El otro día, saliendo a caminar por el Jardín me encontré con las ruinas de lo que habría parecido ser una antigua capilla. Guardando la entrada estaba la estatua de Orestes, y en el interior la cruz de Cristo, como nunca la había visto, pues llevaba en sí todas las ruinas de su sacrificio. Quedé sentada en los bancos medio derruidos; medio a la luz del día, medio a la sombra de la ruinas y allí empecé a pensar:
No necesariamente un vengador es un Salvador, más bien no lo son. Ambos son tipos de héroes, es cierto... sin embargo mientras el vengador busca cobrar y en algún sentido accidental rescatar, su misión no va más allá que la de un acreedor, en todo caso un comerciante de la justicia a secas que se olvida de la misericordia. En cambio el Salvador rescata en su plenitud, no buscando el pago de lo debido (pues el que le debe es justamente al que rescata), sino que la elevación del oprimido, del prisionero. Éste no busca la justicia a secas, sino que uniéndola a la misericordia su labor es la de médico: cura y restituye la salud no exigiendo un pago de vuelta a la enfermedad, sino que devuelve la salud.
No es la injusticia del hombre la que debe ser vengada, sino su miseria la que debe ser rescatada.
En eso un hermoso gran danés se apareció entre las ruinas y empezó a señalar a la cruz de Cristo moviendo su cola de alegría con ladridos de animo ansioso. Sus ladridos me hicieron recordar el siguiente texto:
"¡Y el cristianismo entonces! La lección que enseña es que ese individuo, como todo individuo -por lo demás no importa quien, marido, esposa, criada, ministro, comerciante, barbero, rata de biblioteca, etc...-, es que ese individuo existe en presencia de Dios, que ese individuo, que quizás estaría orgulloso de haber hablado por lo menos una vez en su vida con el rey, ese mismo hombre que ya sería alguien para entablar amistad con tal o cual, ese hombre está en presencia de Dios, puede hablar con Dios cuando quiere, con la seguridad de ser escuchado siempre que hable, ¡y es a él a quien se ofrece vivir en la intimidad de Dios! Incluso más aún: es por ese hombre, también, para quien Dios ha venido al mundo, se ha dejado encarnar, ha sufrido y murió; y es ese Dios de sufrimiento quien casi le ruega y le suplica que quiera aceptar ese socorro, ¡que es una ofrenda! En verdad si algo existe en el mundo capaz de hacer perder la razón, ¿no es eso precisamente? Quien no se atreva a creerlo, por carencia de humilde coraje, se escandaliza. Pero si se escandaliza, es que la cosa es demasiado elevada para él, que ella no puede entrar en la cabeza(...)"
3 comentarios:
Gracias Mary por tus palabras y es un gusto visitarte en tu blog, el ciberespacio es ocasión para compartir las convicciónes más profundas que los creyentes podemos albergar en nuestro corazón
De nada y gracias por visitar!!!!
Para los que estan interesados el extracto último del texto es de:
Sören Kierkegaard "Tratado de la desesperación" Ed. Leviatan Buenos Aires 2005 pp.118-119.
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