No, esta Vez Ruth no me va a sacar las papas del fuego o debería decir los tomates (gustaría de que lo haga más seguido en verdad escribe lindo). Para quien vio la película entenderá a quien se parece mi amiga, pero yo no voy a hablar hoy de esa película tan cara a mis afectos; aunque aquella tiene muchas enseñanzas y cosas para sacar, hoy tornaré la mirada hacia otro lugar.
Hay una frase en el Evangelio que estos días ha estado sonando en mi cabeza mientras caminaba entre parciales por el Jardín:
Esta frase surgió cuando me estaba preguntando si para restablecer la justicia se necesitaría padecer la injusticia, como dicen muchas veces las tragedias griegas sobre todo la Orestíada "La sangre llama a la Sangre". Luego pensé: Él ya pagó por nostros con Sí Mismo el precio de nuestra restitución, sufrió en Él la injusticia, por su gran misericordia, y tornó la justicia, al ser el cordero que quita los pecados del mundo los llevó en sí; se los llevó. Sin embargo, veía que la culpa, el error, el pecado, persistía; entonces me pregunte ¿Por qué?, por qué sigue allí si Él lo había comprado con su sangre, por qué no se evaporaba. Y el problema es que "la magia profunda anterior al inicio de los tiempos" como la llama Lewis no funciona así, borrando todo sin más, como si fuera una especie de gran maquina borradora, sino que esa magia opera en nosotros a condición de nuestra libertad. Y fue aquí donde recordé este pasaje, este llamado a ir a Él. Él restituirá la justicia con misericordia, siempre y cuando nos confiemos en Él y le entreguemos aún nuestra misma desesperación como escribía en uno de mis primeros Post. No hay alivio no hay restitución, de la vida, no hay curación de las heridas, ni perdón de nuestros pecados, si primero no los reconocemos, si no reconocemos nuestro agobio y a Él se lo entregamos.
Sólo al responder al llamado, al ir a Él, cuando se está agobiado es que se encontrará, la paz y eventualmente la salida, sino al menos se encontrará la forma de continuar adelante, como dice la escritura, con yugo más liviano y mejor.
Hay una frase en el Evangelio que estos días ha estado sonando en mi cabeza mientras caminaba entre parciales por el Jardín:
"Venid a Mí todos los agobiados y los cargados, y Yo os haré descansar. Tomad sobre vosotros el yugo mío, y dejaos instruir por Mí, porque manso soy y humilde en el corazón; y encontrareis reposo para vuestra vidas. Porque mi yugo es excelente; y mi carga es liviana"(Mt 11 28-30)
Esta frase surgió cuando me estaba preguntando si para restablecer la justicia se necesitaría padecer la injusticia, como dicen muchas veces las tragedias griegas sobre todo la Orestíada "La sangre llama a la Sangre". Luego pensé: Él ya pagó por nostros con Sí Mismo el precio de nuestra restitución, sufrió en Él la injusticia, por su gran misericordia, y tornó la justicia, al ser el cordero que quita los pecados del mundo los llevó en sí; se los llevó. Sin embargo, veía que la culpa, el error, el pecado, persistía; entonces me pregunte ¿Por qué?, por qué sigue allí si Él lo había comprado con su sangre, por qué no se evaporaba. Y el problema es que "la magia profunda anterior al inicio de los tiempos" como la llama Lewis no funciona así, borrando todo sin más, como si fuera una especie de gran maquina borradora, sino que esa magia opera en nosotros a condición de nuestra libertad. Y fue aquí donde recordé este pasaje, este llamado a ir a Él. Él restituirá la justicia con misericordia, siempre y cuando nos confiemos en Él y le entreguemos aún nuestra misma desesperación como escribía en uno de mis primeros Post. No hay alivio no hay restitución, de la vida, no hay curación de las heridas, ni perdón de nuestros pecados, si primero no los reconocemos, si no reconocemos nuestro agobio y a Él se lo entregamos.
Sólo al responder al llamado, al ir a Él, cuando se está agobiado es que se encontrará, la paz y eventualmente la salida, sino al menos se encontrará la forma de continuar adelante, como dice la escritura, con yugo más liviano y mejor.
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Fragmento de "Imitación de Cristo":
"Hijo, no te quebranten los trabajos que has tomado por Mí; ni te abatan del todo las tribulaciones; mas mi promesa te esfuerce y consuele en todo lo que viniere.
Yo basto para galardonarte sobre toda manera y medida.
No trabajarás aquí mucho tiempo, ni serás agravado siempre de dolores.
Espera un poco y verás cuán presto se pasan los males.
Vendrá una hora en la que cesará todo trabajo e inquietud.
Poco y breve es todo lo que pasa con el tiempo."
(Libro III, capítulo 47)
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