy Eowyn hija de
Eomund. Pretendes impedir que me acerque a mi señor y pariente. ¡Vete de aquí si no eres una criatura inmortal! Porque vivo o espectro oscuro, te traspasaré con mi espada si lo tocas.
La criatura alada respondió con un alarido, pero el Espectro del Anillo quedó en silencio, como
si de pronto dudara. Estupefacto más allá del miedo, Merry se atrevió a abrir los ojos: las tinieblas que le oscurecían la vista y la mente se desvanecieron. Y allí, a pocos pasos, vio a la gran bestia, rodeada de una profunda oscuridad; y montando en ella como una sombra de desesperación, al Señor de los Nazgül. Un poco hacia la izquierda, delante de la bestia alada y su jinete, estaba ella, la mujer que hasta ese momento Merry llamara Dernhelm. Pero el yelmo que ocultaba el secreto de Eowyn había caído, y los cabellos sueltos de oro pálido le resplandecían sobre los hombros. La mirada de los ojos grises como el mar era dura y despiadada, pero había lágrimas en las mejillas. La mano esgrimía una espada, y alzando el escudo se defendía de la horrenda mirada del enemigo. Era Eowyn y también era Dernhelm. Y el recuerdo del rostro que había visto en el Sagrario a la hora de la partida reapareció una vez más en la mente del hobbit: el rostro de alguien que ha perdido toda esperanza y busca la muerte. Y sintió piedad, y asombro; y de improviso, el coraje de los de su raza, lento en encenderse, volvió a mostrarse en él. Apretó los puños. Tan hermosa, tan desesperada, Eowyn no podía morir. En todo caso no iba a morir a solas, sin ayuda. El enemigo no lo miraba, pero Merry, no se atrevía a moverse temiendo que los ojos asesinos lo descubrieran. Lenta, muy lentamente, se arrastró a un lado; pero el Capitán Negro, movido por la duda y la malicia, sólo miraba a la mujer que tenía delante, y a Merry no le prestó más atención que a un gusano en el fango. De pronto, la bestia horripilante batió las alas, levantando un viento hediondo. Subió en el aire, y luego se precipitó sobre Eowyn, atacándola con el pico y las garras abiertas. Tampoco ahora se inmutó Eowyn: doncella de Rohan, descendiente de reyes, flexible como un junco pero templada como el acero, hermosa pero terrible. Descargó un golpe rápido, hábil y mortal. Y cuando la espada cortó el cuello extendido, la cabeza cayó como una piedra, y la mole del cuerpo se desplomó con las alas abiertas. Eowyn dio un salto atrás. Pero ya la sombra se había desvanecido. Un resplandor la envolvió y los cabellos le brillaron a la luz del sol naciente. El Jinete Negro emergió de la carroña, alto y amenazante. Con un grito de odio que traspasaba los tímpanos como un veneno, descargó la maza. El escudo se quebró en muchos pedazos, y Eowyn vaciló y cayó de rodillas: tenía el brazo roto. El Nazgül se abalanzó sobre ella como una nube; los ojos le relampaguearon, y otra vez levantó la maza, dispuesto a matar.
Pero de pronto se tambaleó también él, y con un alarido de dolor cayó de bruces, y la maza, desviada del blanco, fue a morder el polvo del terreno. Merry lo había herido por la espalda. Atravesando el manto negro, subiendo por el plaquín, la espada del hobbit se había clavado en el tendón detrás de la poderosa rodilla.
— ¡Eowyn! ¡Eowyn! —gritó Merry.
Entonces Eowyn, trastabillando, había logrado ponerse de pie una vez más, y juntando fuerzas
había hundido la espada entre la corona y el manto, cuando ya los grandes hombros se encorvaban sobre ella. La espada chisporroteó y voló por los aires hecha añicos. La corona rodó a lo lejos con un ruido de metal. Eowyn cayó de bruces sobre el enemigo derribado. Mas he aquí que el manto y el plaquín estaban vacíos. Ahora yacían en el suelo, despedazados y en un montón informe; y un grito se elevó por el aire estremecido y se transformó en un lamento áspero, y pasó con el viento, una voz tenue e incorpórea que se extinguió, y fue engullida, y nunca más volvió a oírse en aquella era del mundo."
No es mucho lo que nosotros podemos hacer ante nuestros miedos o ante las tinieblas, a lo sumo podemos pararnos de frente y enfrentarlos, recordando que la valentía no es la ausencia de miedo sino la conciencia de que hay algo más importante que el miedo. Tanto Eowyn como Merry tuvieron de frente a la poderosa sombra, y tuvieron aquel conocimiento; y Aquél que crea las cosas de la nada y saca santos de pecadores, trocó su miedo en valentia, su desesperación en hazaña, y les concedio la victoria.
Pues nada es imposible para aquél que hizo el cielo y la tierra que puede hacer a una simple mujer aplastar la cabeza del enemigo y al más pequeño de sus hijos llegar a las cumbres altas que traspasan su altura.
Hay que recordar, el Señor obra milagros, y siempre, siempre esta a nuestro lado para que podamos cumplir las hazañas para las que fuimos hechos, aún cuando aquellas nos parezcan a nosotros y a nuestros miedos y vergüenzas, imposibles.

8 comentarios:

Natalio Ruiz dijo...

Tan cierto como olvidado estimada Mary.

Justamente es el tema de los dos salmos y el cántico de Laudes para hoy lunes.

En particular rescato todo el salmo 83 y su última oración ¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!

Todo tan evidente, cierto y olvidado.

Respetos.

Natalio

Mary Lennox dijo...

Estimado Natalio:
Tan olvidado que en el mismo momento que lo escribimos la sombra desciende sobre nuestra memoria y nos olvidamos, ojalá que nuestra mente duerma con el recuerdo latente y siempre presente de Nuestro Señor.
Ahora bien, mil disculpas, pero hace rato que no rezo la liturgia de las horas, era costumbre hacerlo con mi hermano, el me enseño, pero ahora... bueno no es cuestión de sin o con él, sino que no le engancho la mano, aunque me gusta. Así que esta larga explicación sentimental, viene a colación de que si es tan amable indicar los salmos de Laudes y el cántico.
Desde ya muchas gracias
Mary

Natalio Ruiz dijo...

Estimada Mary:

Hoy hay un modo muy simple para rezar la liturgia de las horas.

Puede acceder cada día a
http://www.liturgiadelashoras.com.ar/
y encontrará los salmos y las lecturas correspondientes.

Lo mismo con las lecturas de la misa en wwww.evangeliodeldia.org

Respetos.
Natalio

Mary Lennox dijo...

Grazie Don Natalio!!
Cariños
Mary

Anónimo dijo...

Estimada Mary:

Leí con atención sus post, y no puedo menos que admirarme y avergonzarme.

Prometo leerla con más atención, pero no creo animarme a volver a escribir algo sobre Tolkien después de haberla leido.

Mis respetos.

Anónimo dijo...

Querida Mary,

leyendo el libro de nuestro amado Pontífice, encontré un párrafo relacionado con la frase della nostra cara Suor Maria: Dios creó las cosas de la nada y crea santos de pecadores.

"Newman en cierta ocasión dijo que Dios pudo crear el mundo de la nada con una sola palabra, pero que sólo pudo superar la culpa y el sufrimiento de los hombres interviniendo personalmente, sufriendo Él mismo en su Hijo, que ha llevado esa carga y la ha superado mediante la entrega de sí mismo". (Jesús de Nazaret, pg. 196)

Cariños,

Ruth

Mary Lennox dijo...

Mí querida Ruth:
¡Cómo me olvido de las cosas!
Espero que quien me lea y luego mire realmente lo pequeña que soy no diga como nuestro amigo chileno con Kirkegaard, "las cosas para ella en su vida eran diferentes de lo que escribía". Sino que vea que poco a poco uno va luchando por hacer carne y hacer viva en uno la Verdad que ha visto aunque esto sólo se logre al final de la vida, y después de muchas batallas y muchas carreras corridas. Por eso la relación no es con el escritor sino con la verdad de lo que escribe, con aquella intuición primera que tuvo como diría Bergson. (Gracias puesto que esto pequeño vino comunicado indirectamente por vos)
Es hermoso pensar que nuestro Señor, no se quedó cómodo con nosotros sino que fue más allá se encarnó Él para que nosotros, conozcamos el amor, y podamos también imitándolo llegar a encarnar la verdad, una Verdad por la cual vivir y morir. De este modo, siguiendo con nostra suora, y con Benedicto, se nos hace visible que Dios puede sacar santos de pecadores, no solo porque Él es todo poderoso, sino porque lo hace, ya que el mismo, se hizo uno de nosotros, para cargar con nosotros y así hacernos Santos.
Un Cariño
Mary

Mary Lennox dijo...

Estimado Milkus:
Sea muy bienvenido al Jardin, siempre es bueno recibir visitas.
Le agradezco sus cumplidos, y si ya leyó el comentario a mi amiga, sabrá que no tiene porque avergonzarse. Me alegro que le haya gustado lo que escribo, y reflexiono y espero que le sirva. Siéntase libre de pasear por aquí cuando quiera, y de comentar.
Cariños
Mary