La noche pasada Llovía en Misselthwaite, y a la puerta vinieron buscando refugio dos extraños personajes. Uno de ellos era alto y joven pero en su mirada parecía mucho más viejo, como si la sabiduría de muchos años cayera sobre él; el otro era bajo y aunque también joven su mirada denotaba aún menos edad, pues sus ojos eran tremendamente ansiosos y nunca se detenían demasiado tiempo en un mismo lugar. Los invité a pasar a la cocina donde poniéndose a comer y a tomar un poco de vino caliente, pues hacia mucho frío, nos pusimos a charlar animadamente. El nombre del joven de ojos sabios era John, contaba que hace unos años había partido en busca de su casa y se definía a él mismo como un caminante. Nos contó que había tenido que pasar por muchas cosas en el camino de vuelta, pero que estaba feliz pues cada prueba y cada lugar que descubría lo acercaban más a su hogar. En cambio el joven de ojos ansiosos contaba que el había salido a descubrir el mundo y quería probar de el incluso el barro de las experiencias mas horrendas, pues esa era la única forma de vivir la vida, el nombre de éste era Martín. Continúo la charla un rato más y cada uno contó de las experiencias vividas en sus viajes. Una cosa se notaba que por más que eran amigos y habían compartido los últimos tramos del viaje, Martín no lograba comprender cómo su compañero no quería probar cada una de las cosas, a menos que estas lo condujeran de vuelta a casa, pensaba sinceramente que se estaba perdiendo de grandes oportunidades.
Luego de que se fueran a acostar me quedé frente a la chimenea meditando: Ambos eran tan distintos y sin embargo ambos eran viajeros ¿qué era aquello que los distinguía ? La respuesta vino a mí al son de las palabras de cada uno; uno era un caminante y otro era un turista. Y mientras a Martín no le interesaba llegar a ningún lugar sino tan solo experimentar, conocer, viajar, a John lo único que le importaba ,al fin y al cabo, era llegar a casa, y cada una de las cosas las vivía, las disfrutaba o las padecía por esa única y anhelada meta. Entonces vi que en cierto sentido todas las personas se podrían encontrar reflejadas en estas dos categorías. Por un lado tenemos a los turistas gente que no esta demasiado tiempo en ningún lugar, pues quiere probar las todas las cosas, sin tener ninguna meta en particular más que la misma experiencia y siempre de tan ansiosa por probar vive desconforme con el presente que le toca jugar. Y por otro tenemos a los viajeros gente que desea conocer la vida siempre y cuando cada una de las experiencias de su viaje lo conduzcan de vuelta a casa, estos viven animados por la fe en aquella meta, aunque estén muy lejos de aquella, pues el anhelo del Hogar es lo que los ilumina con su cálida Luz en cada una de sus pruebas, alegrías y tristezas.
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